Siglo Nuevo

Isadora Duncan

Las bases de la danza Contemporánea

Isadora Duncan, coreografía de Loie Fuller, 1902.Foto: Fredererick Glasier.

Isadora Duncan, coreografía de Loie Fuller, 1902.Foto: Fredererick Glasier.

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Irreverente, segura, haciendo poesía en cada frase, y con la seguridad que ofrece la libertad de pensamiento, palabra y movimiento, la bailarina estadounidense Isadora Duncan, cuya innovadora técnica de ejecución se caracterizó por movimientos libres, fluidos y cargados de pasión, sigue siendo ese referente inapelable a 138 años de su nacimiento como la precursora de la danza contemporánea del siglo XX.

Bailarina, coreógrafa, activista y maestra de danza, Isadora Duncan, quien trascendió como la “Madre de la danza moderna”, fue conocida también por ser una aventurera y ardiente defensora del espíritu libre. Ángela Isadora Duncan vio la primera luz el 26 de mayo de 1877 en San Francisco, California, Estados Unidos.

Luego de que sus padres se divorciaron en 1880, y su familia enfrentara problemas económicos, la madre de Isadora se trasladó con sus cuatro hijos a Oakland, donde trabajó como profesora de piano y educó a sus hijos entre las historias y los personajes de escritores como William Shakespeare, Robert Browning, Percy Shelley y Charles Dickens, entre otros.

En sus primeros años, cuando luego de ser famosa por reunir a las demás niñas de su vecindario para enseñarles a bailar, la pequeña Isadora asistió a la escuela, a los nueve tomó clases de ballet y a los diez decidió que la escuela era muy sofocante, por lo que se convirtió en una estudiante autodidacta en la biblioteca pública de Oakland bajo la dirección de la poeta Ina Coolbrith, con quien transitó sus primeros caminos en el arte.

Sus inicios con la compañía San Francisco Barn Theatre, fueron definitivos. En 1895, con un apetito voraz por el arte, la danza y la vida, Isadora viajó primero a Chicago y luego a Nueva York, donde trabajo con la compañía Augustin Daly, años más tarde, en 1899, se trasladó a Europa para continuar su formación dancística, por lo que se estableció en escuelas cerca de Berlín, París y Moscú.

En todos los escenarios que pisó, se escuchó la vos feminista de una mujer acostumbrada a vencer cualquier obstáculo, incluso aquellos que en una sociedad católica, buscaron sacarla de los escenarios. Vestida como las diosas griegas, esas que tanto le sirvieron de inspiración para los vestuarios de sus coreografías, Duncan conquistó incluso los públicos más exigentes de la danza.

LOS PASOS SEGUROS

Luego de un largo período de experimentación con el movimiento y el lenguaje corporal, el estilo marcado de Duncan se caracterizó por movimientos libres y fluidos enmarcados en la máxima expresión emocional interna. Isadora estaba convencida de que no era su cuerpo el que bailaba, sino su esencia, su alma, marcada por la certeza de la poesía y la libertad.

A pesar de que los críticos no soportaban ver a una mujer irreverente que bailaba descalza, con una túnica y sin maquillaje, admitieron que en su estilo había un arte original y apasionado, sabían que Duncan era dueña de una estilo de danza completamente nuevo que rompía con la rigidez del ballet clásico, incluso cuando muchas de sus puestas en escena tuvieron música de compositores como Beethoven, Mozart o Chopin.

Una vez que su estilo influyó a diversos coreógrafos, tales como: Michel Fokine, Ruth St Denis y Ted Shawn, Duncan fundó compañías de danza en varios países de Europa, incluyendo Alemania, Francia y Rusia, y tuvo como alumnas a Martha Graham y Mary Wigham.

EL COSTO DE LA LIBERTAD

En el ámbito personal, la bailarina tuvo un hija con el productor Gordon Craig y uno con el millonario y propietario del emporio de las máquinas de coser Paris Singer, la tragedia robó de los brazos de la bailarina a sus dos hijos, quienes murieron en un accidente automovilístico en 1913. Tiempo después, en 1922, contrajo matrimonio con el joven poeta ruso Serguéi Esenin, una relación marcada por el alcohol y despilfarro económico del poeta, de quien se separó más tarde.

A finales de 1924, Isadora, ya divorciada, abandonó la Unión Soviética. Un año más tarde supo, por la noticia publicada en los periódicos, que su exmarido se había quitado la vida, lo que alimentó los comentarios de la bisexualidad de Duncan y sus romances con actrices y escritores.

De regreso, intentó que los empresarios capitalistas financiaran sus proyectos, pero no parecieron entusiasmarse. Además, sus opiniones ateas, su actitud favorable hacia la Revolución Rusa y su evidente aceptación del amor libre no eran cualidades que la opinión pública occidental, a la defensiva después de la eclosión comunista, valorase positivamente.

UN FINAL DRAMÁTICO

No obstante, Duncan decidió volver a los escenarios y ofreció una serie de recitales que resultaron un fracaso por lo que se refugió en Niza, donde terminó su autobiografía y preparó El arte de la danza, libro en el que pretendía ofrecer una síntesis de sus enseñanzas.

Se encontraba absorbida por esta tarea cuando, el 14 de septiembre de 1927, decidió tomarse un respiro y dar un paseo en su Bugatti, donde tuvo lugar un dramático accidente que le quitó la vida.

Viajaba en automóvil y recorría veloz la Promenade des Anglais: su largo chal rojo, el mismo que había agitado ante la multitud que la esperaba a su regreso de la Unión Soviética, se enredó en los radios de una de las ruedas posteriores del carro e Isadora no pudo liberarse por lo que murió estrangulada.

UN MITO VIGENTE

Su estilo, las obras que estrenó entre el aplauso de los conocedores y la envidia de sus contemporáneos, al igual que un legado de técnicas, que además hoy siguen vigentes, se han conservado a través del trabajo de las alumnas de la coreógrafa estadounidense. En 1978 Lori Belilove, fundó precisamente la Compañía de Danza Isadora Duncan.

Las alumnas más destacadas de la escuela que Isadora fundó en Alemania, fueron conocidas como las Isadoras, Anna Duncan e Irma Duncan, maestras de quien es considerada la mejor intérprete de las obras y la técnica de la mítica madre de la danza moderna, Lori Belilove.

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