En las últimas semanas, en México se habla mucho de dos mujeres que se llaman Carmen, entre ellas no hay muchas coincidencias. Más bien, parecen ser la antítesis, una de la otra. La primera, Carmen Aristegui, de 50 años, periodista inteligente, Lic. en Comunicación por la UNAM; ha exhibido la corrupción de políticos (especialmente del PRI), por lo que la han tratado de censurar, y, aunque no con mucho éxito, sí la han castigado quitándole el atractivo sueldo que recibía de la empresa MVS. Esta Carmen ha provocado discusiones apasionadas en todos los medios de comunicación. Unos en contra, otros a favor. Y está la otra Carmen, la de 81 años, la que, debido a su incursión a en la política mexicana, ha desatado la burla, tanto de profesionales del periodismo como de legos. Carmen Salinas es originaria de Torreón, Coahuila, en donde hay una calle que se llama como ella. Inició su educación primaria en la escuela "Alfonso Rodríguez", pero no la terminó; en entrevista para El Siglo de Torreón, el 10 de octubre de 2010, declaró: "A duras penas llegué a tercero de primaria y miren hasta dónde he llegado". No obstante, su poca instrucción no le ha impedido tener éxito como comediante, actriz de películas y telenovelas, productora teatral, y ahora, candidata a diputada federal plurinominal por el PRI. Lo que habla de que no es tonta. Claro, no habrá que juzgar su inteligencia preguntándole sobre cuáles libros han marcado su vida, probablemente no existan.
¿Qué motivó a César Camacho, presidente del PRI, para invitar a esta octogenaria a ser diputada?: Se trata de su popularidad, sólo de eso. Una ración más de circo. No creo que hubiera pensado que Carmen Salinas fuera aportar disertaciones brillantes entre los diputados. Porque sí nos basáramos en su escolaridad y en su manera de expresarse, tal vez no pueda estructurar de manera correcta una iniciativa de ley. También, difícilmente podrá cumplir con la asistencia a la Cámara de Diputados, pues tiene múltiples compromisos como actriz. Recordemos que es una anciana, no se puede esperar que soporte grandes cargas de trabajo o extenuantes discusiones retóricas. Aunque en esto no hay novedad, pues la mayoría de los diputados se encuentra en las mismas circunstancias, aun siendo jóvenes. De manera que no nos "desgarremos las vestiduras" porque con ella no será peor el trabajo legislativo. Desde luego, tampoco mejorará. Su presencia en la Cámara de Diputados será mediocre como la de la mayoría. Carmen Salinas no es menos que los diputados que ya legislan. Por ejemplo: el priista Armando Neyra Chávez, senador plurinominal únicamente terminó la primaria. Otro, el senador Isaías González Cuevas (PRI) apenas estudió la secundaria.
Carmen Salinas posee astucia y habilidad verbal. A pesar de su edad contesta de manera simple y ágil a preguntas malintencionadas: un periodista le pidió su opinión sobre el escándalo de la "casa blanca" y respondió que su casa también está pintada de blanco. Es una mujer con malicia que ha sabido explotar su imagen de mujer ordinaria y carente de refinamiento. En su propia cuenta de Twitter, con frecuencia publican "memes" en los que se le ridiculiza; para cualquier fenómeno social o natural hay una imagen cómica con la señora. ¿En qué se traduce todo esto?, en fama y la fama trae consigo contratos comerciales, incluido el sueldo de diputada que recibirá.
La presencia de Carmen Salinas, en los espacios legislativos, sólo es un reflejo de lo que somos los mexicanos. Representa al México de la bufonería y del chisme; de los ciudadanos proclives a la risa, que simulan indignación burlándose de los villanos. Pero no toman en cuenta que, si bien la frivolidad en pequeñas dosis refresca el intelecto, el exceso termina pudriéndolo. Esto pasa en México, existe demasiada ligereza por eso no se piensa con seriedad. Todo termina siendo diversión. Si no cómo se explica que el PRI esté en primer lugar en las encuestas de las próximas elecciones. En otros países sería incomprensible que con tantas denuncias recientes de corrupción sobre el PRI, los ciudadanos siguieran votando por un partido así. Y no es que los demás partidos no tengan su ración de corrupción, pero los hechos que, actualmente, se han exhibido de la Presidencia deberían repercutir en la conciencia de los electores, pero no es así. No hay conexión con la realidad. Da la impresión que el trabajo del periodismo de investigación no empata con la idea de los votantes, y sólo sirve para sacarlos del aburrimiento. Pareciera que los medios de comunicación únicamente sirven como una catarsis ilusoria: una falsa satisfacción.