Óscar Oliva
Al preparar su más reciente libro titulado Iniciamiento. Poesía reunida, que abarca el universo poético de Óscar Oliva, elaborado durante más de 55 años, el autor encontró que “soy un poeta profundamente chiapaneco; todo lo que planteo desde mi primer libro, todo, cómo se transforman los colores en las montañas antes y después de la lluvia, me di cuenta, esto es Chiapas”.
Chiapas aparece a lo largo de su obra con “toda su belleza y con toda su miseria también y con todos sus problemas económicos y políticos. “Me encontré que Chiapas es por supuesto una parte importantísima de México y me encontré que mi poesía también señala diversos momentos del país, diversos momentos muy convulsos y por supuesto también sus alegrías, que son mis alegrías, los gozos, que son también mis gozos”.
Por ello, celebró la aparición de Iniciamiento, el cual ha visto la luz en dos tomos gracias al esfuerzo de diversas instituciones, como el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, la Universidad de Ciencias y Artes, así como la Universidad Autónoma de Chiapas, además de la editorial Aldvs.
“Esto me halaga mucho porque son más de 55 años de escribir poesía”, uno de los géneros literarios menos leídos, pero cuyos lectores, reconoció el escritor, están muy bien formados intelectualmente.
LA SEDUCCIÓN DE LA LECTURA
Desde uno de sus primeros poemas, Óscar Oliva ya apuntaba que “no soy más que una voz desbocada salida de las montañas” y al paso de los años se sigue considerando así, aunque recordó que nació “en una casa en Tuxtla Gutiérrez, donde solamente había un libro y un lector, que era mi abuelo paterno y ese libro era nada menos que El Quijote”.
Con él encontró “un lenguaje sublime, un lenguaje encantador, un lenguaje transfigurado”, que luego alimentó con lecturas de poetas de la talla de Antonio Machado, Federico García Lorca, Ramón López Velarde y Carlos Pellicer.
Posteriormente, la amistad y el gusto por la poesía lo llevaron a formar parte del grupo denominado La espiga amotinada, junto con Jaime Labastida, Eraclio Zepeda, Juan Bañuelos y Jaime Augusto Shelley, con quienes leyó a Pablo Neruda, Vicente Huidobro, César Vallejo y a José Gorostiza y su “Muerte sin fin” que, dijo, es quizá el más grande poema que se haya escrito en el siglo XX en lengua castellana.
Fue en 1960 cuando en el libro colectivo titulado La espiga amotinada apareció su primera obra: “La voz desbocada”, donde Chiapas se revela en un juego de contrastes marcados, entre otros aspectos, por la luz y la oscuridad.
Pero el autor aclaró que no se trata de la luz y oscuridad del alma, sino la natural, “la que nos hace ver distinto; no es lo mismo ver una piedra en un río con la luz del sol, que ver esa misma piedra de una manera nocturna. Son distintos, porque también irradian una luz distinta y voces distintas, cantan de manera distinta, entonces el poeta tiene que ejercer también una oscuridad y una luz para ver las cosas de distinta manera”.
CON LOS OJOS ABIERTOS
Para Óscar Oliva ser poeta es ante todo ser un observador y aunque la gente diga que a veces parece que el poeta anda un poco lelo o distraído, es por el contrario, “anda muy compenetrado, observando, viendo y apartando cosas que en un momento dado pueden no interesarle. Pero una de las funciones y el trabajo del poeta es observar y mirar no solamente con los ojos, sino también con la mente”.
A “La voz desbocada” le siguieron los títulos “Áspera cicatriz”, “Estado de sitio”, “Trabajo ilegal”, “Lienzos transparentes” y “Estratos”, los cuales se encuentran reunidos en Iniciamiento, que da cuenta de la constante evolución en la obra de Óscar Oliva para quien la poesía es siempre experimentación.
La historia de la poesía está marcada por cambios, a veces vertiginosos, a veces lentos, y en su obra, dijo, “he querido de una manera no muy consciente, que estos cambios se vayan reflejando, por eso salto de poemas muy complejos hasta abstractos, únicamente sonoros, de lenguaje, a poemas de una violencia verbal y una violencia carnal, de una violencia erótica y recogiendo también de la violencia de las calles”.
En la poesía cabe de todo, y en sus versos más recientes Óscar Oliva ya habla de Internet, porque las nuevas tecnologías, querámoslo o no, nos están sacudiendo y a veces rebasando, y hay que aprovecharlas y tratar de incorporarlas.
“Pienso que la poesía del siglo pasado es ya una poesía cerrada, incluyendo estos dos volúmenes, incluyendo la poesía que he escrito. Es una poesía cerrada, eso no quiere decir que no sea una poesía trascendente, que no tenga un alto valor, pero ya no puede seguirnos alimentando, porque no corresponde a la velocidad con la que va el mundo actual”.
El poeta debe adentrarse en los avances de la ciencia, donde también existe poesía. “Nosotros, los escritores, tenemos que sumergirnos, rescatar y ver lo que en esas aguas de la ciencia, aunque son muy oscuras, como la propia poesía, qué es lo que podemos rescatar e incorporarla a nuestra poesía. Este momento que estamos viviendo creo que es sumamente importante”.
LO CAMBIOS EN LA ESCRITURA
Al igual que en los años veinte del siglo pasado, hubo una gran revolución poética con Apollinaire, los dadaístas y los surrealistas; en el siglo XXI debe pasar algo que conmocione a los lectores de poesía y a la poesía misma para crear lo que Óscar Oliva llama poesía abierta, incluso planetaria.
“Abierta a todo, al caminar de una hormiga, abierta al conocimiento cada vez más grande que estamos obteniendo del universo, abierta a que los seres humanos somos seres que nos va a llegar también el olvido, gente que va a desaparecer; humanidad que en un momento determinado es posible que vaya deshaciéndose.
Ante todas las cuestiones tan repugnantes que atraviesa el mundo, los crímenes, la represión, la descomposición del Estado debe estar totalmente transformada y reorganizada y retransformada en la escritura, según considera el autor chiapaneco.
La poesía, hoy sigue teniendo el mismo papel de siempre, como “una expresión a través de un lenguaje elaborado, de un lenguaje que sea capaz de expresar todos los sentimientos humanos y no quedarse en uno solo, no quedarse en un sólo camino, sino que debe expresar desde el movimiento de las hojas de un árbol cuando pasa una corriente de aire, hasta las grandes convulsiones sociales, las grandes convulsiones históricas. Lo épico y lo lírico siempre deben ir tomadas de la mano, lo muy oscuro y lo muy claro, como decía José Lezama Lima, son dos ríos que se deben encontrar. Lo de siempre, tratar de expresar las pequeñas y grandes miserias del ser humano”.
UNA LECTURA DE LA REALIDAD
Iniciamiento incluye el poema “Balada por los muchachos de Ayotzinapa”, escrito en 2014 “como cualquier ser humano que se manifiesta, no como un héroe de la cuestión social”, pues para Oliva los escritores no deben ser deificados, pues no son ellos los que tienen la última palabra.
Ahora, Óscar Oliva continuará como siempre, escribiendo poesía, que le ha valido premios como el Nacional de Poesía Aguascalientes, el Chiapas Rosario Castellanos y el Internacional de Poesía Ramón López Velarde, y ya alista un nuevo libro que se titulará Lascas, en el que seguirá los pasos de nuestros antepasados para la creación de su propio mundo.
“Es un libro que estoy procurando que se entienda, estoy procurando que sea un libro con mucha claridad, pero sin perder profundidad y sin perder su carácter de poesía, su esencia poética y también estoy tratando de que sea un libro que siente sus bases en los grandes poetas griegos y latinos que siguen siendo para mí una gran enseñanza”.