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Prietitos que se leen la piel

La pluralidad de la discriminación en México

Prietitos que se leen la piel

Prietitos que se leen la piel

Iván Hernández

Las mismas barreras que marcan diferencias cruzaron el umbral del siglo XXI. Sin embargo, hay signos de esperanza. En México, un país con tendencia cotidiana a discriminar, algunas de sus demarcaciones, forma parte de un reducido grupo de naciones en los que es posible el vilipendiado matrimonio entre personas del mismo sexo, un paño de agua tibia para un mal de enormes proporciones.

Dar lecciones de moral nunca ha sido prueba de virtud.

Tzvetan Todorov

Discriminar forma parte de la canasta básica de actitudes del pueblo mexicano. Y no es que uno discrimine a diario, aunque haya quien lo hace. Es un asunto de estar en el momento exacto a la hora apropiada y decir con una mirada, o con palabras, que para eso sirven, las cosas que uno percibe, cree y siente. La mayoría de las veces basta con una una palabra que engloba todo el malestar o el desprecio que nos causa una persona con su mera presencia delante de nuestros ojos, y es que ese "asalariado", ese "ignorante", ese "indio", ese "marica", no son insultos, sino una declaración de principios, prejuiciados y estereotipados, pero principios al fin.

Se trata de una práctica social duramente enraizada en la historia, socialmente extendida, validada y potenciada por la sociedad. Eso de menospreciar, hostilizar, vituperar, excluir, y demás verbos allegados al de discriminar, no tiene límites. El lenguaje es una de sus herramientas predilectas, quizás por economía, un sonido basta para clasificar, denotar la diferencia y atentar contra la dignidad de un individuo.

Desde que nacemos se aprende a discriminar, la buena educación comienza en casa, con algo tan simple como amonestar a una criatura por su infantil amistad con un infante de higiene dudosa, tez oscurecida o aspecto francamente pobre. Ese tipo de acciones son bien aprendidas, se desarrollan, maduran y se convierten en lo que ya mencionamos líneas arriba, principios.

¿Y dónde se manifiestan tales pautas de acción? En todos lados: escuelas, iglesias, clubes sociales y deportivos, medios de comunicación, espacios públicos y laborales, vialidades, etcétera, hasta convertirse en respuestas automáticas a situaciones cotidianas.

La psicología social dice que se trata de ideas, valores, opiniones, creencias, que funcionan como prejuicios o estigmas encaminados a rechazar la diferencia como valor cultural y social, y una tendencia a negarle a un individuo algo tan elemental como el derecho a ser como es.

Los prejuicios, explica Jorge Aguilar-Morales, presidente de la Asociación Oaxaqueña de Psicología, no sólo se refieren a una opinión o creencia, también implican una actitud que incluye sentimientos como desprecio, disgusto y abominación.El estereotipo se refiere a generalizaciones acerca de los miembros de un grupo, se trata de percepciones resistentes al cambio al estilo de "los indígenas son necios".

AQUÍ DISCRIMINANDO

En territorio mexicano las causas más comunes de ese menospreciar, vituperar, reducir, hostilizar, y demás, al prójimo son la capacidad económica, la apariencia física, la edad, el sexo, la religión, el nivel educativo.

Luego vienen la forma de vestir, el mero hecho de provenir de otro lugar, el color de piel, el acento al hablar, las costumbres y la cultura. Esto lo dice la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México 2010 (Enadis). Otra conclusión es que la percepción de ser discriminado es más alta mientras más bajo es el nivel socioeconómico al que pertenece una persona.

Para esbozar una breve historia del concepto digamos que surgió el individuo, luego los grupos y enseguida algunos de esos grupos se definieron a sí mismos como superiores a otros grupos. Los griegos, por ejemplo, esos antiguos que inventaron la democracia y la sodomía, se consideraban superiores a los esclavos y extranjeros, sólo sentían cierta consideración hacia los egipcios, que tenían razón en algunas cosas.

Siglos después, en 1963, vino el descubrimiento del ADN, se dio un impulso científico a la versión de que todos los humanos somos iguales. La comunidad internacional comenzó a condenar, por la vía de los acuerdos y los tratados, las variadas formas de reducir, estigmatizar y hostilizar al prójimo. Sin embargo, la humanidad no parece capaz de cambiar de rumbo, tiene las armas debidamente dirigidas hacia el prietito en el arroz, también está lista a remarcar la abismal diferencia entre caviar y frijoles, porque si bien en gustos se rompen géneros no hay como el gusto natural que no atenta contra la sana moral de la época.

JURÍDICAMENTE HABLANDO

La definición utilizada en México es larga porque el fenómeno es de extenso recorrido. Los vocablos clave son: distinción, exclusión, restricción y preferencia, siempre que tales conceptos tengan como resultado obstaculizar, impedir, anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas a causa de detalles como el origen étnico o nacional, la raza, el color de piel, la cultura, el sexo, el género, la edad o las discapacidades.

La lista sigue con la condición social, económica, de salud o jurídica, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, la identidad de género, el estado civil, la situación familiar, las responsabilidades familiares, la apariencia física, las características genéticas.

Y concluye, de manera enunciativa que no limitativa, con la condición migratoria, el embarazo, la lengua, el idioma, la identidad y filiación política, los antecedentes penales...

No obstante, también hay lugar para las actitudes de odio hacia ciertos sectores de la población que derivan en términos como la homofobia, la misoginia, el antisemitismo, la xenofobia...

Una de las formas contundentes en que se expresa es la de las encuestas. Un ejercicio de la empresa Parametría de 2013 expone que dos de cada diez mexicanos son contrarios a la idea de dar un trabajo honrado a alguien con antecedentes penales; el 44 por ciento de la población considera que una persona religiosa es más confiable que un ateo; cerca de un tercio opina que los derechos humanos son importantes pero no pueden ser aplicables a todos, y casi la mitad percibe un peligro de conflictos graves a consecuencia de un gobierno que permite la pluralidad de opiniones.

Jorge Aguilar-Morales identifica dos dimensiones de la discriminación, la personal, que se refiere al acto llevado a cabo por individuos, y la institucional, que abarca políticas o prácticas llevadas a cabo por organizaciones y otras instituciones.

¿POR QUÉ DISCRIMINAMOS?

Autores como Charles Kimble, en Psicología social de las Américas, dicen que la causa se encuentra en los prejuicios y los estereotipos negativos que podemos atribuir a ciertos grupos. El proceso parte de una necesidad del ser humano, la de poseer una autoestima y una identidad social positiva. Una forma de conseguir ambas cosas consiste en denigrar a un grupo, lo cual, en teoría, contribuye a mejorar la autoestima social de los miembros de nuestro colectivo al destacar las ventajas, las diferencias positivas que poseemos.

Para elevar la autoestima, pues, nada como el prejuicio, una opinión, creencia o actitud surgida del hábito humano de pensar en categorías: ignorante, sabihondo, corrupto, afeminado, etcétera. El pensamiento categórico, facilita la distorsión de las percepciones por las vías de la asimilación (minimizar las diferencias) o del contraste (exagerar las diferencias). "Los grupos que se forman sobre casi cualquier criterio, en cuestión de minutos suelen preferir a su grupo interno y verlo como superior a otros grupos y buscan mantener sus posiciones de ventaja sobre otro", expone Aguilar-Morales.

Los psicólogos sociales tiene claro que el prejuicio y la discriminación son conceptos vigentes que gozan de cabal salud. Advierten que las técnicas con que se reducen no son tan eficaces como convendría.

Cuauhtémoc Manuel de Dienheim Barriguete, especialista en temas de derechos humanos, considera que en el caso mexicano la igualdad parece ser sólo una utopía y una quimera inalcanzable.

En lugar de reducirse, las diferencias de hecho entre las personas son más palpables, afirma, debido a factores como la desigualdad en las oportunidades y la falta de un real acceso al ejercicio de los derechos.

México, opina, es un campo fértil para que proliferen los actos contra la igualdad tanto en los hechos como en el campo del derecho. El panorama descrito por Cuauhtémoc de Dienheim, maestro en Derecho Constitucional, es poco halagador, su visión es la de un país donde las percepciones y opiniones dominantes en considerables sectores de la población están marcadas por profundos prejuicios discriminatorios, mismos que provocan división social, maltrato y falta de igualdad, afectando de esta manera los derechos y libertades de millones de personas y de diversos grupos.

LA DANZA DE LOS NÚMEROS

Los ejercicios de Parametría de 2013 y 2014 reflejan que los sectores con más opciones de ser discriminados en territorio mexicano son los de personas con preferencias sexuales distintas a las "bien vistas" socialmente, seguidos de los pobres, las personas que no tienen color de piel al gusto del que mira.

Esto, dicho con cifras, significa que nueve de cada diez personas afirman que existe discriminación hacia las personas por sus preferencias sexuales, 89 de cada 100 mexicanos considera que existe un trato diferente por la apariencia de las personas y 85 de cada 100 piensa que la clase social es un factor de discriminación en el país.

La mitad de las personas lesbianas, homosexuales o bisexuales ve a la discriminación como el principal problema que enfrentan. En un dato relacionado, cuatro de cada diez personas en México no estaría dispuesta compartir su casa con lesbianas y homosexuales.

Los datos de la empresa encuestadora también muestran que hay tratos diferenciados a causa de la edad (84 por ciento), el origen (83 por ciento), y el color de piel (79 por ciento) de los individuos. Con porcentajes menores aparecen la discriminación por creencias religiosas (62 por ciento) o por opiniones políticas (61 por ciento), no obstante, más de la mitad de la población considera que existe un trato desigual por estas cuestiones.

La calidad de inmigrante también es motivo de una percepción desfavorable, más de seis de cada diez personas consideran que los inmigrantes provocan disminuciones en la comunidad.

El 60 por ciento de los mexicanos opina que la riqueza es el factor que más divide a la sociedad, mientras que más de una cuarta parte ha sentido que sus derechos no fueron respetados por no tener dinero.

Casi seis de cada diez encuestados (58 por ciento) creen que las personas con barba, pelo largo y tatuajes deben cambiar su aspecto porque no es adecuado para obtener un trabajo.

El 36 por ciento de la población piensa que los jóvenes que no estudian ni trabajan están en esa condición por decisión propia.

MÁS O MENOS

Los datos de Parametría, del ejercicio realizado en 2013, muestran que casi un tercio de la población (30.4 por ciento) ha sido víctima de racismo, 7 millones de indígenas y 450 mil afromexicanos han sido los más afectados. Además, uno cada cuatro concuerda con la idea de que México es una nación menos desarrollada que otras porque aún hay indígenas.

Más de la mitad de los mexicanos (52 por ciento), según el informe, han sido discriminados alguna vez por su apariencia física, el 46 por ciento ha sufrido discriminación por su acento, el 38 por ciento debido a sus costumbres o su cultura, mientras que el 36 por ciento sufrió de trato desigual por su color de piel.

Parametría también concluyó que las personas menos excluidas y agredidas socialmente en el país son aquellas que padecen alguna discapacidad, los enfermos de sida o infectados con el virus del VIH, los expresidiarios y las personas religiosas.

También 89 por ciento de sus encuestados se mostró en desacuerdo con la idea de separar del resto de las personas a quienes padecen sida; 90 por ciento no fue partidario de la idea de que las personas con discapacidad son un obstáculo para que una sociedad se desarrolle; dos de cada diez entrevistados opinaron que las personas que han salido de la cárcel no deben tener trabajos de responsabilidad pues pueden cometer delitos.

El propio concepto de discriminación refleja un desacuerdo. Para 24 por ciento de los entrevistados las prácticas discriminatorias son un signo de intolerancia, 23 por ciento considera que la discriminación es peor en otras partes, 21 por ciento la ve como parte de la naturaleza humana, 16 por ciento la considera como un defecto y 10 por ciento como un mecanismo de defensa.

MAYORÍAS DISCRIMINADAS

Las cifras oficiales, la Enadis 2010, arrojan que más de 64 de cada 100 personas en México se consideran morenas, pero el 54.8 por ciento de la población asegura que a las personas se les insulta por el color de piel y el 15 por ciento ha sentido que sus derechos no han sido respetados por esa característica física.

Un cuarto de la población califica como normal que los hombres ganen más que las mujeres con el argumento de que tienen una familia que mantener. En esa misma proporción se cree que la escuela adecuada para las niñas es aquella donde pueden aprender correctamente los roles de esposa y madre.

En fechas frecuentes, el término asalariado ha cobrado fuerza como forma de marcar una distinción entre las personas. Esta calidad pone a más de la mitad de la población que vive en situación de pobreza moderada en el centro de la mirilla discriminadora. Para el 31 por ciento de la población a nivel nacional los pobres siguen pobres porque no se han esforzado lo suficiente.

¿DISCRIMINAMOS MÁS QUE OTRAS CULTURAS?

México no es un caso aislado. La discriminación se da en todas partes. En algunos casos, documentados, la nación mexicana se encuentra por debajo de otros países.

Por ejemplo, a propósito del matrimonio entre parejas gay, el Pew Research Center elaboró un estudio, difundido en noviembre del año pasado, donde quedó claro que esa opción goza de la oposición de las mayorías en los países de Latinoamérica.

En destinos como Honduras, Guatemala, El Salvador y Paraguay más de ocho de cada diez personas son contrarios a la unión entre parejas del mismo sexo. En el extremo de las naciones más tolerantes se encuentran Uruguay, Argentina, Chile y México.

En el PRC afirman que la actitud hacia los matrimonios entre personas del mismo sexo está definida, al menos en parte, por juicios morales, Para respaldar esta conclusión expone que en 15 países latinoamericanos, más Puerto Rico, la mayoría cree que la homosexualidad es inmoral. Sólo en Argentina, Chile y Uruguay está por debajo del 50% la creencia de que ser homosexual es moralmente erróneo.

Todavía es fácil contar el número de países que permiten el matrimonio gay, fenómeno reciente, pues comenzó a reconocerse como un enlace jurídicamente válido en el primer año del nuevo siglo.

Holanda fue el primero, en el 2000, siguió Belgica en 2003, en 2005 hicieron lo propio Canadá y España, Sudáfrica se sumó a la lista en 2006, Suecia y Noruega lo hicieron en 2009.

En 2010, Argentina, Islandia y Portugal permitieron la unión, seguidos de Dinamarca, en 2012. Brasil, Francia, Inglaterra, Nueva Zelanda y Uruguay autorizaron estos matrimonios en 2013. En 2014, fueron Luxemburgo y Escocia. En 2015 se sumaron Finlandia, Irlanda, Estados Unidos.

México, destaca el PRC, es el único país donde el matrimonio gay es legal en algunas jurisdicciones. Empezó en la Ciudad de México (2009), también está permitido en Quintana Roo (2011), Coahuila (2014) y Chihuahua (2015).

Amnistía Internacional, en su informe correspondiente a 2014, explica que negar los derechos elementales a una persona es fácil cuando se le considera "inferior" debido a prejuicios basados en conceptos de identidad y la necesidad de identificarse con cierto grupo.

Para probar su punto, la oenegé aborda la experiencia de pertenecer al sexo femenino en países con leyes que convierten a las mujeres en ciudadanas de segunda clase. Las normas regulan aspectos como la vestimenta y prohíben prácticas como manejar (Arabia Saudita) o trabajar por la noche (China, Letonia, Madagascar). Además, hay leyes que limitan el derecho de la mujer a casarse o el derecho a no casarse, a divorciarse o volver a casarse (Afganistán, Níger, Sudán).

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) muestra otra dimensión de la discriminación como realidad cotidiana para millones de personas. En este organismo estiman que en el mundo existen entre 120 y 150 millones de niños y jóvenes con discapacidades y que de esos millones apenas el 2 por ciento asiste a alguna escuela; además, 250 millones de personas son discriminadas por haber nacido en el seno de una clase social marginada.

COMBATE DESIGUAL Y LOGROS

Para reforzar el marco legal de la igualdad, derecho reconocido en la Constitución Mexicana, el 11 de junio de 2003 entró en vigor en el país la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación -la reforma más reciente se hizo en febrero del año pasado-, que dio origen al Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) instancia a la que usted puede llevar quejas por cuestiones como no recibir educación en planteles públicos o privadas a causa de una discapacidad o del credo religioso; diferencias en el salario y las prestaciones para trabajos iguales, y demás.

En el Reporte sobre la discriminación en México 2012, la Conapred reconoce que la desigualdad de trato difícilmente será erradicada de la cultura nacional y que la estrategia del gobierno mexicano en este desigual asunto difícilmente dará resultado.

En la última década de vida nacional han sido creadas o reformadas instituciones especialmente denominadas para atender a sectores de la población que suelen ser menospreciados, hostilizados, reducidos, como las mujeres, los jóvenes, los adultos mayores, los indígenas, etcétera. Sin embargo, la proliferación de institutos y la dispersión de recursos impiden que los programas y acciones consigan mellar la tendencia a discriminar de la sociedad mexicana.

La propia Conapred tiene logros modestos que, sin embargo, van escalando en importancia año con año. Según datos del Consejo, en el periodo 2009-2013 la Secretaría de Educación Pública fue objeto de 258 reclamaciones calificadas como presuntos actos de discriminación, el Instituto Mexicano del Seguro Social acumuló 220 quejas y el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado sumó 127 casos.

En 2013, el CONAPRED abrió 471 expedientes contra servidores públicos, de los cuales 259 se calificaron como presuntos actos de discriminación. Las causas principales de los presuntos actos de discriminación fueron la condición de salud, la discapacidad, la edad, el género, la preferencia u orientación sexual y la apariencia física.

Sin embargo, todavía no se establecen vías eficaces para dirimir actos de discriminación cometidos por particulares. En 2013, 645 de las 655 quejas radicadas contra particulares se convirtieron en presuntos actos de discriminación. Los motivos más frecuentes incluyeron la discapacidad, el embarazo, la apariencia física, la preferencia u orientación sexual y la condición de salud. Los principales responsables de estos actos fueron empresas, escuelas, transportes, tiendas de autoservicio o departamentales, restaurantes y bares.

LAS METAS DE LA IGUALDAD

La ruta trazada por el gobierno federal para alcanzar la igualdad tiene objetivos que, en caso de concretarse, únicamente restarían puntos porcentuales a algunos de los factores que originan o son causados por el trato desigual entre mexicanos. El gobierno pretende reducir, partiendo de los registros de 2012, el número de mexicanos que entran en categorías como: menores de 18 años con rezago educativo, indígenas con carencia por acceso a los servicios de salud y personas con discapacidad sin seguridad social. Los objetivos planeados para 2018 pasan por disminuir entre cinco y veinte puntos porcentuales el número de personas ubicadas en tales categorías.

Signos de esperanza, más allá de los planes oficiales, los hay, por ejemplo. Cuando Manuel Gutiérrez y Javier Rodríguez recibieron el visto bueno de la Suprema Corte de Justicia para legalizar su unión, el obispo de Aguascalientes, José María de la Torre, hizo algunos comentarios que llegaron a medios internacionales.

"Mañana cualquier cosa va a ser familia. Se podrá casar un señor con un perrito y van a poder adoptar perritos", esto ocurrió en septiembre de 2014.

La comunidad homosexual de Aguascalientes presentó una denuncia ante Conapred y finalmente el 6 de julio de este año, se difundió una carta del jerarca religioso en la que se retracta de sus palabras. Conapred demandó una disculpa pública.

"Bajo ninguna circunstancia pretendí usar estas expresiones con objeto discriminatorio y excluyente", dijo el religioso en la carta.

La amonestación pública o privada es una de las formas en que Conapred sanciona los actos de agentes discriminadores, categoría en la que entró el obispo de Aguascalientes gracias a sus comentarios.

Las autoridades también pueden determinar que se entregue a la víctima del agente discriminador una compensación -la cual puede ser pecunaria- o la reparación integral del daño, medidas que también se aplican en otros países, como España, donde en mayo pasado, un colegio fue obligado a pagar 122 mil 989 euros por un acto de discriminación en contra de un docente cuyo contrato en la institución no fue renovado porque dio a conocer su homosexualidad.

FRENTES ABIERTOS

El combate a la discriminación es también un montón de luchas, contra un sistema educativo que no multiplica las oportunidades, contra un sistema de salud que no está al alcance de todos. Las hostilidades se extienden a tribunales en los que se juzga en función de la apariencia física, la clase social o la edad, a un mercado de trabajo que carece de espacios formales para ocho de cada diez jóvenes. En uno de los frentes, los indígenas siempre son los perdedores.

"Hoy puede afirmarse que cruzaron las fronteras del siglo XXI mexicano las mismas barreras de entrada, los mismos privilegios, las mismas influencias, los mismos ganadores de siempre", dice el reporte 2012 de la Conapred.

En los últimos años, la sociedad mexicana ha tenido oportunidad de atestiguar actos de seres "superiores" que exigen tratos especiales por su cercanía con alguna autoridad o por su calidad de depositarios de una parte del poder gubernamental.

En mayo pasado, Lorenzo Córdova, consejero presidente del Instituto Nacional Electoral pidió disculpas a quienes se ofendieron por las burlas que hizo a costa de Mauricio Mata Soria, miembro de la Gubernatura Nacional de Los Pueblos Indígenas.

Córdova se reunió con representantes de esa organización el 23 de abril pasado y luego de terminar el diálogo hizo una llamada en la que remedó la forma de hablar de Mata Soria: "Yo jefe gran nación chichimeca, yo no permitir tus elecciones, (...) yo gran jefe Toro Sentado, está de pánico", intercalando entre remedo y remedo sus divertidos "no mames".

Para hacer más irónico el asunto, en dicha reunión la organización solicitó a la autoridad electoral la posibilidad de presentar en los comicios de junio a candidatos indígenas sin que pertenecieran a algún partido y Córdoba Vianello les presentó la guía "Elecciones sin discriminación".

La llamada fue grabada y se difundió por internet. Córdova argumentó que era un contenido obtenido ilegalmente y filtrado indebidamente, que pretendía desgastar al instituto electoral.

"Se me quiso hacer ver como un discriminador cuando toda mi vida he defendido y trabajado en el tema de los derechos humanos", dijo. No obstante, el consejero, de 43 años de edad, ha pasado las últimas dos décadas de su vida ligado a la organización de elecciones en México, salvo por una pausa para estudiar el doctorado en Teoría Política en la Universidad de Turín.

La Conapred no inició un procedimiento contra el consejero presidente del INE. Sí existe, en cambio, un expediente de queja que en mayo pasado fue turnado a la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

EL RESULTADO

Los actos degradantes de las autoridades o de sus familiares, causan revuelo en esos nuevos juzgados que son los portales en la red, la burla es respondida con burla, pero también con actitudes moderadas, que hacen ver aún peor a los acusados, porque se trata de discursos razonados, informados, y dotados con el menos común de los sentidos, el sentido común.

Que el poder lleve a un individuo a sentirse superior a los otros seres humanos, a los humildes, a los indígenas, a los asalariados, y a actuar en consecuencia, parece un aspecto insoslayable de la vida en México, o como explica el periodista mexicano, Jorge Zepeda Patterson, "El poder y la posibilidad de transgredir están íntimamente vinculados".

Sin embargo, el otro lado de la moneda también tiene sus cosas. Ser la víctima de la historia, poseer el aura de vulnerabilidad, prodigar el semblante de la injusticia padecida, puede derivar en un sentimiento de superioridad al que luego es difícil renunciar, más cuando procura beneficios con la forma de programas asistenciales y opinión pública favorable.

La lucha contra los agentes discriminadores y los factores que los alientan, según la Conapred, requiere de una base material, es decir, que se reduzca la cantidad de pobres en el país. También se ocupa que las personas adquieran conocimientos y habilidades para asimilar y reclamar el derecho a la igualdad, que desarrollen actitudes y conductas de rechazo a la discriminación.

Por ello propone que el tema aparezca en los planes y programas de estudio, en los libros de texto, que se hagan proyectos, campañas, que se cuelguen carteles, que se incorporen cláusulas discriminatorias, que se hagan cosas y más cosas, porque el objetivo está muy lejano, y no existe garantía alguna de alcanzarlo. Existe otro problema relacionado con llegar a la meta, la posibilidad de que al cruzarla, ese que rompa el plano ya no sea un ser humano.

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