A decir de sus biógrafos, su prosa advierte la visión de un hombre que revisa su tiempo bajo un suave y diáfano hálito de la poesía. (ARCHIVO)
Originario de la Ciudad de México, el cronista, ensayista, narrador, poeta y traductor de profesión Marco Antonio Campos nació el 23 de febrero de 1949, cita su perfil biográfico publicado por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
De 1976 a 1983, colaboró como profesor de Literatura en la Universidad Iberoamericana (UIA) y se ha desempeñado, también, como jefe de redacción de la Revista Punto de Partida de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Asimismo, ha colaborado en los suplementos literarios: Confabulario, La Jornada Semanal y Sábado, así como en los periódicos de circulación nacional: El Universal, La Jornada y Unomásuno.
Paralelo a su labor literaria, Campos ha participado en la organización del Encuentro de Poetas del Mundo Latino, de acuerdo con el sitio electrónico periodicodepoesia.unam.mx.
En materia literaria destacan sus traducciones de diversas obras de Charles Baudelaire (1821-1867), Arthur Rimbaud (1854-1891) y André Guide (1869-1951), así como sus poemarios Muertos y disfraces, Una seña en la sepultura, Hojas de los años 1970–79, Los adioses del forastero, Árboles y ¿Dónde quedó lo que yo anduve?.
La desaparición de Fabricio Montesco, No pasará el invierno, Desde el infierno y otros cuentos y Ésos fueron los días son algunos de su cuentos más celebrados, mientras que las crónicas Recuerdo de Buenos Aires, De paso por la tierra y El señor Mozart y un tren de brevedades, lo catapultaron al éxito.
En ensayo, ha publicado Señales en el camino, Los resplandores del relámpago y El café literario en la ciudad de México en los siglos XIX y XX, y en novela Que la carne es hierba, Hemos perdido el reino y En recuerdo de Nezahualcóyotl.
A lo largo de su trayectoria ha recibido múltiples reconocimientos, entre ellos el Premio “Diana Moreno Toscano” 1972, el Premio “Xavier Villaurrutia” 1992, la Medalla Presidencial “Pablo Neruda” 2004, que otorga el gobierno de Chile, y el Premio del Tren “Antonio Machado” 2008.
A decir de sus biógrafos, su prosa advierte la visión de un hombre que revisa su tiempo bajo un suave y diáfano hálito de la poesía.
“Es la poesía de la sinceridad y de la belleza humana hecha con las palabras que antes vivieron allá en la cercanía de la vida, palabras que también llegaron del mundo para hacer la belleza y quedar allí, vivas en el poema”, asegura la crítica especializada.