EL QUIJOTE DE AVELLANEDA CERVANTES, 400 AÑOS
En los tiempos recientes, digamos que en los últimos quince a veinte años, los estudios cervantinos han dado un vuelco sensacional y de alguna manera inesperado en torno a la genial novela. Algo verdaderamente sorprendente, al menos para mí. Esto se debe al desenlace a que ha conducido la profundización en los estudios que varios autores han realizado, en particular dos de ellos, del llamado Quijote de Avellaneda, también conocido como el Quijote apócrifo, falso o espurio.
Si bien la especie de desenlace que sobre el tema se ha tenido es el resultado de análisis que datan de bastantes años atrás, "El hecho es -ha escrito uno de esos estudiosos, el español Juan Antonio Frago Gracia- que por diversas razones el Quijote de Avellaneda se ha convertido en referencia obligada para una lectura especializada del cervantino, y así lo ha entendido la crítica desde hace mucho tiempo".
Pues bien, ¿qué es el Qujote de Avellaneda? ¿Quién lo escribió y para qué? ¿Qué importancia se le concedió en el pasado y cuál es la que ahora se le reconoce y por qué? Éstos y algunos otros puntos correlativos constituyen, sin duda, el tema más apasionante, misterioso y complejo (ahora sabemos que en realidad no lo era tanto), en la historia toda de la literatura.
Por las razones apuntadas, se dedicarán a este tema varios artículos, para con éstos prácticamente cerrar esta serie de textos, que ya anda en el orden de un centenar. Veamos:
Muy al inicio del año 1605 -hay quien afirma que fue exactamente el día de Navidad de 1604- apareció publicado en Madrid "El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha", escrito por Miguel de Cervantes. Hacia el final de la novela, el autor ofrece a sus lectores continuar la fábula, con una tercera salida y más aventuras, hasta llegar a Zaragoza, por parte del caballero manchego y su fiel escudero Sancho Panza.
Ofrecimiento similar había hecho Cervantes veinte años antes, cuando publicó en 1585 su novela pastoril "La Galatea", cuya segunda parte hasta entonces no había aparecido. Y de hecho nunca apareció, no obstante que el propio alcalaíno reiteró su ofrecimiento poco antes de morir.
Lo mismo empezó a ocurrir con El Quijote. Pasaron cinco, ocho años y nada, a pesar del gran éxito que de inmediato tuvo la I Parte de éste, del que se hicieron varias ediciones el año mismo de su publicación, incluidas algunas pirata.
Hasta que en el año noveno, en 1614, vio la luz en Tarragona, donde dice haber sido impreso en la Casa de Felipe Roberto (cuya existencia histórica de su imprenta quedó finalmente probada), según reza su portada, un libro cuyo título es: "Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha". Y agrega: "que contiene su tercera salida y es la quinta parte de sus aventuras". Luego dice: "Compuesto por el Licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas".
A pesar de su título, plagiado del de Cervantes, en el tiempo de su aparición este libro careció de toda relevancia. Según Marcelino Menéndez y Pelayo, en una edición que él prologó en 1905, es decir, casi tres siglos después de que el libro de Avellaneda vio la luz, apenas llegaba éste a su sexta edición. Escribe don Marcelino que "fue mirado con la mayor indiferencia por sus contemporáneos, hasta el punto de no citarlo ningún escritor del siglo XVII…hay que llegar hasta 1732 para encontrar una nueva edición".
En México se publicó hasta 1986, por Porrúa, y hasta donde sé es su única edición en nuestro país.
Juan Antonio García Villa