
Foto: Archivo Siglo Nuevo
La llamada adicción a la información es un concepto relativamente nuevo. Sus orígenes se remontan a 2002 y tiene en la conexión permanente a las "noticias" su principal causal. Padecerla lleva al individuo a consumir novedades para quemarse los nervios.
En febrero de 2003, el entonces presidente de México, Vicente Fox Quezada, sostuvo una reunión con representantes femeninas del campesinado mexicano que derivó en célebre metedura de pata. Una parte del diálogo fue elevada por diversos analistas a la categoría de una "joya más" del "panista lenguaraz".
El presidente preguntó a las mujeres: "¿Ustedes leen periódicos?". Una de sus interlocutoras respondió: "No, pues yo no sé leer, pero en la televisión sí lo veo". El hombre de las botas de charol aflojó la boca y de ella salió una exclamación (“¡Mejor!”) seguida de un augurio favorable (“Va usted a vivir más contenta”). Su nombre, desde luego, acabó en la hoguera de los medios.
La recomendación hecha por el político panista, aunque lamentable porque nacía al calor del hartazgo foxista hacia los rotativos críticos con su labor, tiene el privilegio de anticipar lo que, con el paso de los años, se ha convertido en una recomendación esencial para el tratamiento de una adicción tan dañina como virtual.
El rastreo de los orígenes conduce la mirada hacia el golpe de Estado dado en 2002 contra el gobierno del extinto Hugo Chávez en Venezuela.
Aquella acometida dirigida a cambiar al director de la orquesta nacional fue definido como un "golpe mediático". El impacto fue analizado por sociólogos, politólogos y demás especialistas de las ciencias sociales. Una lectura que se destaca, por lo atípico de su profesión de origen, fue realizada por el Colegio de Médicos del Distrito Metropolitano de Caracas. En 2002, un par de integrantes de esa agrupación, los médicos psiquiatras Fernando Bianco y Tahirí Mariñez, alertaron sobre la existencia de nuevo síndrome clínico: la 'infofrenia'.
Justificaron la necesidad de prestar atención al nuevo padecimiento apelando a su efecto: el perjuicio causado al tejido social de Venezuela.
¿Y cómo es que uno se convierte en infofrénico? Según los especialistas la receta básica consiste en dejar entrar en la cabeza cantidades ingentes de "información variada, encontrada, confusa, disonante". De esa manera, el cerebro acaba intoxicado.
El tratamiento indicado por Bianco y Mariñez consiste en racionar la información a la que uno tiene acceso y alternar las noticias de suyo estresantes, toda vez que las malas notas no son notas, con mensajes para reducir el nivel de tensión, es decir, emisiones o contenidos entendidas como pastillas para sentirse bien: un relato sobre la amistad, el amor y la comprensión entre seres humanos, un emocionante espectáculo deportivo o una buena película.
Los consejos para la salud de los especialistas venezolanos son vistos por sus detractores como una recomendación desafortunada según la cual lo mejor que podemos hacer es sumergirnos más en la cultura occidental y suministrar al espíritu crítico una muerte por inanición.
Para quienes defienden la necesidad de tratar el mal noticioso hay abundante evidencia de que la sociedad se ve afectada por una producción incesante de información sistemática, desmedida e intencionadamente desquiciante. El resultado es un brote psicótico cuya corona tiene perlas como una actividad delirante, agitación, paranoia y un bajaybaja emocional que aterriza en territorios gobernados por la depresión o la ira.
¿Es posible que tanto los detractores como los defensores tengan la razón?
EL DISCURRIR DE LA INFOFRENIA
Earle Herrera, periodista y político venezolano, afirma que el golpe mediático representó para la gente de su país sumirse en las aguas de un proceso de "apropiación mediática de la verdad histórica".
Los medios de comunicación (rostros del poder económico) se dieron a la tarea de instalar su visión de las cosas y avivar la sensación de ardor en el imaginario social para lograr que una mayoría pensara lo que era conveniente pensar, a decir, que el presidente Chávez era la causa de todos los problemas.
El político considera que en Venezuela y varios países americanos la falta de contrapesos en los escaparates de la información es un mal de cada día ya que las empresas con recursos abarcan más y más de lo que los medios de comunicación alternativos alcanzan a soñar.
Los mass media promueven, lustran y también ensucian imaginarios, símbolos, culturas y verdades, intereses y omisiones. Acaparan el mercado de la "facultad para contar la historia" y despojan a los hechos de sus posibles lecturas para ofrecer una sola, una desprovista de cualquier otro significado o interpretación.
A mediados de los ochentas, relata la periodista y activista Ayelén Correa, se acuñó el concepto de 'apropiación simbólica y/o mediática'.
El concepto propone que frente a la proliferación de mensajes y culturas en este mundo globalizado, los grupos locales o territoriales se adaptan y vinculan con la cultura dominante -la productora de contenidos- de acuerdo al bagaje y la identidad colectivos. La apropiación se convierte en la capacidad de un grupo de vivir y revivir su historia, una forma de resistencia frente a lo impuesto por el patrón dominante.
Cuando uno recibe un mensaje, ya sea proveniente del despacho del soberano o de boca de un vecino desposeído, el receptor puede creerlo y asimilarlo, englobarlo en el sustantivo de 'verdad'. Esa percepción, sin embargo, puede llevarlo a desarrollar una alteración del contenido, anomalía que en sus extremos transforma al depositario del pensamiento en un actor castigado por el delirio.
LA IRA INFORMADA
Un ejemplo paródico de lo que acontece con los medios a estas alturas de la vida en varios países de Latinoamérica es el noticiario radiofónico ¿Hasta cuándo? concebido por el humorista argentino Diego Capusotto. En los escasos minutos de duración del programa (cinco o seis por cápsula informativa) se exhibe la esencia del síndrome infofrénico.
La catástrofe se desmenuza desde la entrada del noticiario hecha por el titular de la emisión, Arnaldo Pérez: "A todo ritmo, a levantarse, está fresco, ¡cuatro muertos!, el asesinato que mañana u hoy puede tocar a la puerta de su casa".
Al término de la introducción, Arnaldo menciona la misión de ¿Hasta cuándo?: "nosotros lo informamos con el mejor panorama de noticias que usted no necesita pero consume para enfurecer, para quemarse los nervios y estallar en un hartazgo que lo lleve a la depresión y a la furia".
El pronóstico del tiempo para el día de mañana incluye desesperanza, horror, pánico, todo está perdido; los consejos para cuidar la salud en la época de resfríos incluyen desesperanza ante el avance inevitable de cualquier cantidad de padecimientos y "encomendarse a Dios, en el caso de que sean creyentes o agnósticos o en el caso de los ateos dejarse arrastrar hacia la agonía y enfrentar la nada absoluta y la oscuridad en una eternidad en la no existencia".
¿Y qué tal el recuento por la prensa internacional? El Wall Street Journal (un diario muy serio de un país muy serio) advierte que las perspectivas económicas para la Argentina son nefastas, desastrosas y calamitosas. Sin una corrección en el mediano plazo, "la semana que viene nos van a invadir negros, muchos negros, y nos van a coger para después, finalmente matarnos, 'Cogidos y muertos' es el título del comentario, para pensar, ¿eh?".
La falta de información en la información, los trascendidos, los hechos sin confirmar, las advertencias sin sustento, los supuestos, todo eso contribuye a moldear una mente que paga con ira, tristeza y delirio su adicción.
En México, desde hace unos años, han proliferado los convenios para elevar la calidad de los contenidos informativos, acuerdos entre gobiernos y empresas de medios que son usualmente identificados como formas de censura vinculantes dirigidos a vender una imagen positiva del país.
Sin embargo, como dice Piero en una de sus canciones, "las cosas se cuentan solas" y los mexicanos no tienen más que acceder a redes sociales para recibir lo que, consideran, es información fiable, despojada de los intereses de las empresas mediáticas.
LA DESCRIPCIÓN
Bianco y Mariñez señalan que ese dejar entrar en la cabeza cantidades ingentes de información se entiende como la exposición permanente a los materiales disponibles en medios tradicionales (prensa, radio, televisión) y alternativos (redes sociales, mensajería instantánea). Una forma básica de definir a estos "locos por la información" sería: aquellas personas que utilizan todas las herramientas tecnológicas a su disposición para saciarse de contenidos que muchas veces no son veraces ni imparciales.
Fernando Bianco, psiquiatra de profesión, por estos días preside el Colegio de Médicos del Distrito Capital. Su seguimiento del síndrome lo ha llevado a exponer que la cura para la infofrenia venezolana es el 'diálogo', entablar una comunicación que revierta los daños causados por "la guerra informativa a la cual se somete a la población".
Escapar del látigo informativo es tarea harto complicada en estos días. Los medios a disposición incluyen celulares inteligentes y ordenadores con sus aplicaciones y sus redes sociales, la televisión digital con sus canales de noticias; el hábito instantáneo de los seguidores que comienzan a compartir y dan vida a un extenso abanico informativo en el que las malas noticias llevan mano.
En Venezuela los medios de comunicación, voceros de la oposición, emprendieron una guerra psicológica para crear odio hacia su presidente, culparlo de todos los males, a la vez que se omitía cualquier mención a las actividades perjudiciales que emprendieron en su cruzada anti-Chávez y que incluyeron, además de la conspiración y el golpe de estado, paros, sabotajes de la industria petrolera, acciones para desestabilizar las finanzas nacionales, la organización de grupos de resistencia contra el gobierno, etcétera.
El éxito de la campaña de odio, según Bianco, tuvo efectos en el tejido social en la forma de grupos familiares rotos, divorcios, cierre de empresas, enemistad profunda entre vecinos y allegados.
La idea que se inoculó en la mente de muchos venezolanos fue que cualquier tipo de esperanza para mejorar la situación del país reclamaba de forma inexorable la caída de Hugo Chávez.
Los promotores de la infofrenia buscan que el mensaje se instale en individuos afectados por una fragilidad psicológica de manera que les resulte imposible no procesar el mensaje y difundirlo.
La infofrenia invita al adicto a seguir a la busca de mensajes, dieta que refuerza el trastorno, porque la alternativa es la ansiedad, una similar a la que padecen los drogadictos sometidos a la abstinencia.
No es de sorprender que en México se hayan convertido en trending topics las publicaciones relativas a la visita del candidato republicano Donald Trump a la residencia de Los Pinos, vista por analistas y cibernautas por igual como una célebre y ofensiva metedura de pata de Enrique Peña Nieto.
DROGA Y SUFRIMIENTO
Un estudio realizado en 2011 por el Centro Internacional para Medios de Comunicación y Asuntos Públicos (ICMPA por sus siglas en inglés) en colaboración con la Academia de Salzburgo sobre Medios de Comunicación y Cambio Global concluye que no hay una adicción a internet sino una adicción a la información.
El documento señala que si bien la dependencia de un sector sumergido en esas aguas, los estudiantes universitarios, no puede diagnosticarse clínicamente, los síntomas de abstinencia al parecer sí que son reales.
El ICMPA y la Academia hicieron un pequeño experimento con mil estudiantes distribuidos en diez países de cinco continentes (desde Chile a China, de Líbano a Estados Unidos, de Uganda a Reino Unido). Los investigadores pidieron a los jóvenes evitar el uso de equipos para navegar durante un día.
El resultado, según exponen los investigadores, fue que una clara mayoría de los entrevistados admitió haber fracasado por completo en sus esfuerzos de pasar 24 horas desconectados.
Los estudiantes revelaron que los medios, en particular sus celulares, son 'literalmente' parte de sus cuerpos.
La conexión permanente no es sólo un hábito sino un aspecto fundamental a la hora de establecer y manejar tanto sus relaciones afectivas como su vida social.
Los estudiantes utilizan variadas identidades 'de marca' para sí mismos; tienen una herramienta de comunicación para cada tipo de relación: llaman por teléfono a sus madres, envían mensajes de texto y conversan a través del chat de Skype con sus amigos cercanos, se comunican a través de Facebook con sus grupos sociales, envían mensajes por correo electrónico a sus profesores y jefes.
El reto de 24 horas sin celulares ni ordenadores también reveló sensaciones de soledad y de incapacidad para llenar el tiempo que se invertía en navegar.
En el estudio se considera que los teléfonos celulares hacen las veces de 'navaja multiusos' y 'mantita para acurrucarse' de los jóvenes.
¿Y qué es una noticia para estos estudiantes? La respuesta fue: "cualquier cosa que acaba de pasar", desde acontecimientos mundiales hasta pensamientos cotidianos de sus amigos subidos a la red.
Facebook, Twitter, Gmail y demás, son fuentes de información cada vez más usadas por los universitarios. Los medios tradicionales son objeto de menosprecio.
La intención de los aspirantes a profesionistas es recibir noticias, pero no tienen claro el significado del vocablo (comunicación o informe que se da acerca de un hecho o suceso reciente, en especial si se divulga en un medio de comunicación). Las redes sociales, esos escaparates inundados con 'noticias personales', son los depósitos preferidos por los estudiantes para saciar su necesidad de 'noticias serias'.
Los encuestados no hicieron ninguna distinción entre noticias como tales y los 140 caracteres de un tuit o la actualización del estado en el perfil de un amigo en Facebook.
La cantidad de información que los estudiantes reciben a través de sus celulares o los ordenadores, señalan en el estudio, es abrumadora. La información fluye ante sus ojos todo el tiempo. Sin embargo, no tienen ni tiempo ni interés para seguir incluso las noticias que consideran importantes, salvo cuando tienen relación directa con los hechos registrados. Conocer las noticias diarias es muchas veces un simple ejercicio de recopilación de titulares.
Como dato curioso se menciona que para describir el resultado de sus experiencias los estudiantes escribieron, en conjunto, cerca de medio millón de palabras, número de vocablos similar al utilizado por León Tolstoi en su Guerra y Paz.
EN BUSCA DE AYUDA
La red ofrece no sólo la posibilidad de convertirse en un adicto. También, si se busca, es posible encontrar testimonios en los que se cumple la primera de las condiciones para iniciar una rehabilitación, a decir, aceptar que se tiene un problema: “El caso es que he entrado en una situación un tanto preocupante y es que cada día aparte de barrapunto visito tres 'weblogs' más y cinco periódicos online, hasta aquí puede parecer normal pero es que ¡lo hago un mínimo de cinco veces! Cuando no aparecen noticias nuevas no paro de navegar en busca de algo”.
Caer en la cuenta de que se necesita ayuda va de la mano de la reflexión, de la búsqueda de las razones que conducen a ese estado de infofrenia: "Llevo muchos años que me ocurre, justo cuando empecé a despertar, a darme cuenta de la realidad del mundo en el que vivimos, que no podía estar un día sin informarme, sin saber qué ocurre en el mundo, en Internet, y la verdad que empecé a darme cuenta de que soy un adicto, no puedo desconectar, lo he intentado muchas veces, (...), siempre acabo haciendo lo mismo".
Quienes han estudiado el fenómeno infofrénico recomiendan dar descanso al cerebro, hacer una pausa para tomar distancia con respecto al exceso de información y la ingente masa de actualizaciones.
Los siguientes son síntomas de la adicción a estar informado:
-Conectarse a las redes sociales desde el momento en que uno se levanta y hasta el momento en que uno se va a dormir.
-Publicar en redes sociales a toda hora, incluso cuando estamos en compañía de otras personas.
-No soltar el teléfono móvil ni en casa, ni fuera de ella, ni en la oficina ni a la hora de alimentarse.
-Hacer de pasar tiempo frente al ordenador la actividad preponderante del día en detrimento de opciones como salir a la calle, ejercitarse o quedar con gente fuera de las pantallas.
-Sentir ansiedad tras unos minutos de desconexión.
-Ser incapaz de pasar un día sin dispositivos.
El tratamiento elemental consiste en romper el contacto con el mundo virtual al menos cada hora, identificar los desencadenantes de la adicción a la información, mudar los hábitos que favorecen el desarrollo de la infofrenia, realizar actividades fuera de la red de redes, trabajar sin conexión en la medida de lo posible.
FUTURO CERCANO
Prepararse para combatir la infofrenia no es un asunto menor si uno atiende a las previsiones de estudios como el realizado en 2012 por Sogeti, empresa especializada en servicios y soluciones de tecnología.
En el documento, dirigido a predecir las tendencias en el consumo de tecnologías, se expone que, para ser competitivas, las compañías tendrán que dejar de enfocarse en las preferencias de los clientes para poner la mira en sus comportamientos.
Las empresas, según el análisis, carecen de preparación para sacar provecho del individualismo que el uso de la tecnología creará en los clientes.
Una predicción de Sogeti es que en 2020 los usuarios de tecnologías serán incapaces de hacer nada sin información personalizada y sin aplicaciones. Tal pronóstico se fundamenta en que en el año del estudio un 58 por ciento de las personas que visitaban a familiares y amigos consultaban sus smartphones durante la visita; un 44 por ciento de los entrevistados revisaba el iPad.
Los dispositivos personales han generado nuevas necesidades y prácticas entre los usuarios. Uno de los resultados, según el documento, es que la convivencia con la tecnología se convertirá en una adicción.
También concluye que en los próximos años se borrará la distinción entre medios nuevos y viejos de manera que sólo existirá 'el medio'.
La aparición de infinidad de aplicaciones también contribuirá al aislamiento de los individuos provocando que no sea posible distinguir entre una conducta relacionada con una información en particular y una conducta habitual.
Los investigadores de Sogeti indicaron que la humanidad está entrando en la era post-PC con personas adictas a las Apps que pasarán todas las horas de todos los siete días de la semana pendientes de las pantallas y teclados, lo que obligará a las organizaciones a transformarse en social business.
DISOCIACIÓN PSICÓTICA
Una campaña permanente de promoción de la infofrenia puede ocasionar en aquellos que se dejan avasallar por los contenidos una disociación psicótica.
Con el caso venezolano como referente, Alejandro Ruiz Iriarte, integrante del departamento de Psicología y Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona, consignó que el éxito de los esfuerzos opositores en los medios radica en haber llevado el odio ciudadano a un extremo de irracionalidad.
En una publicación de 2003 indicó que el manejo de códigos psicológicos permite crear en el subconsciente del individuo una realidad ficticia en la que 'todos' los males y por ende 'todo' lo negativo que le sucede proviene de una sola causa o de una sola persona.
De esa manera, se instaló en un sector de la población la idea de que era indispensable la caída de Chávez ya fuera por medio de los votos o de la acción violenta.
Establecido el patrón del mal, explicó Ruiz Iriarte, éste llega a un estadio que le induce a creer que eliminando la causa de los males que le aquejan habrá de alcanzar la felicidad absoluta.
A manera de ejemplo mencionó la propensión de los automovilistas a circular con el claxon reproduciendo de forma compulsiva el eslogan "¡Chá-vez-vete-ya!".
Cuando llegan a la condición de patología, las manifestaciones disociadas de la realidad alienan al individuo del mundo 'real' y lo sumergen en un mundo 'creado', no 'ficticio' porque lo tiene por 'real'.
Otra manifestación del trastorno es que a los disociados les resulta imposible procesar hechos que se niegan a tener por reales y, en un estado avanzando, no permiten que nada vaya en contra de 'su realidad', aunque haya pruebas objetivas de que no están en lo correcto.
El afectado se mantiene a la búsqueda de mensajes que refuercen su visión de las cosas y si no lo consigue se presentan síntomas de ansiedad similares al síndrome de abstinencia.
RESPONSABILIDAD
Evgeny Zhukov, periodista y escritor ruso afincado en Colombia, considera que los mass media (y más aún sus propietarios) son responsables, en buena medida, de la situación que priva en la sociedad moderna, con las sensaciones de depresión, abandono y miedo tocando a las puertas, cuando no ya instaladas de forma permanente, en los hogares, en las cabezas.
El interés económico es la medida de las cosas en las empresas mediáticas, la información es una mercancía, de manera que no tienen en cuenta el impacto generado por el tipo de producto que difunden.
Si no se atiende a los criterios de calidad la mercancía se convierte, considera Zhukov, en veneno, uno que deja secuelas en la psique de la sociedad, malestares que se exteriorizan con la forma de rebeliones, miedos, depresiones, depravaciones, incluso suicidios.
La misión de una empresa informativa, defiende el ruso-colombiano, es ofrecer a la sociedad información verídica, sin manipulación.
Los defectos más evidentes, según Evgeny Zhukov, en el proceder de los medios comienzan con el bombardeo de información negativa en los noticieros (las malas nuevas); siguen con la relevancia que otorgan a los bufones modernos; continúan con su mensaje de que el dinero es lo principal en esta vida y para conseguirlo es válido cualquier recurso; eso y la praxis alejada de las reglas elementales del periodismo, como el uso de adjetivos negativos, la adopción de perfiles consumistas, la inclinación al morbo y la exaltación de lo prohibido, esto cuando no contribuyen a la apología de las figuras delictivas.
Para crear una adicción al medio, sueño recurrente de los patrones, se emplean artimañas como el uso de picos emotivos, la mención de frases inseguras, la alusión al terror, comparaciones perversas.
La recomendación del ruso es dejar de seguir a los medios de información, lo que, puesto en otros términos representa marcar distancia con respecto a la reglamentación de la sociedad moderna. Zhukov advierte que no se debe menospreciar el papel que juegan los mass media en el desarrollo de la identidad personal.
OFICIO INFOFRÉNICO
Ser periodista o reportero, además de los riesgos inherentes derivados de la cobertura de conflictos o la investigación de asuntos que fastidian a los poderes fácticos, legales o ilegales, también implica acercarse, cuando no introducirse, en los terrenos de la adicción a la información.
No a todos les pasa, mas los informadores a los que les pasa se convierten en locos por la vía de la obsesión, de traducir la realidad a ese mundo creado de forma personalísima en el que todo es factible de recibir tratamiento noticioso.
Ir por la vida convirtiendo todo en titulares y entradas, en cierres y entrecomillados es una forma peculiar de infofrenia acaso exclusiva de quienes pasan los días en las trincheras de la información.
El trastorno te hace pensar en noticias desde el momento en que te levantas y hasta el momento en que te quedas dormido. Ni siquiera el sueño es garantía de reposo porque siempre existe la posibilidad de soñar con la de nota de ocho columnas o con la jornada que ya forma parte del pasado o con las órdenes de trabajo que se deben atender en las próximas horas.
En cuanto a la sociedad de la información, o mejor dicho, los consumidores de contenidos, la infofrenia, se va esculpiendo con la ayuda de perturbaciones del ánimo como la histeria mediática.
Dicha histeria tiene, cuando menos, dos agentes que la desatan, a decir de la experiencias críticas sobre el tema: una es la comunicación que desinforma, el otro es el linchamiento mediático.
En el primer caso, como ya se mencionó líneas arriba, el problema es que los consumidores ya no ven la diferencia entre una "noticia" y una publicación cualquiera en redes sociales.
Los medios pretenden informar, las redes sociales, en cambio, se dedican a comunicar.
El maestro de periodistas, Miguel Ángel Bastenier lo explica así: "Las redes vehiculan lo que, genéricamente, podemos llamar comunicación, mientras que los periódicos, digitales o impresos, aspiran a que lo suyo sea información, materia prima de actualidad procesada con arreglo a criterios profesionales para el consumo público".
Atender solamente a los titulares de 140 caracteres subidos a una cuenta, a los comentarios publicados en muros, significa desinformarse, entrar en un intercambio de datos insuficiente que impide moldear una opinión sustentada de los hechos, de las situaciones, apegada a los principios de verdad, precisión, independencia, imparcialidad y demás.
Los linchamientos mediáticos son como las cuentas del rosario de la infofrenia. Cada bolita es un llamado a utilizar mayúsculas en los comentarios destinados a apalear al personaje caído en desgracia, sea este una autoridad de gobierno, un funcionario de la UNAM o una mujer que exhibe la agresión sufrida por un desconocido.
Para sumarse a la masa linchadora no es requisito conocer a fondo la cuestión que originó el encono colectivo, basta con atender los destacados: la sospecha de corrupción que es sinónimo de culpabilidad, la ofensa infligida a un símbolo nacional, el deseo de una víctima de recibir justicia.
Si bien muchos medios han dejado de lado aspectos esenciales del laburo en aras de la inmediatez, el manual para difundir no se ha modificado: la teoría del marciano (redactar la nota como si la escribieras para un extraterrestre que no sabe nada de la cuestión que estás abordando), hacer uso de un lenguaje claro y sin opiniones personales, contrastar versiones...
El concepto de la locura informada es novedoso, y hablar de sus consecuencias en el largo plazo es imposible dada la escasa disponibilidad de estudios sobre el tema. La cuestión se dificulta si el debate se centra en elegir entre nutrir el sentido crítico y evadirse de lo que va mal en la colonia, el municipio, el estado...
¿Informarse o desconectar? Es una pregunta que, a la vista de la infofrenia, tiene efectos de momento insondables en la salud mental y por salud mental bien valdría que hubiera más evaluaciones al respecto, para responder a la interrogante de forma informada, sustentada, sabiendo lo que está en juego, dentro y fuera de cada mundo, es decir, dentro y fuera del mapa mental de cada individuo.
Correo-e: [email protected]