Puente de Lagos
Todos los caminos llegan a Lagos. Todo viajero que transite la autopista federal 45D rumbo a Guadalajara, ya sea desde León o desde Aguascalientes, lo notará.
La razón de esto tiene sus orígenes mucho antes de que la autopista existiera. Corría el año de 1563 cuando la ciudad fue fundada con el propósito de proteger a los españoles que viajaban por la ruta de la plata que va de Zacatecas a Guanajuato y con destino a la capital del país. Es por esto que Lagos de Moreno creció como un punto importante de cruce de mercancías y de ahí la riqueza de la ciudad que incluso llegó a ser capital del estado de Jalisco en varias ocasiones. Sus bellos edificios coloniales son testigos mudos de la época en la que la ciudad floreció, hoy su grandeza es su rica tradición gastronómica y cultural, lo que le ha valido en la actualidad el título de Pueblo Mágico.
Las primeras vistas de la ciudad deslumbran al viajero, un hermoso puente colonial de cantera rosa con grandes farolas negras que alumbran el camino al atardecer. En la base del puente se encuentra una placa donde se puede leer: “Este puente se hizo en Lagos y se pasa por arriba”, el intrigado visitante no puede más que preguntarse cómo un puente se podría cruzar por abajo.
Lagos es la ciudad de la cantera rosa, del otro lado del puente se encuentran todo tipo de hermosos edificios señoriales; todos de cantera.
Al final del puente de Lagos se encuentra la Parroquia de la Luz con su bella cúpula anaranjada y sus dos torres que se elevan al cielo. De camino a la plaza principal una parada obligada es por alguna de las tiendas de dulces típicos, hay desde jamoncillos de nuez y piñón, cajeta de higo y membrillo hasta todo tipo de quesos artesanales y conservas; el viajero saldrá con las bolsas llenas, los bolsos vacíos y una sonrisa en el cara.
Pronto se llega a la plaza principal con su pequeño quiosco afrancesado y la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción al fondo, un edificio barroco que data del siglo XVIII. Por dentro los intrincados diseños churriguerescos deslumbran al visitante con sus tonos dorados y azules. Alrededor de la plaza se encuentran múltiples cafés y restaurantes para el viajero deseoso de conocer más su gastronomía mexicana.
Otro de los edificios que se tienen que visitar es el teatro Rosas Moreno con su fachada neoclásica francesa y su bello mural independentista; un edifico típico de la época del porfiriato y segundo en importancia después del Teatro Degollado. Entre las calles coloniales se descubre la rinconada de las capuchinas, una pequeña plazuela abierta y punto de reunión de los jóvenes de la localidad. La tarde se acerca y es momento de ir cuesta arriba hasta el Templo del Calvario, uno de los íconos de la ciudad, con su enorme explanada escalonada salvaguardada por diez figuras de santos y su bella fachada (todo hecho en cantera) que es réplica de la Basílica de San Pedro en Roma. Desde la explanada se tiene la vista más impresionante de la zona, con la ciudad perdiéndose en el horizonte lejano dando paso a un verde valle de fondo, una imagen que quedará grabada en la memoria.
Con el atardecer llega el tiempo de partir, por la carretera libre a Guadalajara las curvas se hacen más pronunciadas, la neblina baja y el paisaje se hace algo tétrico. De fondo se tiene la montaña más conocida como “La mesa redonda”, una bella meseta enmarcada por extensos jardines de flores amarillas y pequeñas bardas de piedra. Una vista imperdible para recordar otro día más explorando los pueblos mágicos de México.
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