¿Harto del saqueo, la incertidumbre y la indefensión? La mejor alternativa es que aquellos organismos civiles, universidades y sectores de la Iglesia católica comprometidos con el interés general acuerden una agenda común.
En el asalto al autoritarismo priista destacaron algunos partidos y organismos civiles. Teníamos el convencimiento de que con la alternancia y el federalismo llegarían los gobiernos honestos, eficientes y sensatos. Nos equivocamos. Vinieron esos cambios, pero los partidos se prostituyeron cuando tuvieron en sus manos cargos, presupuestos e impunidad. Y empezó el cínico saqueo que facilitó el auge de la violencia criminal. Las encuestas de opinión registran el enojo ciudadano que tendrá consecuencias, sólo cuando se exprese de manera organizada.
Los organismos civiles -y aquí incluyo a modestas ONG y poderosas organizaciones empresariales- fueron determinantes en la transición (los medios también aunque desde otra trinchera). Después de consumarse la alternancia, algunos se incorporaron a las filas de los simuladores y vividores, pero una buena parte resistió la degradación y sigue poniendo al interés general como brújula. Desafortunadamente, están dispersos y divididos y eso les ha impedido tener una propuesta conjunta. Su protagonismo futuro depende de los acuerdos que establezcan con otros actores.
Entre ellos destacan los universitarios, tan determinantes en varias etapas de la transición. Imposible negar el impacto de las multitudes del Movimiento del 68, del #Yosoy132 o de los indignados con Ayotzinapa. En los últimos tiempos el progatonismo de las universidades se expresa de manera diferente. En Morelos y Veracruz los rectores convocan marchas, pero su aporte principal ha sido desentrañar, sin demasiados aspavientos, algunas claves genéticas de la violencia criminal. El 4 de diciembre de 2006, Felipe Calderón se comprometió públicamente a "ganar la guerra a la delincuencia", sin embargo, fracasó al igual que el gobierno de Enrique Peña Nieto porque se han rehusado a diseñar una estrategia integral. En consecuencia, es clara la forma como la estrategia de seguridad desaprovecha el conocimiento alcanzado en la academia.
El tercer actor -y el que tiene mayor importancia y potencial- es la Iglesia católica cuyos jerarcas se labraron un sólido prestigio de comparsas de los acaudalados. Onésimo Cepeda, quien fuera obispo de Ecatepec hasta 2012, se convirtió en el estandarte más llamativo de la iglesia de los poderosos. Hace nueve años, en 2007, don Onésimo celebró sus 70 años con una ostentosa fiesta. En helicóptero llegaron, entre otros, Juan Camilo Mouriño, jefe de la Oficina de la Presidencia de Felipe Calderón y el entonces secretario de Gobernación. Por tierra hubo un desfile de automo→ viles Mercedes-Benz, Cadillac, BMW y camionetas de lujo que transportaban, por ejemplo, a Norberto Rivera Carrera, arzobispo de Me→ xico, Carlos Romero Deschamps, li→ der del sindicato de trabajadores de Pemex, Diego Fernández de Cevallos, gobernadores, empresarios, hasta llegar a 500 (Juan Manuel Barrera, El Universal, 24 de marzo de 2007).
La iglesia siempre tuvo un sector minoritario comprometido con las víctimas. Ellos recibieron un fortísimo aliento con la visita del papa Francisco a México. En la Catedral Metropolitana llamó la atención a los obispos y les exigió alejarse de las pompas principescas e imbuirse de "un coraje profético" mientras elaboraban "un serio y cualificado proyecto pastoral" para acompañar a las víctimas.
El poderoso cardenal Norberto Rivera dejó pasar unas semanas antes de retar al Papa. Lo hace en la editorial del semanario Desde la Fe del pasado domingo 6 de marzo. Primero recurre a las métodos de la retórica para lanzar la clásica pregunta: "¿Tiene el Papa alguna razón para regañar a los obispos mexicanos?". Responde con una negación: no señor, los obispos mexicanos han llevado una "vida de entrega al prójimo y no de 'príncipes' sin contacto con el rebaño". Luego viene la ponzoña cuando pregunta la identidad de "alguien cercano" al Papa que lo "mal aconsejó". En abril se renovará la directiva de la Conferencia del Episcopado Mexicano y ello determinará el rumbo de esta iglesia.
Con todo, entre los tres actores han ido creciendo los contactos y las colaboraciones. Les falta esa agenda común que incrementaría la posibilidad de lograr el golpe de timón que cambiaría la ruta del buque México, que ahora flota a la deriva, mientras es saqueado por una tripulación de bucaneros.
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Colaboró Emilio González González.