El concepto de "parálisis paradigmática", es aplicado para comprender los porqués las personas dejan de actuar ante situaciones que se han vuelto crónicas, son extremas y/o requieren de atención inmediata.
Consiste en un síndrome que viven algunos sujetos y grupos sociales, al considerar las creencias recibidas por herencia como totalmente ciertas y como consecuencia se resisten a establecer los mecanismos para tener un cambio de mejora.
Nada les parece suficientemente efectivo para resolver los casos de irregularidad y caen en un conformismo social que les justifica su inacción ante injusticias de todo tipo. ¡Al fin y al cabo así son las cosas y nada ha de cambiar!
Todas las sociedades tienen mitos, maneras de vivir y reglas que consideran válidas, que les son necesarias para la convivencia pacífica y ordenada; algunas tradiciones se han adoptado contra el sentir popular y sensato; así, se festeja a la quinceañera o se pagan fastuosas bodas por "el qué dirán", quedando los organizadores como deudores cautivos por mucho tiempo.
Caso aparte son las "reliquias" dedicadas a la memoria de tal o cual santo, que requieren del ahorro de todo un año, gasto que debe incluir matlachines y altares improvisados, desconociendo que no existe disposición eclesiástica que ordene o valide beneficio alguno para tal despilfarro. La mejor explicación las dan las personas mayores, organizadores de tales fandangos: "es una tradición familiar".
La palabra griega "paradigma" significa "modelo" o patrón" y en la práctica se convierte en un conjunto de reglas y disposiciones, escritas o no, que establecen o definen los límites y las formas de comportarse dentro de una sociedad cualquiera.
Las costumbres crean estructuras mentales, formas que se consideran correctas para desenvolverse y sirven para normar criterio y definir entre lo bueno y lo malo de lo que se acepta como del bien común.
Algunos paradigmas pueden no tener importancia; otros, logran paralizar a personas para tomar decisiones, que en algunos casos no sólo son importantes, sino vitales. Entonces no se resuelve el problema y aparece el caos.
Las sociedades crean paradigmas, pero también están en constante movimiento hacia el cambio; ejemplo: nuestra actitud y juicio valoral hacia la vida monoparental de muchas personas que por divorcio, viudez o abandono quedan al frente de una familia, solos.
Los paradigmas pueden ser del tipo familiar, laboral o político.
Las instituciones pueden quedar paralizadas por esos paradigmas, dos de ellas son las educativas y las religiosas, ambas reconocidas por su lentitud para reaccionar. Piense en lo doloroso que ha sido para los cristianos mover sus posturas; o las universidades que no pueden romper con los procesos de enseñanza antiguos.
Algunas sociedades, ocasionalmente rompen fácilmente con esos paradigmas; como ejemplo, los estados norteamericanos más liberales y su actitud hacia la homosexualidad o la visión que estamos desarrollando los mexicanos en relación al divorcio.
Muchos de los tradicionalistas sufren para aceptar eso cambios: los comerciantes se rehúsan a aceptar las técnicas modernas de la administración en sus negocios; los industriales no hacen reformas de fondo en sus procesos de manufactura y mucho menos en las de mercadotecnia, distribución o venta, justificándose en la relación costo beneficio o la incompetencia laboral; aún los banqueros más arrojados temen profundizar en temas crediticios y los políticos se apegan a normas, usos y costumbres de la primera mitad del siglo anterior.
Todos tememos al cambio y preferimos continuar en esos estados de confort en que vivimos, donde "no se hagan olas" evitando de paso la incomodidad de lo novedoso: la mejora.
Cuentan de un experimento, cuando a unos simios les pusieron una escalera para alcanzar una penca de plátanos colocada en lo alto. Tan pronto alguno trataba de trepar, a todos se les daba un baño con agua fría.
Pronto, al que trataba de subir para comerse algún plátano, lo golpeaban los demás simios y, finalmente, aprendieron la lección y ninguno intentaba trepar por la escalera, por más hambre que sintieran.
Luego fueron cambiando uno a uno a los simios, por otros que no habían vivido la experiencia del agua fría.
Los demás simios, temerosos de recibir el baño con agua fría, les impedían subir y poco a poco también los nuevos dejaron de intentarlo, sabedores de que podían ser atacados por los habitantes más antiguos de la jaula de laboratorio: así, ellos habían creado un verdadero paradigma.
¿No le parece que nosotros vivimos algo parecido a la experiencia de los simios, aunque seamos más sofisticados en nuestro proceder?
Piense en nuestros politiqueros que nunca cambiaran; los empresarios que limitan sus visiones de negocios por temor, culpando al "tiempo que vivimos"; a la vida familiar que hemos aceptado como modernidad, con la inseguridad e injusticia que padecemos.
Me permito hacerle una pregunta: ¿vive usted algún paradigma que pueda cambiar, pero no lo quiere intentar?