Tienen siglos practicando con éxito el arte de negar, minimizar o trivializar la realidad incómoda. Los insatisfechos, que somos mayoría, denunciamos con evidencia y exigimos con razón y somos ignorados. ¿Qué hacemos?
En Davos, Suiza, el Presidente repitió la faena. El viernes 22 de enero lo entrevistó Moisés Naím, un prestigiado intelectual venezolano, quien en la versión estenográfica se ve encorsetado por preguntas acordadas, porque jamás interpela y porque el Presidente le pone distancia tuteándolo mientras que Moisés lo ustea.
Cuando Naím, educadamente, le pide "ayúdenos a entender el México bueno y el México malo", Peña Nieto le suelta un tapabocas: "Mira, Moisés […] solamente hay un México que es bueno". Y es el México de la "gran estabilidad institucional" y "política", del "gran acuerdo político" y de "tres grandes reformas estructurales".
Naím le saca el tema de la corrupción y el Presidente responde que antes lo consideraba "un problema de orden cultural", pero "hoy te diría […] que es incluso más allá de eso". Y es por que se "creó un Sistema Nacional Anticorrupción" que logrará la hazaña de "domar y controlar la condición humana" (¿será?). Ni entrevistador ni entrevistado hablaron de los cinco jóvenes desaparecidos en Veracruz, de Humberto Moreira o de otros detalles incómodos.
En Tierra Blanca, Veracruz, policías detuvieron a cinco jóvenes para entregarlos al crimen organizado, como aconteció en Iguala, Guerrero. El gobernador Javier Duarte se lavó las manos diciendo que "lamentablemente en temas de seguridad pueden hacerse 99 cosas bien, pero con que una […] salga mal" lo critican, mientras que el fiscal veracruzano invitó a los papás a "echarle ganas". Si ya resulta inconcebible la atrocidad cometida por la policía estatal, es un agravio el silencio cómplice del gobierno federal que reconoció tácitamente la gravedad del hecho enviando a ese municipio a soldados, marinos y policías federales.
Según las encuestas estos personajes son minoría. Lo son, pero controlan los presupuestos y han creado espacios para remendar sus egos cuando los zarandea la opinión pública. Cuando detuvieron a Humberto Moreira en España, renacieron en Coahuila los blogs de la lisonja. En uno se culpaba a los "malos colaboradores que abusaron de su confianza y su generosidad"; en otro se difundía un "Bolero a Moreira" que dice: "sé que todo pasará, mi maestro triunfará… porque Dios está con él"; cuando fue liberado una piadosa convocó a una peregrinación de acción de gracias. Un jubileo laico prematuro porque fuentes cercanas a la Fiscalía española me aseguran que siguen investigándose pistas incriminadoras. El desenlace es incierto.
Tuvimos alternancia, pero sigue intacta la capacidad de la clase política para trivializar y burocratizar las protestas y las propuestas. ¿Hay una forma de salir del laberinto de corrupción, violencia e impunidad? No existen soluciones mágicas o rápidas. Con los elementos a disposición del analista, el cambio sistémico nacerá de la efervescencia de miles de inconformidades.
La insatisfacción de las mayorías se atomiza cuando se convierte en acción organizada. Para lograr transformaciones en serio, el tejido social positivo debe trascender esa segmentación observable en el movimiento ambientalista, las luchas contra la corrupción y la defensa de las víctimas ante la violencia criminal. En teoría debería ser viable la convergencia por tratarse de temas que trascienden ideologías; no lo logran en parte por la tendencia a concentrarse en los síntomas olvidándose de las causas.
A manera de ejemplo tomo la destrución de mangles en Tajamar, un pulmón verde de Cancún, Quintana Roo. Los verdaderos ambientalistas han generado una movilización nacional que les ha permitido frenar la depredación y expulsar a los integrantes del Partido Verde que se presentaron a hacer una clausura "simbólica". El esfuerzo se queda corto porque ignora que la devastación se origina en la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales controlada por el partido Verde. Extirparlo a esa formación de la política nacional debería ser prioridad del movimiento a favor del medio ambiente. No lo es.
Para reactivar una democracia que languidece, debemos revisar críticamente las estrategias y métodos de los insatisfechos; la clase política sigue siendo capaz de neutralizar la protesta. Se trata de temas tan centrales que regresaré a ellos en colaboraciones posteriores.
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Colaboraron Maura Álvarez Roldán y Emilio González González.