Fue alegría e inspiración para su familia y a sus escasos ocho años Jonathan Martínez dejó un importante legado que inclusive traspasó las fronteras que cualquier muro pueda imponer.
Su familia lo recordará por siempre como un niño risueño colmado de amor para los demás. Un pequeño que desde su nacimiento representó retos que sus padres afrontaron con valentía tras el diagnóstico de Síndrome de Williams, un trastorno que provoca problemas cardiovasculares.
Era extrovertido. Tenía muchos amigos quienes le escribieron las cartitas de despedida que la maestra entregó a su familia poco antes de que partieran a Durango para el funeral.
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