Mi esposa suele decir que no vivimos en una casa donde hay libros: vivimos en una biblioteca dentro de la cual, por mero azar, hay una casa.
Es cierto: los libros han sido siempre mi segunda pasión. Una joven bibliotecaria los contó una vez y me dijo que son tantos como si hubiera comprado uno cada día desde el día en que nací.
Ayer, hurgando entre ellos, di con uno que me dedicó su autor; sacerdote, poeta, académico de la Lengua, querido amigo al que traté años y años y con el que, por extrañas circunstancias de la vida, jamás hablé en persona: nuestra amistad fue siempre por teléfono y por carta. El libro se llama "¡Reíd, hermanos!", y la dedicatoria dice así:
"A Armando Fuentes Aguirre, Catón, de los claros varones de Saltillo, que ha pasado su vida regalando risas y esperanza. Con la devoción del quinto -y no hay quinto malo- de sus lectores. Joaquín Antonio Peñalosa".
Un libro como éste, y una dedicatoria así, valen toda una biblioteca.
¡Hasta mañana!...