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Para muchos autores, las míticas manzanas de oro del Jardín de las Hespérides de las que hablan las mitologías griega y romana no eran más que naranjas; pero no está claro que esas civilizaciones llegasen a conocerlas.
Todo el mundo conoce la revolución que en el mundo de las frutas supuso la incorporación a la dieta europea de los productos americanos; pero quizá la más importante aportación frutal en el intercambio Viejo Mundo-Nuevo Mundo procediera de Europa: los cítricos, y más concretamente las naranjas.
Hoy gozan de renombre mundial, junto con las españolas y las israelíes, las naranjas de Florida y, sobre todo, de California; pero antes de que llegaran los españoles, no había estos redondos comestibles en América.
Los cítricos fueron una de las primeras cosas llevadas por los castellanos al continente recién descubierto. Todavía no se había establecido la relación entre el escorbuto (enfermedad que produce puntos purpúreos en la piel y sangrados) que por aquel entonces diezmaba las tripulaciones, la vitamina C y los cítricos, pero ya se había hecho la observación de que la inclusión de frutas y verduras frescas en la dieta de la tripulación reducía sensiblemente los casos.
Para muchos autores, las míticas manzanas de oro del Jardín de las Hespérides de las que hablan las mitologías griega y romana no eran más que naranjas; pero no está claro que esas civilizaciones llegasen a conocerlas, razón por la cual, probablemente, las mitificaron.
La mayoría de los cítricos, y desde luego las naranjas, tienen su origen en China, donde ya se habla de ellos en fechas tan lejanas como dos mil años antes de Cristo. Su llegada a Europa parece un calco de tantos otros productos: los árabes los introdujeron en Sicilia y España. También los cruzados importaron naranjos hallados en sus expediciones a Palestina.
VARIEDADES
Esos primeros frutos, sin embargo, poco tienen que ver con el bocado dulce que hoy consumimos. Se trataba de la especie Citrus aurantia, variedad amarga, con piel gruesa, muchas pepitas y poco zumo, agrio. Como decimos, se aclimató en el viejo continente, por las vías señaladas, en tiempos de los combates por el control de Tierra Santa.
La naranja dulce, la Citrus sinensis, llegó a Europa bastante más tarde. Es fama que el primer esqueje lo transportó, proveniente de la India, el portugués Vasco da Gama, y lo plantó en Lisboa.
Actualmente se estima que existen más de 300 tipos de naranjas surgidos de mutaciones espontáneas, mezclas de especies, irradiaciones y demás factores.
Las principales clases de naranjas son:
•Navel: Su característica principal es que uno de sus extremos termina en una especie de ombligo. Poseen sabor dulce, mucho jugo y pocas o ninguna semilla.
Lisa: Usadas tanto para comer como para extraer el jugo. Carecen de ombligo y tienen pepitas. Algunas de sus variedades se distinguen por su poca piel o por el color llamativo y la cantidad de jugo.
•Sanguínea: Presentan carne y jugo rojizo debido a la presencia de pigmentos que necesitan de frío para activarse. El color referido también aparece en la piel de algunos de estos frutos.
LLEGADA A MÉXICO
En naves españolas viajaron a América la rueda, los caballos, la vid, el vino, el vinagre, el arroz, las almendras, los ajos, las cebollas, las ciruelas pasas, el ganado bovino y ovino, así como los limones y las naranjas.
Bernal Díaz del Castillo, integrante de las primeras expediciones que se internaron en el territorio de lo que hoy es México, sembró las semillas de una naranja que había comido. Cuando regresó con Cortés al lugar en cuestión, quedó maravillado al ver que los aztecas, tan entusiastas jardineros como él, habían reconocido en los tallos del naranjo una nueva planta y los habían cuidado y regado con mucho esmero.
También fueron los españoles, en este caso los misioneros, quienes introdujeron el cultivo de naranjas en California.
Las mandarinas, igualmente originarias de la China, fueron conocidas directamente, es decir, sin intermediarios árabes, ya en el siglo XIX. Llegaron a América muy pronto: hacia 1850 un cónsul italiano en Nueva Orleans las introdujo, más o menos en la época en que empezaban a aclimatarse en Europa, donde encontraron su paraíso en la huerta valenciana.
Poco después, los limones y las limas viajaron con Colón. En cuanto al pomelo o toronja, fue introducido en Florida hacia 1840 por un noble español del que lo único que sabemos es que se llamaba don Felipe. Fue un tal capitán Shaddock quien a finales del XVII introdujo esta fruta, procedente de las Indias Orientales, en las Indias descubiertas por el marino genovés.
Naranjas, mandarinas, limas, limones, pomelos forman parte de la cotidianidad al grado de que no sabríamos vivir sin la familia de los cítricos. Esto se debe no solamente a su propiedad para combatir el escorbuto -hay otros alimentos que contienen mucha más vitamina C-, sino por el gran consumo que hacemos de ellos, especialmente a la hora del desayuno: el zumo de naranja -o de pomelo- recién exprimido parece ya consustancial con la primera comida del día.