Contrario a lo que argumentan las autoridades electorales administrativas (Instituto Nacional Electoral e Instituto Electoral de Coahuila) las coaliciones que conformaron el PRI y el PAN en los hechos no hicieron más difícil el conteo de votos y el llenado de las actas, pues únicamente el 0.73% de los votos se emitieron a favor de alguna combinación de partidos y no de uno de los institutos políticos o candidatos independientes en lo individual.
Uno de los argumentos más recurridos por las autoridades electorales para justificar la demora en el conteo de votos y, por ende, la tardanza para dar a conocer el conteo rápido, lo lento del Programa de Resultados Electorales Preliminares e, incluso, el error en el resultado de conteo rápido es que tenían 150 opciones de voto: 15 por partidos políticos en lo individual (los 9 nacionales más 6 estatales); la coalición de PRI con otros 6 partidos (2 nacionales y 4 estatales) abría otras 120 combinaciones posibles; la coalición del PAN con otros 3 partidos (todos estatales), brindaba otras 11 combinaciones posibles; por candidatos no registrados; y, finalmente, la posibilidad de anular el voto.
Sin embargo, al revisar los resultados de la elección es evidente que únicamente nueve mil 235 votos, es decir, el 0.73% de los votos fueron otorgados a cualquiera de las 131 posibles combinaciones de partidos políticos, es decir, que suponiendo que estos votos se hayan repartido igualitariamente en las tres mil 627 casillas que se instalaron en la entidad, en cada una de ellas se 2.5 boletas marcadas por más de una opción política, que es lo que realmente complicaría el conteo de votos.
Al revisar el reparto de los votos en cada una de las coaliciones el resultado es que en el caso de la coalición encabezada por el tricolor: el 87.6% de los votos fue para el PRI, sin marcar a ninguna otra fuerza política; el 11.6% fue para alguno de los otros 6 partidos políticos en lo individual; y únicamente tres mil 850 votos, es decir, el 0.8% fue para alguna de las otras 120 combinaciones, es decir, apenas un promedio de poco más de un voto por cada una de las casillas instaladas.
En el caso de la coalición que encabezaba el blanquiazul el 85.41% de los votos fue para el PAN; otro 13.4% para cualquiera de los otros cuatro partidos en lo individual; únicamente cinco mil 385 votos, es decir, el 1.2% de los votos por cualquier combinación de partidos, lo cual equivale a 1.5 votos por casilla.
Dado que lo primero que se realiza para el conteo de votos es sacar todas las boletas de la urna y separarlas por cada una de las opciones de voto que se tenían frente a sí realmente el 76% de las boletas se repartían entre PRI (33.4), PAN (30.5) y Morena (12); otro 8.3% para el candidato independiente Javier Guerrero; otro 15% para cualquiera de las otros partidos políticos, candidatos no registrados o votos nulos; y únicamente 0.8% (menos del 1%) para cualquiera de las combinaciones de votos posibles en las dos coaliciones.
En ese escenario el conteo de votos no resultó tan complicado como lo han querido hacer aparecer las autoridades electorales, pues en los hechos fue casi idéntico al que se realiza en cualquier elección (sin coalición o con una coalición de dos o tres partidos, como han sido prácticamente todas las últimas del PRI). El llenado de actas, aunque tenían que tener las 150 opciones tampoco resultó complicado porque todas iban con un cero, salvo las de los partidos políticos individuales, candidatos independientes, candidatos no registrados, votos nulos y una, dos o tres opciones de combinación, en el peor escenario.
Esto echa por tierra el argumento de que el retraso en el conteo rápido y el PREP fueron por lo complicado del conteo por las coaliciones. El conteo no fue complicado y no tuvo por qué demorar los resultados en las casillas ni retrasar la llegada de los paquetes electorales a los consejos distritales.
El argumento de que las casillas en las que el candidato del PRI recibió más votos fueron las más complicadas, también se cae, pues en realidad hubo más votos por las combinaciones de la coalición del blanquiazul (que en todo caso eran las que se tenían que demorar más). Así se cae el argumento con el que pretenden justificar que el conteo rápido favoreciera al candidato panista; y por supuesto, también el de la evolución de los resultados en el PREP.
Ciertamente la capacitación de los ciudadanos que fungieron como funcionarios de mesa directiva de casilla sí resultó complicada, porque había que explicarles todas las opciones y prepararlos para el peor escenario, pero la realidad facilitó la labor el día de la jornada electoral.
Sin estos argumentos el IEC tiene que explicar que fue lo que realmente sucedió el día de la jornada electoral, pues hasta hoy sus explicaciones no son válidas para justificar los retrasos en el conteo rápido y el PREP y, mucho menos, el error en el caso del conteo rápido. Las autoridades electorales administrativas, INE y IEC, tienen que preocuparse más por explicar lo que realmente sucedió y menos por evadir su responsabilidad en los errores cometidos. Inventar justificaciones insostenibles como las que señaladas, simplemente elevan las sospechas de su involucramiento en la mala organización de las elecciones y, eventualmente, en la alteración de los resultados.