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Aulas de la Universidad Mixe en Jaltepec, Oaxaca. Foto: Oscar Hagerman Wordpress
Hagerman, español de nacimiento y mexicano de corazón, nos da una lección de humildad en el campo de la arquitectura. En su obra importa más su impacto callado en la sociedad que los reflectores de la fama y del ego que inflan los pulmones de muchos “arquitectos estrella”.
Óscar Hagerman nació en La Coruña, España en 1936. Hijo de padre sueco y madre gallega, vivió en Madrid y en La Habana antes de establecerse definitivamente en México en 1952. Estudió Arquitectura en la Universidad Nacional Autónoma de México, de donde se graduó hace más de 50 años.
El trabajo de su vida se divide en dos grandes etapas, una de proyectos urbanos y la otra repleta de proyectos sociales realizados con escasos recursos en diversas comunidades del país.
Ha diseñado casas, escuelas y mobiliario en México, especialmente para comunidades indígenas y campesinas. En 1968 diseñó la silla “arrullo” que fue inspirada en la “silla de palos” que se encuentra prácticamente en todos los pueblos de México.
Al comienzo de su carrera buscó trabajo en diversas empresas para la elaboración de proyectos de vivienda, de oficinas, entre otros. Luego vino un parteaguas importante en su vida, ya que recibió una invitación de parte de unos amigos que trabajanan en la sierra para desarrollar algunos proyectos fuera de la ciudad. Su primer proyecto fue en San Miguel Zinacapán, donde se construyó una secundaria rural, a partir de ahí cambió su vida de un entorno urbano a un entorno completamente rural.
Óscar se sintió muy bien y muy contento con esta nueva etapa. Ahí desarrolló sus principios de trabajo, sus relaciones personales y se desprendió de la ciudad. Comenzó a atender comunidades de extrema pobreza y muchas veces no cobró sus honorarios profesionales, un gesto verdaderamente admirable y de gran calidad humana.
El conjunto de su obra abarca proyectos para cerca de 30 casas, además de casas comunales. Su actividad altruista en el campo de la arquitectura abarca una amplia diversidad de proyectos como la construcción de primarias, secundarias y preparatorias rurales, escuelas técnicas, dormitorios y albergues para niños indígenas y campesinos, microempresas cooperativas, casas de salud, bibliotecas, hoteles ecológicos, entre otros.
LA VIVIENDA RURAL
Para él vivir en las comunidades cambia la vida, mueve los valores y le da sentido a la vida.
“Es divertido, lo disfrutan, hay muchos amigos y la gente en esos lugares es muy cariñosa. Hay una relación de trabajo muy natural y hermosa… En la sierra ellos están acostumbrados a tomar decisiones en comunidad. Con la vida que llevas en las comunidades rurales adquieres otra visión por su diversidad de culturas y un mayor y más profundo conocimiento de la vivienda rural que ha sido diseñada y construida con gran sabiduría por personas que no son arquitectos”.
La vivienda rural es una lección de arquitectura, de modos de vida, de generosidad, de hacer fáciles las cosas. Hoy en el mundo de la arquitectura las cosas son más complejas, más caras y más difíciles de hacer.
Para Hagerman conocer la vivienda vernácula fue maravilloso. Hicieron muchos planos, cortes y medían con zapatos. Entrevistaban a los habitantes de las viviendas, hablaron con ellos largo y tendido sobre su vida, sus problemas económicos y sobre todo sobre sus casas. Les preguntaban, por ejemplo: ¿Qué está bien en tu casa? ¿Qué no funciona bien en tu casa? Todo esto le dio sentido a la exposición sobre la vivienda rural y fue una exposición de la gente y de sus casas. Hagerman y un grupo de personas tuvieron la oportunidad de documentar estas casas por toda la república, ya que viajaron y trabajaron cerca de cinco años visitando las viviendas rurales en todo México. A partir de ahí y de toda su experiencia acumulada surgió el concepto de 'casas acariciadoras', casas que irradian verdadera felicidad para sus habitantes y sin aspavientos. Tiempo después se realizó una exposición con toda esta información que luego se transformó y se hizo más compleja.
Por desgracia, la vivienda rural en México está en riesgo y no es valorada por la mayoría de nuestra sociedad. Hagerman admite que muchas de estas viviendas han sido modificadas o han desaparecido para siempre. En algunas de ellas por ejemplo encontraron que el fuego era el centro de la casa ya que la familia se reunía alrededor del él para platicar, en otras se encontraban plantas en los corredores pero todas con el común denominador de una frecuente pobreza y atmósferas llenas de sufrimiento.
SU OBRA
Hagerman ha realizado proyectos y productos en comunidades de Puebla, en Chiapas, en Chihuahua, en la Ciudad de México, en Querétaro, entre otros lugares. Normalmente los grupos con los que Hagerman ha trabajado llevan tiempo mucho viviendo en las comunidades y generalmente realizaban algún proyecto más grande que un proyecto de arquitectura común. Él admite que hay muchos modos de acercarse a los problemas y que es un trabajo de gestión donde se busca conocer lo que les gusta a ellos (la comunidad) y donde hay que ver cómo construyen ellos.
Por ejemplo, en el caso de los materiales, Hagerman no es un romántico al que le gusta usar o rescatar los materiales más tradicionales, para él, a veces la evolución exige el cambio de uso de los mismos por muchas razones, ya que en las comunidades es común la “sabiduría de la experimentación”, a la que hay que hacerle caso.
Su silla arrullo de 1968 es posiblemente su mueble más famoso y una de las más importantes de México. Esta silla fue inspirada en la “silla de palitos” que se encuentra por todo México. Para él su desarrollo fue una cosa muy especial, ya que siempre le gustó la “pequeña arquitectura” que posiblemente parte de la silla, del mueble. La creó para conformar una línea de muebles para la Sociedad Cooperativa Artesanal Don Emiliano, donde originalmente estaban haciendo cajas de muertos que luego enviaban al Instituto Mexicano del Seguro Social. Esta línea de muebles era para venderse en diferentes lugares y tiendas. Poco tiempo después esta silla recibió un Premio del Instituto Mexicano del Comercio Exterior por ser un producto que se podía exportar. Los artesanos de Michoacán la comenzaron a producir y su éxito fue instantáneo, así lo hicieron por cerca de cinco años, el tejido de palma de la silla lo hacían en el Reclusorio de Tenango del Valle. Fue muy aceptada sobre todo en el mercado de los jóvenes.
También ha desarrollado proyectos para escuelas, tanto en Oaxaca, Puebla, la sierra Tarahumara, la Huichola, Chiapas, entre otros sitios. El arquitecto ha hecho escuelas muy sencillas que parten del deseo de la comunidad. Las escuelas son muy importantes en el país para acceder al conocimiento y mucho de su trabajo se ha enfocado ahí. Hagerman dice que la educación es como subir a una cuesta desde donde ves más allá y crecen tus posibilidades.
UNA VISIÓN MUY HUMANA
Según él, todos tenemos necesidades físicas y emocionales. Las necesidades emocionales tienen que ver mucho con tus gustos y tus gustos son tu historia. Lo normal es que se mezclen las dos cosas, el mundo de cada quien está formado por todo esto y la arquitectura interviene y crea un mundo íntimo. Por ejemplo, las ciudades dice él son para quienes las habitan. Una de las maneras de resolver es consultando a la gente, busca crear “lugares favoritos”, lugares amables para vivir o casas “acariciadoras” donde haya verdadera convivencia, tranquilidad y una completa felicidad. Un mundo donde todos tengan oportunidades, donde la familia y la sociedad vivan en armonía, con justicia y buena educación.
Hagerman trabaja constantemente en sus proyectos con carpinteros, con herreros, con albañiles, entre otros. Siempre nos invita a trabajar juntos para crear un nuevo modo de vida y crear un nuevo modo de hacer las cosas. Además dice que es más divertido. Cuando trabajas para personas de otro nivel social y cultura que la tuya es más difícil, pero debemos de acercarnos al grupo humano con el que estás trabajando en cada proyecto, este acercamiento puede ser racional o intuitivo. Además hay que buscar hacer clic con ellos hasta que digan frases como: “es como en mi pueblo” y el proyecto lo tomen como algo propio.
Para lo anterior, Óscar Hagerman propone estos consejos para ayudar que la gente se apropie de sus proyectos: hablar con las personas; aprender a observar; tratar que ellos aporten lo que saben, que participen en el proyecto; apoyarse en personas que conocen la manera de vivir de la comunidad; tratar que los proyectos sean flexibles y dejar la puerta abierta a otras opciones.
Con una gran sabiduría nos dice: “México es una maravilla. Es un país con una riqueza de gente y de cultura increíble. Lo que más me gusta es hacer mi trabajo, hacer proyectos, platicar y disfrutar de la compañía de los amigos” Por eso su frase “la forma sin la gente no tiene sentido” se ha vuelto inolvidable para todos nosotros.
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