Foto:Krave Aeternus
Hay actividades extremas como ciclismo de montaña, rapel y parapente, También hay oportunidad de hacer turismo investigador para quienes quieren saber de historia.
Ojos curiosos admiran sus enigmáticas cavernas, mientras a lo lejos, cuerpos semidesnudos gozan de su majestuosa cascada. En Santiago Apoala, sin importar el camino que se ande, la ancestral belleza natural del lugar atrapa a cualquiera.
Esta tierra atesora un legado natural que sus pobladores custodian desde tiempos inmemoriales y que hoy comparten con los amantes del ecoturismo.
Es un pueblo pequeño y se localiza en el noroeste de la mixteca alta de Oaxaca, a dos horas de la capital del estado.
Su suelo engendra frijol, maíz y cebada; los árboles de encino y pino visten los senderos y el agua del rio corre sin tregua. Sus habitantes son herederos de una riqueza natural cuya importancia y belleza le valió ser inmortalizada en la página 36 del Códice Nuttall, documento prehispánico de los mixtecos que data del siglo XIV.
Ubaldo López García, profesor jubilado, comenta que Apoala, cuyo nombre en lengua mixteca, Yutsa To’on, se traduce al castellano como “río que arranca”, es un destino ecoturístico sobresaliente de la mixteca.
“Ofrece cabañas y distintas rutas que realizan guías para que los visitantes puedan conocer todos los atractivos”, indica.
Hay actividades extremas como ciclismo de montaña, rapel y parapente, También hay oportunidad de hacer turismo investigador para quienes quieren saber de historia.
El atractivo predilecto de locales y foráneos es la ichi kokawani’no ndutsa termino mixteco que en castellano quiere decir 'cascada'.
Esta caída de agua de 22 metros de altura es conocida entre los visitantes como Cola de Serpiente y al llegar al área de reposo emite tonalidades verdes y azules.
Los senderos que han atesorado huellas de recorrido milenario se encuentran listos para recibir a quienes disfrutan de caminar para apreciar la naturaleza, despejar la mente con el sonido del agua del río y deleitar la vista con los árboles de musgo y las curiosas peñas 'gemelas'. Estos montículos de piedra poseen en uno de sus muros lo que se cree son pinturas rupestres del sol y de una milpa de maíz.
Registrada en el códice antes mencionado, en una pictografía que asemeja ser la boca abierta de un animal, la Cueva del Diablo es una de las dos grutas de la zona abiertas al público, un hogar de pequeños murciélagos que descansan en la oscuridad.
Con paso lento, cuidando de no tropezar, los turistas descienden a las profundidades de la tierra apoyados con la potente luz de una lámpara. El objetivo es llegar a un pequeño recoveco de la Cueva del deseo. Si avientas una moneda a su interior, se cumple el anhelo más profundo.
La gente del pueblo trabaja en el campo o bien hace sombreros y canastos de palma. El turismo les ayuda a obtener mayores ingresos.
López García menciona, en entrevista con Notimex, que en ese lugar se rigen por el sistema de usos y costumbres, de manera que los beneficios económicos y sociales de esta actividad en la que participan hombres, mujeres y niños de todo el pueblo, también contribuyen al desarrollo municipal.
“El turismo es muy importante para ellos, pero falta mayor apoyo para establecer más atractivos y así crear fuentes de empleo, porque por falta de ello, hay mucha migración”, expone.
Después de un largo recorrido por los caminos de Santiago Apoala, un buen mole coloradito acompañado con frijoles de la olla cierra el círculo de la experiencia ecoturística que ofrece este pueblo mixteco, al cual los dioses le otorgaron todas las bondades y bellezas de la madre naturaleza.
