Este hallazgo corrobora que algunos seres vivos han logrado evolucionar su organismo para enfrentarse a ecosistemas agresivos y peligrosos. (ESPECIAL)
El pez cavernario mexicano ciego es capaz de adaptar su organismo mediante la acumulación de grasa y el aumento de su resistencia a la insulina para sobrevivir a un ecosistema extremo en el que los alimentos escasean, según un estudio publicado en la revista británica Nature.
Este hallazgo corrobora que algunos seres vivos han logrado evolucionar su organismo para enfrentarse a ecosistemas agresivos y peligrosos.
Debido a la ausencia de fotosíntesis en las plantas y algas, estos peces de las cuevas tienen que pasar largos periodos de falta de nutrientes en las profundidades en las que habitan.
El pez mexicano (Astyanax mexicanus) puede encontrarse en ríos en la superficie y en las cuevas, mostrando marcadas diferencias en la obtención de nutrientes.
Esta especie es resistente a las hambrunas y solo pierde una pequeña fracción de su peso corporal cuando no puede obtener alimentos, en comparación con otros peces que habitan en la superficie.
Varios factores han sido identificados como desencadenantes de esa resistencia a las hambrunas, incluyendo un reducido metabolismo en el ritmo circadiano y una elevada tasa de grasa corporal.
No obstante, los cambios genéticos detrás de estas adaptaciones fisiológicas son aún desconocidos.
El estudio, liderado por Nicholas Rohner, del Instituto para la investigación médica de Kansas (Estados Unidos), comparó los niveles de glucosa en la sangre de un pez mexicano que habita en la superficie con el de uno de la misma especie pero cavernario.
Los resultados señalaron que los que habitan en las cuevas tenían unos niveles de glucosa superiores tras comer, por lo que los investigadores examinaron los cambios de la homeostasis de la glucosa en períodos cortos y largos de alimentación.
Tras 21 días de estudios, los autores observaron un marcado descenso en los niveles de glucosa en el pez cavernario en comparación con el pez de la superficie, lo que sugirió que los primeros son capaces de desregular la homeostasis de la glucosa.
Además, Rohner y sus compañeros encontraron diferencias en el gen receptor de la insulina entre el pez de la superficie y el de las cuevas, indicando una mutación asociada a la resistencia a la insulina.