Así se comunicaban los jóvenesAsí se comunicaban los jóvenes
Un día, estaba yo en casa de un amigo, suena el teléfono y se me ocurre levantar el aparato para contestar y al mismo tiempo, el hijo de mi amigo, entonces de 17 años, levanta la extensión. Escucho un extraño diálogo que era más o menos así:
- ¿Qué onda güey?
- No, pos ni maiz, güey.
- ¿Fuiste, güey?
- Sí, pero pos, ni maiz, cabn.
- ¿Y la chava?
- No, pos la chava perrón, pero pos yo dije, le dije… ¡qué onda güey!
Discretamente, colgué el teléfono para no interrumpir tan diáfana conversación.
Veinte minutos después, seguía yo ahí y necesitaba hacer una llamada. Levanté el teléfono y el diálogo ahí estaba todavía… N'ombre, pos qué onda caonnn… Lo más extraño del caso es que ambos especímenes parecían entenderse a la perfección. De todas maneras, me preocupó que el lenguaje esté llegando a ser eso. Por supuesto que de eso hace años, ahora los chavos se comunican a través de redes sociales, y muchas veces, la comunicación es igual de deficiente.
Tenemos un idioma maravilloso: nuestro español. No el español de España.
Tampoco es castellano, aunque ese sea su nombre oficial y así se haya institucionalizado. Es nuestro español, el español de México con su léxico propio, con su historia y su personalidad tan diferentes.
Nosotros tenemos nuestras herencias maya y náhuatl, sólo nosotros sabemos cantarle su nombre al Iztaccíhuatl y no llamarle fríamente mujer blanca, que no es mujer dormida, sino blanca. Que después de tanto estar ahí se haya quedado dormida eso a cualquiera le pasa; hasta en las mejores familias.
Sólo nosotros, los mexicanos, podemos decirle Xóchitl a una flor y Citlali a una estrella con nuestro idioma musical que es una maravilla. Y esa lengua mexicana, con sus cantos y tonadas tan nuestras, es lo que nos permite armar nuestros propios conceptos, expresar nuestras propias ideas, decir frases, sentenciar nuestros refranes y jalar el hilito de nuestros pensamientos para hacerlos que salgan y se muestren dulces o amargos, tiernos o ásperos, pero que son destellos de lo que sucede allá dentro del alma.
Ese es el privilegio que nosotros tenemos y nos lo da ese hermoso recurso de la comunicación que es el lenguaje. Por eso duele tanto, tanto maltrato que le damos al idioma cuando decimos haiga o démen, a donde fuistessss. ¿Qué onda güey! Te esperé, pero pos no llegastes, no llegó nadien y cuando andábanos cortando rábanos… Íbanos y veníanos o nomás mirábanos.
¿Qué nos pasa, por Dios? Pregunto abiertamente. ¿Qué nos está pasando, Laureano? ¿Por qué hablamos con tantas deficiencias? ¿Por qué hacer tan pobre uso y abusar tanto del lenguaje que no nos ha hecho nada malo, sino por el contrario, nos da la posibilidad de algo que parecería imposible como definir un atardecer o para cantar Las Mañanitas al pie de la ventana de la mujer amada?
Soy Don Juan Recaredo… compártame sus dudas y comentarios: [email protected]. Twitter: @donjuanrecaredo.
ME PREGUNTA:
Manuel Rodríguez: Estoy revisando la pronunciación de la palabra Virlix. ¿La terminación X se pronuncia S o se pronuncia CS? O sea, ¿debe escucharse Vilris o Virlics?
LE RESPONDO:
No hay una regla que especifique como se debe pronunciar la x en ese caso. Yo la pronunciaría "cs": VIRLICS.
LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA:
Si quieres romper las reglas, lo primero que tienes qué hacer es conocerlas a la perfección.