
Castillo Bran, mejor conocido como El Castillo del Conde Drácula. Foto: Archivo Siglo Nuevo
Da gusto saber que entre los hábitos del conde, junto a los de succionar sangre, blasfemar y asesinar, se encuentra el de la lectura.
“¿No sabe usted que hoy por la noche, cuando el reloj marque la medianoche, todas las cosas demoníacas del mundo tendrán pleno poder? ¿Sabe usted adónde va y a lo que va?”, con tales palabras despide a Jonathan Harker la posadera del Golden Krone, en la ciudad rumana de Bistrita al inicio de Drácula, la célebre novela de Bram Stoker publicada en 1897.
A 121 años de distancia, la obra sigue gozando de cabal salud gracias a un planteamiento en el que uno logra, más que interesarse, encandilarse mientras va encontrando los diversos materiales en los que están depositados los pensamientos, y el relato de los hechos, de los protagonistas.
Porque cuando uno se sumerge en este volumen, no se está comenzando a leer Drácula sino la primera de muchas partes del diario de Jonathan Harker, y conforme los capítulos van quedando atrás, seguimos sin leer la historia del conde de Transilvania, pero ya hemos moldeado los perfiles de Lucy Westenra, de Mina Murray, de los jóvenes pretendientes de Lucy, gracias a otros diarios, epístolas y telegramas.
Del conde no nos llegan sino los rayos, él se mantiene al centro del sistema, los personajes giran a su alrededor y perciben, desde una cercanía mayor o menor, las consecuencias de estar expuestos a su radiación.
Son inferencias así las que conducen a exaltar la habilidad del narrador. Además, están los detalles como perlas que bien pueden gozar de prestigio aisladas del conjunto. Uno de ellos se encuentra en el capítulo inicial. Ya es de noche. La diligencia se detiene allí donde el joven inglés debe trasbordar para dirigirse al desfiladero del Borgo. Nadie espera por Jonathan. Sus compañeros de viaje intentan convencerlo de que siga con ellos y regrese temprano al cruce. Un extraño cochero aparece. En el diálogo se burla de su colega de la diligencia que pretendía llevar a Jonathan a Bucovina, también presume sus saberes y la velocidad de sus caballos. Uno de los pasajeros replica, por lo bajo, con una frase del poema Leonora de Gottfried August Bürger: “Denn die Todten reiten Schnell (Pues los muertos cabalgan deprisa)”.
Otras son cuestiones que adquieren su justa dimensión hasta el final de la historia, como aquello de que a uno le den la bienvenida con las palabras “entre con libertad y por su propia voluntad”.
Da gusto saber que entre los hábitos del conde, junto a los de succionar sangre, blasfemar y asesinar, se encuentra el de la lectura. Jonathan nos cuenta que descubrió la biblioteca de su anfitrión y que en ella había un vasto número de libros de historia, geografía, política, economía política y demás, todos en inglés, dado que había decidido viajar a Londres. Es tal su afinidad a las letras que el conde se aficiona a leer incluso la correspondencia privada de su invitado.
Bram Stoker. Foto: alamy
PERSONAJES
A quienes llevan la voz cantante, Jonathan y Mina, es mejor descubrirlos a través de la lectura de sus dichos y hechos.
El grupo de personajes, digamos secundarios, es tan variado como atractivo. Tenemos al trío de pretendientes de Lucy Westenra conformado por el doctor John Seward, el texano Quincey P. Morris y el honorable Arthur Holmwood. Podemos destacar el carácter casi principal de Seward, el laconismo y la valentía incluso desmedida de Morris así como el modo en que lord Holmwood supera el modo en que su sensatez es puesta a prueba. Los dos primeros cambian la ardua tarea de lamentar el rechazo y posterior no-fallecimiento de la mujer amada por el oficio menos complejo de cazavampiros. El tercero llega a esta última profesión desde la calidad de frustrado prometido. Contribuye a tal determinación la amistad sincera que existe entre ellos.
El lunático de Renfield, súbdito del conde y paciente en el psiquiátrico de Seward, nos depara varias sorpresas a lo largo de la novela. Su deseo de absorber tantas vidas como pueda lo lleva a idear razonamientos nada desaseados y nos demuestra de buena manera que se puede estar loco y, al mismo tiempo, poseer argumentos de valía.
Del profesor Abraham Van Helsing tampoco hay sino lo que no muestran sus espejos, es decir, sus amigos en las empresas, primero, de salvar la vida de Lucy y, luego, de acabar con el nosferatu.
PERLA NEGRA
Un título así es apropiado para una historia cuya sustancia discurre envuelta en niebla marina, espesa, que parece “envolver a todas las cosas como un sudario gris”.
El temor estaba izado, la rara goleta se movía como si tuviera ganas de tragedia. Cuando la embarcación consigue entrar al puerto, más íntegra de lo que se esperaba, un enorme perro abandona la nave, pero no le prestan atención porque ya han visto algo suficientemente sorprendente: “... atado al timón había un cuerpo, con la cabeza caída, que se balanceaba horriblemente hacia uno y otro lado con cada movimiento del barco”. El barco había sido guiado por las manos de un muerto.
Existen muchas obras basadas en el universo de Drácula. Foto: Arte secreto
Así es como llegamos a otro documento que contiene parte de la historia: el cuaderno de bitácora del Demeter.
Este relato es, en sí mismo, una aventura que no necesitaría de lo que hay a su alrededor, los pensamientos por escrito de los personajes, para destacarse.
El 16 de julio el piloto informó que uno de la tripulación, Petrovsky, desapareció. Los hombres, muy deprimidos, dijeron que ya esperaban algo parecido.
Lo que ocurre entre el 28 y el 29 de julio enciende aún más las alarmas. El segundo oficial se ofrece a hacer guardia para que los hombres puedan dormir un par de horas. Al día siguiente el capitán escribe: “Ahora estamos sin segundo oficial, y con la tripulación en gran pánico”.
El cuaderno de bitácora del Demeter es de lo más atractivo que encontrará en esta suerte de investigación documental a propósito del viaje de un muerto vivo transilvano a Londres.
Lo conocemos gracias a los afanes de un corresponsal del Dailygraph comprometido con su tarea de reportar los hechos relevantes.
PROCEDERES
La marca emblemática de los procederes del conde es retratada cuando el profesor Van Helsing examina a Lucy. Junto al holandés vemos que “... el estrecho listón de terciopelo que ella siempre parecía usar alrededor de su garganta, sujeto con un antiguo broche de diamante que su novio le había dado, se deslizó un poco hacia arriba y mostró una marca roja en su garganta”.
Sabemos que el vampiro se vale de los sueños para confeccionar presagios de horrores y que la respuesta del profesor, hombre de ciencia y de mente abierta, está a la altura. Seward no puede menos que notar que su mentor parece estar haciendo un conjuro para mantener alejado a un espíritu maligno.
El modo en que el conde se las arregla para dejar a la bella Lucy indefensa es prueba de la amplitud de sus recursos. La fuerza empleada es sólo la necesaria para romper el vidrio de la ventana.
Van Helsing (1958). Foto: Alamy
Llama la atención que, entre todos los personajes principales o secundarios, sea el texano Quincey el único que demuestra experiencia con los chupasangre. Nada más ver la condición de la Westenra comenta: “Nunca había visto a nadie que enflaqueciera tan rápidamente, desde que estuve en las Pampas y tuve una yegua que le gustaba ir a pastar por las noches. Uno de esos grandes murciélagos a los que ellos llaman vampiros la agarró por la noche y la dejó con la garganta y la venta abiertas, sin que hubiera suficiente sangre dentro de ella para permitirle estar de pie, por lo que tuve que meterle una bala mientras yacía”.
HUMOR
La investigación de Jonathan para dar con las cajas de tierra que sirven a Drácula como sepulcro reparador nos obsequia impagables dosis de humor. Los estibadores que batallaron esa carga extraordinariamente pesada acceden de buena gana a hablar con Harker. Lo primero que recuerdan es que el esfuerzo hecho “les había producido una sed tan grande que todavía no habían logrado calmarla del todo”.
En un segundo punto del itinerario de las cajas, Jonathan se topa con otro caso de sed anormal. En un tercer lugar, los cargadores se hallaban en condiciones de proporcionar detalles ausentes de los registros en papel. Esos detalles, descubre Harker, están relacionados con lo sucio del trabajo y con la terrible sed que les produjo.
Ya en la recta final de la travesía, los cazavampiros viajan a la búlgara ciudad de Varna y allí, se congratulan de que no será el valor el principal aliado para acabar con la amenaza: “¡Gracias a Dios! Este es un país en el que es posible utilizar el soborno y todos nosotros disponemos de dinero en abundancia”, escribe Harker en su diario.
Los poderes del conde es mejor descubrirlos a través de las páginas de este archivo. Cabe destacar que en él, a juicio de Van Helsing, “todas las fuerzas ocultas de la naturaleza, profundas y poderosas, deben haberse unido de alguna forma monstruosa”. Así de grande es la sombra del aristócrata de la sangre.
Twitter: @ivanhazbiz