Durante toda la semana se han presentado protestas con episodios de graves disturbios callejeros en el país. (EFE)
El distanciamiento y la tensión crecientes entre el Gobierno español y las autoridades regionales de Cataluña se hizo más patente este lunes, cuando el jefe del Ejecutivo central, Pedro Sánchez, viajó a Barcelona, pero no se reunió con el presidente catalán, el independentista Quim Torra.
Cuando faltan tres semanas para una repetición de elecciones parlamentarias en España, ambos mantienen posiciones encastilladas, después de una semana de incidentes, con episodios de graves disturbios callejeros tras las manifestaciones independentistas masivas en las ciudades principales de esa región autónoma.
El socialista Sánchez, que gobierna en funciones, volvió a exigir ayer a Torra que condene la violencia sin ambigüedades, y se desplazó a la capital catalana para apoyar en persona a las fuerzas del orden y visitar a los agentes heridos en las algaradas.
"Condenar la violencia de forma rotunda; amparar a las fuerzas de seguridad que la combaten; y evitar la discordia civil" son obligaciones de todo responsable público, dice Sánchez a Torra en una misiva.
Pero Sánchez no se reunió finalmente con Torra, como éste le pidió ayer aprovechando su estancia en Barcelona.
En otra misiva difundida ayer, Torra interpreta que la negativas de Sánchez, incluso a responder a sus llamadas, "no es un buen signo de voluntad de diálogo".
Según el presidente catalán, es deber de cualquier gobernante democrático "respetar y hacer respetar los derechos humanos, civiles y políticos de los ciudadanos", que a su juicio se han visto "vulnerados" de manera "sistemática por razones ideológicas" en Cataluña.
El presidente catalán alude así, sin citarlo, al proceso independentista de 2017, anulado por ilegal por el Tribunal Constitucional español.