Prácticamente nadie la conoce por su nombre, Silvia, pero todos reconocen su buen humor.
Para los laguneros, asistir a un evento deportivo va más allá de observar a su equipo jugar, es toda una experiencia que atesoran y parte de ella son los personajes que se pueden encontrar en esos escenarios, como una divertida bailadora que contagia con su alegría, la popular "señora de las papas".
Conocida sobre todo en el estadio de la Revolución, por sus ocurrencias durante los juegos de los Algodoneros del Unión Laguna, al tiempo que ofrece sus papas fritas preparadas con salsas y limón, producto de alta demanda en escenarios deportivos, ella es ya un objetivo de las miradas de los aficionados al Rey de los Deportes. Muchos laguneros la han visto bailar, se han reído con sus ocurrencias y por supuesto, le han comprado las "papitas" para compartir mientras observan el juego, pero pocos saben que "la señora de las papas", es en realidad Silvia Lira Román, lagunera que el próximo 3 de noviembre cumplirá 60 años de edad y es un ejemplo de alegría y trabajo.
SUS INICIOS EN EL ESTADIO
"Tengo 16 años vendiendo papas aquí en el beisbol, también a veces voy a donde juega el Santos, fui el domingo pasado, vendo papas, churros, cacahuates, me la paso muy bien en mi trabajo, me apasiona y me gusta", contó Silvia, como siempre, con una sonrisa en el rostro. Madre de dos jóvenes que hoy tienen sus propias familias, doña Silvia ha buscado por sus propios medios y siempre con entusiasmo, una manera digna de ganarse la vida y ser productiva, trabajando durante prácticamente todo el día, encontrando en el beisbol, lo más divertido de su diario actual.
No fue fácil para Silvia entrar a trabajar en el estadio de la Revolución, fue víctima de discriminación, por parte de su propia familia: "mis hermanos trabajaban aquí y yo les decía que me acomodaran en lo que sea, pero me decían que yo no servía para nada, "porque eres vieja", eso me hizo sentir mal, pero yo estaba convencida de que sí podía hacer el trabajo, una hermana los convenció y me trajo con don Joaquín, que era quien vendía las papas en ese entonces, yo nunca había hecho un trabajo como ese, pero yo estaba segura de que podía hacerlo", afirmó.
ESPONTÁNEA
Una vez adentro, Silvia demostró su valía, en base a su tesón y su carisma: "me recibió una señorita, guapa, me preguntó que si yo podía hacerlo, así que le respondí que iba a hacerle la lucha, la reté, le dije que si yo no vendía una caja de papas, yo le iba a pagar cuatro, pero si yo vendía cuatro o cinco, ella me iba a pagar diez, querer es poder, así que subí con entusiasmo a vender. Un muchacho me habló, le preguntó a su novia si quería unas papas, pero ella dijo que no, porque engordaba, pero es donde me salió la creatividad, le dije que no engordaban y que era al dos por uno, el muchacho entonces me pregunto que ¿cómo que al dos por uno? Sí, le respondí, uno come y el otro ve, así que no preocupes, les dio risa y compraron con gusto, luego pusieron la canción del Oso Polar y me dieron ganas de bailar, dejé la caja a un lado y me puse a bailar, la gente aplaudió se divirtió y compró más, así que de ahí empezamos y así hemos seguido, ese día gané la apuesta y me pidieron que viniera al día siguiente, desde entonces vengo todos los días, han cambiado los dueños, pero yo aquí sigo", señaló.
Además de ofertar sus botanas y divertirse en el estadio de beisbol, esta mujer desempeña diversas labores para ganarse el pan de cada día: "cuido pacientes en los seguros y en casas, hago también la limpieza en casas, sacudo, barro, trapeo, sé hacer de comer, pero no me gusta en casas ajenas, hasta a veces me buscan y les arreglo a las gentes el seguro popular, yo no tengo casa mía, pero cuido dos casas de personas que viven en Estados Unidos y ahí es donde me quedo a dormir", relató.
EL GUSTO POR EL TRABAJO
La temporada de beisbol no abarca todo el año, por lo que Silvia Lira busca otras opciones para mantenerse, incluso en ocasiones viajando más allá de las fronteras: "en agosto, que se acaba el beis, a veces voy a Los Ángeles, California, allá he trabajado en almacenes, tiendas de abarrotes, allá tengo a un hermano, a veces los domingos también vamos a las fayucas, a las yardas, a vender cosas, pero ya tiene dos años que no voy, porque no ha habido dinero, pero ya buscaremos la manera de ir otra vez", señaló mientras saludaba a distancia a su hijo, quien también trabaja en el estadio de la Revolución.
Doña Silvia reparte su residencia, conforme sus actividades lo requieran: "cuido dos casas, una en El Huarache y otra en la colonia Aquiles Serdán, son casas de personas que viven del otro lado. Esta semana me toca quedarme aquí en la Aquiles, porque es la que me queda más cerca del estadio, así me voy acomodando", contó.
Su gracioso y ameno comportamiento en el estadio, es improvisación pura, ya que asegura no planear con anticipación sus gritos o sus movimientos: "todo me sale del corazón, nunca estoy estudiando o algo así. Yo no se ni bailar, nada más me muevo, como salga, antes bailaba en La Curva, en la Maclovio (Herrera), preguntaba uno ¿Dónde se oye? Pues que en la Maclovio y nos íbamos para allá, pero antes estaba todo tranquilo, ahora no se oye ni en las esquinas, a veces voy a bailar a la plaza de armas, no tan seguido, pero siempre buscando divertirse, no estar amargados, a veces me duele la cabeza o algo, pero bailando, se me quita", sonrió Silvia, quien algún tiempo se desempeñó como voceadora de El Siglo de Torreón y de La i, haciendo uso de su ingenio para inventar su propia manera de vender, cuando el calor ya era agobiante: "cómpreme La i, porque ya me quiero ir".
AÑOS
de su vida, ha dedicado Silvia Lira a vender papas y botanas en estadios.