Carencias. Parte de su población carece de agua entubada, drenaje y energía eléctrica. (EL UNIVERSAL)
Desde lo alto de San Andrés Cerro Quemado la vista cubre cientos de montículos que sobresalen de las aguas. Son pequeñas islas atrapadas en el vaso de la presa Miguel Alemán, que hace más de 60 años inundó varias comunidades de la Cuenca del Papaloapan, al norte de Oaxaca.
La combinación de tierra y agua en este espacio natural le ha dado el nombre de Mil Islas, un paraíso que, tras la construcción del embalse, heredaron las comunidades indígenas mazatecas de municipios como San Pedro Ixcatlán, San Miguel Soyaltepec y San José Independencia.
De acuerdo con la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), son más de 47 mil hectáreas las que abarca esta presa, en la que dependiendo de la época del año y del nivel del agua, resurgen o quedan completamente ocultos algunos islotes.
El resultado es un cuerpo de agua que se extiende en el horizonte salpicado de pequeñas motas de selva exuberante, donde el tiempo parece detenerse en la tranquilidad de la presa. Un escenario enmarcado en la Sierra Mazateca, cuya majestuosidad ya no sorprende a sus pobladores, puesto que forma parte de su rutina e incluso se confiesan incrédulos de que su comunidad algún día pueda despegar como un sitio turístico.
La poca fe de los pobladores no es gratuita. Desde hace 10 años, los habitantes de las comunidades que abarca la presa comenzaron a impulsar proyectos de ecoturismo, como el Centro Mil Islas, en Cerro Quemado, pero fue hace unos ocho años cuando el concepto de Mil Islas, como atractivo turístico, comenzó a cobrar fuerza, indica Abel Suárez Sánchez, director de Cultura y Turismo del ayuntamiento de San Pedro Ixcatlán.
Avelino Agustín Avendaño, uno de los impulsores del Centro Cerro Quemado, explica que hace una década buscaron el financiamiento de la entonces Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), que finalmente destinó un millón y medio de pesos para el desarrollo de la comunidad.
Suárez Sánchez, el funcionario del municipio, asegura que como parte de esta iniciativa para potenciar las visitas, en distintas administraciones municipales se capacitaron a los prestadores de servicios de Ixcatlán y también se trató de involucrar a las poblaciones que convergen en la presa. Los esfuerzos no tuvieron gran impacto.
Asegura que fue la falta de difusión a nivel nacional la que evitó que el proyecto se consolidara, pues a pesar de la inversión de la CDI, hubo poca asistencia durante los primeros años y en ocasiones se limitaba a unas 100 personas por año. Una década después la afluencia apenas alcanza los 400 visitantes, y eso cuando se trata de un buen año. Esto fue lo que hizo desistir a algunos pobladores; de los 10 que comenzaron con la iniciativa sólo cinco siguen impulsándola.
"Mil Islas tiene todo para proyectarse como un gran destino, pero nos han olvidado las autoridades, todas. Sin promoción efectiva, poco podemos hacer", dice Avelino.
No se equivoca. El promotor turístico Eder Andrade sostiene que la difusión es escasa y que existe poco conocimiento de los destinos de la región por parte de los prestadores de servicios en Tuxtepec, quienes son los primeros que tienen contacto con los visitantes de la Cuenca.
A ello se suma el retiro del apoyo estatal. Durante el sexenio pasado, la Secretaría de Turismo y Desarrollo Económico (STDE) incluyó en su proyecto de 10 rutas turísticas de la entidad a la zona de la Chinantla de la Cuenca, que consideraba al destino de las Mil Islas. Lanzadas entre 2015 y 2016, estas iniciativas tuvieron una inversión de más de 3 mil millones de pesos, según datos oficiales.
Ya en esta administración estatal, el desarrollo e impulso de la ruta se detuvo, pues la Secretaría de Turismo anunció que no se contaba con la infraestructura ni las condiciones para echarla a andar. La ruta de la Chinantla requería de una reestructuración.
LA LUCHA INCANSABLE
Avelino Avendaño ha tratado de aprovechar cada rincón de Mil Islas y de los paisajes de la zona para atraer a los visitantes. La pasión por su trabajo se traduce en la incansable manera de ofertar sus servicios y su determinación para que los turistas descubran la vegetación que rodea a las comunidades, así como el hábitat de especies como armadillos, tecolotes y puercoespines.
Con vista al extenso lago artificial, el hombre platica que los turistas tienen la opción de realizar paseos diurnos y nocturnos en lancha. Arribar a las islas habitadas para conocer cómo vive la población e incluso acampar en una de ellas. Además, pueden realizar caminatas que conducen a la zona alta de la comunidad, así como explorar cuevas a pocos minutos de la población. A la lista de opciones se suman cabalgata, kayak y senderismo. O sólo disfrutar de la tranquilidad y la vista de la presa.
"Se puede hacer de todo. Las personas se van encantadas de vivir experiencias distintas. Lástima que no llegan muchas", señala Avelino, responsable del complejo.
Esta oferta turística contrasta con la realidad de la población. Cerro Quemado es una de las agencias con los mayores indicadores de rezago social en el municipio de San Pedro de Ixcatlán, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
En medio de un escenario que trata de proyectarse como un destino ecoturístico, parte de su población carece de agua entubada, drenaje y energía eléctrica. Tampoco cuenta con estudios de educación básica completos. La situación es una constante en todo el municipio: hasta 2017, Ixcatlán aún estaba considerado como municipio con rezago social alto.
Para San José Independencia, el otro municipio de la Cuenca donde también se aprecian las islas, las condiciones no difieren mucho: 90% de su población se encuentra en situación de pobreza y el rezago social es alto, indica el Coneval.
INACCESIBLE
El camino a esta comunidad, a poco más de 70 kilómetros del centro de Tuxtepec, se habilitó hace 15 años, en una orilla de la carretera federal 182. A pesar de ello, en la desviación para Cerro Quemado, a unos 14 kilómetros de distancia de la vía federal, ningún señalamiento indica que esa es la ruta que orienta a unos de los puntos donde se aprecia el conjunto de islas.
Algunos tramos de camino son terracería, por lo que en temporada de lluvia se vuelven intransitables, dicen los habitantes. Al llegar a la población, el camino mejora y su calle principal está pavimentada, pero se presenta otro obstáculo para los visitantes, porque carece de señalamientos sobre los puntos conocidos como miradores de las islas, y sólo los pobladores locales pueden dar esa información.
El problema es que ante el desencanto del turismo que no floreció, cuando llega alguien ajeno a la comunidad, sus habitantes no se inmutan. Saludan desde sus pequeños patios donde limpian sus cosechas de cacao, maíz o frijol. Pero nadie sabe cómo orientar al turista que se anima a recorrer las horas de carretera para llegar a las islas.
Tanto el director de Turismo como Avelino, del centro de ecoturístico, coinciden en que la violencia en la región es otro factor que los ha perjudicado y ha ahuyentado a los visitantes, pues para llegar a Mil Islas es obligado pasar por Tuxtepec, que desde hace dos años vive una crisis de seguridad.
Por estos motivos, el director de la Unidad Regional de Culturas Populares, Tomás García Hernández, considera que antes de arrancar un proyecto turístico como el de las islas se requiere dimensionar los aspectos positivos y negativos para la comunidad.
Agrega que antes de relanzar un destino como éste se debe trabajar en la salvaguarda del patrimonio cultural, tangible e intangible, de tal manera que la comunidad reconozca lo que puede ofrecer como producto cultural y lo que se produce para consumo comunitario; no obstante, pese que conocen el camino, el reto es conseguir apoyo institucional.