(EL UNIVERSAL)
Dentro de la copa aún queda un poco del Cabernet Sauvignon con el que se ha acompañado la cena. En el último trago está la historia de una región del país alimentada por el desierto y el océano, y en donde la industria vitinivinícola se ha multiplicado por diez en la última década.
En Ensenada, Baja California, se cultivan más de tres mil hectáreas de uva y se produce alrededor del 60 % del vino mexicano que ha traspasado fronteras paulatinamente. En los valles de Guadalupe, San Vicente, Ojos Negros y Santo Tomás crecen con éxito las principales variedades, como la Cabernet Sauvignon, que encabeza la lista con alrededor de 3 mil quinientas toneladas al año. Merlot y tempranillo son las siguientes de la lista.
Distintas variedades de uva pueden madurar sin problemas con el clima mediterráneo caracterizado por temperaturas tibias en el día y frescas en la noche, así como gracias a la proximidad del océano Pacífico y los suelos arcillosos y calcáreos.
Aunque en general los niveles de producción en México aún están muy lejanos de los grandes productores de vino en el mundo (Francia, Italia y España), la expansión de la industria en el país es notoria. La afición por una buena copa de vino también ha crecido: actualmente se sitúa el consumo per cápita en 0.960 mililitros anuales, aunque se siguen prefiriendo vinos extranjeros en un 70%.
Otro punto a favor del crecimiento de esta industria es que en mayo del año pasado se expidió la Ley de Fomento a la Industria Vitivinícola con la que se busca impulsar aún más el sector. Cálculos del Consejo Mexicano Vitivinícola estiman que gracias a la gestión de apoyos e incentivos dentro de diez a 15 años se podría duplicar el número de hectáreas cultivadas en México que hoy rondan las 6 mil 747. Sin embargo, para esta explosión de viñedos que se vislumbra en un futuro cercano aún hay varios retos y probablemente el principal de ellos sea la escasez de agua.
AGUAS TRATADAS
El acuífero Guadalupe, con las subcuencas del Porvenir y Calafia, es donde se extrae el agua para la región, pero desde hace tiempo está sobreexplotado. Según datos del Primer Simposio sobre el Agua en el Valle de Guadalupe, organizado el verano del año pasado por la Universidad Autónoma de California (UABC), se estima que hay un déficit de 18 millones de metros cúbicos en este cuerpo de agua.
Este acuífero tiene un volumen de extracción de agua de más de 40 millones de metros cúbicos al año y una recarga de poco más de la mitad de esa cifra. Eso significa un déficit promedio de 200 litros por segundo. Ante esta situación, el gobierno de Baja California lanzó una licitación para tratar las aguas municipales de Tijuana, construir un acueducto y enviarlas a los viñedos del Valle de Guadalupe, ubicado a 30 kilómetros de Ensenada donde se concentra 95% de la producción de vino en el estado.
La empresa israelí Odis Asversa, que ofrece automatización en la operación y análisis continuo de la calidad del agua en línea, ganó la licitación. Es así que se proyecta el envío de mil litros de agua por segundo al municipio de Ensenada, directamente para el riego de los cultivos de vid del valle y, según se ha anunciado, con una calidad similar a la que se utiliza para el riego de uva en el famoso valle de Napa en California, EU.
El riesgo con el agua tratada para riego de los cultivos es que pudiera traer exceso de sales como sodio o boro, que podrían ser nocivas para las plantas, motivo por el cual se ha buscado que los límites máximos en contaminantes se apeguen a las normas internacionales.
Diversos expertos de las instituciones académicas y científicas de la región, como la mencionada UABC, así como el Instituto Tecnológico de Tijuana (ITT) y el Centro de Investigación Científica y Educación Superior de Ensenada (CICESE), mantienen diversos estudios sobre cómo mejorar los cultivos de vid y la producción vitivinícola en la zona. En el caso del agua tratada el reto no solo será la eliminación de contaminantes emergentes y el mantenimiento del control de sales, sino que en un futuro será imprescindible monitorear puntualmente los efectos que el agua tratada tenga en el suelo y las infiltraciones al acuífero del Valle de Guadalupe.
Los conocimientos de los científicos son y serán fundamentales para la sostenibilidad de los viñedos donde también se vaticinan otros retos por el cambio climático, como el aumento de las temperaturas; sin embargo, los expertos en fisiología vegetal que se encargan de encarar las posibilidades de sequías, siempre están en la búsqueda de nuevas alternativas.
En el documento Cambio climático, escasez de agua y buenas cosechas: el Valle de Guadalupe en la mira, generado por el CICESE, se explica que en términos generales, las regiones aptas para el cultivo de vid tienen una acumulación entre 1700 y 2000 unidades de calor entre abril y octubre y en el municipio de Ensenada se tienen en la actualidad entre 1500 y 2000 unidades (El valle de Napa, en California, tiene alrededor de 1500 unidades de calor). Para finales de este siglo algunos modelos indican que en Baja California se tendrán temperaturas promedio entre 22 y 24 grados centígrados, pero se seguirían teniendo escenarios con menos de 2000 unidades de calor, aún aptas para la producción de vinos o al menos para las variedades como la Cabernet Sauvignon, que es una de las que resiste de mejor forma las altas temperaturas.
AGRICULTURA DE PRECISIÓN
En realidad este tipo de cultivos no requiere tanta agua. Se estima que para mantener una hectárea son necesarios 5 mil metros cuadrados de agua al año, pero se puede bajar esta cantidad hasta la mitad mediante las técnicas de riego por goteo que mantienen gran parte de los viñedos. También es necesario conocer a la perfección la fisiología del cultivo para bajar aún más la ecuación.
Se dice que tal como nuestro sistema circulatorio, las plantas tienen una compleja red que abastece de agua a toda la estructura de la planta. Algunos de los primeros estudios de este sistema los hizo Leonardo Da Vinci hace más de dos siglos y en la actualidad este conocimiento ha derivado en una rama que se llama arquitectura hidráulica de las plantas y que sirve, entre otras cosas, para optimizar las capacidades de riego en los viñedos.
El sistema de "tuberías" que inicia desde los pelos absorbentes de las raíces hasta la nervadura de las plantas, está hecho de celulosa y lignina y posee diámetros variables, mientras el xilema es el tejido vegetal que transporta el líquido. Los expertos miden la tensión del xilema en las hojas para conocer si hay una alarma de riego.
Por otra parte, los estomas son grupos de dos o más células epidérmicas especializadas cuya función es regular el intercambio gaseoso y la transpiración. Una mayor apertura muestra una mayor pérdida de agua que depende de parámetros como la temperatura, la luz y la humedad relativa. Para poner en práctica la llamada agricultura de precisión se emplean tecnologías de percepción remota como el uso de vehículos aéreos no tripulados y cámaras multiespectrales, que se combinan con las mediciones de parámetros como el potencial hídrico (estrés hídrico) de las plantas determinado por el conocimiento anteriormente expuesto.