La mejor forma de prepararse para enfrentar los desafíos de la revolución tecnológica está ofrecer las herramientas necesarias que estimulen la capacidad de creación. (AGENCIAS)
Los procesos de transformación digital que enfrentan gran parte de las organizaciones del mundo y la irrupción de nuevas tecnologías que han contribuido a automatizar algunas labores, han puesto de manifiesto una realidad: la forma en la que percibimos y realizamos nuestro trabajo están cambiando.
Esto nos exige pensar, no sólo en el futuro del empleo, sino también en el empleo del futuro, para prepararnos y responder adecuadamente cuando llegue ese momento, y para asegurar que, cuando llegue, todos sean incluidos.
La espera de ese futuro no será muy larga. De acuerdo con McKinsey Global Institute, la revolución tecnológica ha tenido un impacto 3 mil veces mayor que el de la revolución industrial y ha transformado el mercado laboral afectando los tipos de trabajo, salarios y las competencias requeridas.
Ahora bien, más que automatización del empleo, se debe pensar en la automatización de tareas específicas dentro del empleo. Un estudio reciente de McKinsey reportó que de 820 roles distintos que fueron analizados, sólo 5 % de los roles son totalmente automatizables.
Alrededor de 60 % de los roles tienen el potencial de automatizarse en 30 %. Las tareas más predecibles son generalmente las que tienen mayor potencial automatizable. Dentro de este marco, es necesario disponer de profesionales calificados que puedan hacer parte de esa revolución tecnológica y cuenten con la capacidad de formarse en todas esas competencias que demandarán los nuevos empleos y las nuevas tareas.
Ese escenario nos lleva, inevitablemente, a pensar en América Latina. En la región aún tenemos algunos retos para cumplir esa tarea, principalmente en dos dimensiones que se encuentran fuertemente relacionadas: la productiva y la formativa.
Con respecto a la primera dimensión, es importante resaltar que la región ha registrado ritmos lentos de crecimiento económico. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), mientras que las proyecciones de crecimiento para Europa y Asia durante 2019 superan 2 %, las de América Latina alcanzan un porcentaje igual a 1.2 %.
Dado que América Latina reporta bajos niveles de productividad, la tecnología se debe ver como una oportunidad, más que como amenaza, para recortar la brecha con otras regiones.
Sobre la dimensión formativa, vale la pena destacar que para que las medidas que se adopten en materia productiva puedan sostenerse y, de esta manera se puedan aprovechar los efectos positivos de la revolución tecnológica, es fundamental trabajar en el componente educativo.
La formación de los latinoamericanos en competencias relacionadas con la tecnología, desde lo más simple hasta desarrollos más complejos como el Aprendizaje Automático o la Inteligencia Artificial, es clave para maximizar las oportunidades económicas que trae la era digital y aprovechar el potencial de desarrollo de la región.
Sabiendo la importancia que tiene la inclusión, desde Google.org hemos desarrollado alianzas con organizaciones de la sociedad civil en América Latina que están liderando iniciativas para capacitar a las comunidades en habilidades que se necesitarán para el mercado laboral del futuro.
Dos de ellas son Comunidad IT, una asociación civil sin ánimo de lucro dedicada a formar a las personas en temas de IT, y Laboratoria, cuya misión es capacitar a las mujeres y organizaciones que harán que América Latina tenga una economía digital más competitiva.
No sólo están formando individuos con habilidades digitales, sino también habilidades blandas y de negocios necesarias para prosperar en el trabajo. En el caso de Comunidad IT, una iniciativa que nació en Buenos Aires (Argentina), se expandió a otras ciudades del país y también logró replicarse en Chile y Canadá. Sólo en 2018, logró capacitar a más de 900 latinoamericanos.
Laboratoria, por su parte, cuenta con más de mil egresadas en Perú, Chile, México y Brasil. A través de estos programas educativos no-convencionales, esperamos llegar a las personas que han sido históricamente excluidas del aprendizaje de habilidades digitales, y si no se abordan, correrían el riesgo de no ser incluidas en los futuros mercados laborales.
Estos ejemplos son muestra de que la mejor forma de prepararse para enfrentar los desafíos que plantea la revolución tecnológica está en dotar a los latinoamericanos de las herramientas necesarias que les permitan formarse en las habilidades necesarias y que, a su vez, estimularán su capacidad de creación. Es importante garantizar el acceso a las fuentes de conocimiento y capacitación para democratizar esas posibilidades de crecimiento para todos.
Lograrlo es posible, siempre y cuando se realice de manera conjunta. Empresas, actores gubernamentales, miembros de la sociedad civil y organizaciones estamos llamados a forjar un futuro que funcione para todos.
Dependerá de nuestra capacidad de entender esa revolución tecnológica, la obtención de resultados positivos como el incremento en los niveles de productividad y la posibilidad de contar con mejores empleos. Pero el entendimiento, por sí solo, no es determinante.
Como reza un adagio, no es la más fuerte de las especies la que sobrevive, ni la más inteligente; sino la que se adapte mejor al cambio. Y el cambio es inminente. Allí estará la clave.