Controlar a los niños por medio de sustos puede tener efectos que los acompañaría durante mucho tiempo aún después de la infancia. (ESPECIAL)
Controlar a los niños por medio de sustos puede tener efectos que los acompañaría durante mucho tiempo aún después de la infancia.
Según Educa Vida: orientación familiar, aunque el miedo es una emoción básica que fomenta la supervivencia, los miedos infundidos o aprendidos tienen lugar cuando un adulto lo fomenta para generar en el niño un cambio de actitud.
Por ejemplo, si un niño pasa al lado de una reja y es asustado por un perro, esta es una reacción normal, y el trabajo del padre sería hacerle saber que es normal que se haya asustado, y pasar a preguntar si el perro era grande, cómo era, etc. El miedo es lo que le permitirá entender el mundo y su entorno.
Sin embargo, cuando el miedo es aprendido o inculcado, el aprendizaje puede acompañar al niño durante toda su vida, y este mismo miedo lo transmitirá después a sus hijos.
Quizá a ti no te parezcan frases duras, pero cuando se trata de los niños, la sutileza puede ser igual de peligrosa. Todos hemos escuchado frases como estas:
*No toques al perro que te va a morder
*No te subas ahí que te caerás
*No te cruces que te atropellará un coche
*Si no comes no crecerás
*No saltes sobre el sillón que te caerás
Aunque estas frases generalmente vienen de personas que quieren al niño, a futuro le creará un miedo irreal que no sabrá gestionar más adelante.
Los niños asustados por naturaleza suelen tener miedos evolutivos que desaparecen con el tiempo, por ejemplo, a un perro que ladra, pero cuando esto es impuesto es muy probable que quede grabado.
Siguiendo con el ejemplo del perro, estos son dos casos que pueden generar trauma en el niño:
1.- El niño está asustado, los padres corren detrás de él igual de asustados repitiendo frases como “nunca te acerques a ese perro”, probablemente también lo lleven en brazos.
2.-El niño corre hacia sus padres y estos lo rechazan diciendo que no debería tener miedo, ignorando sus sentimientos y emociones, lo que no hará que el miedo desaparezca.
En ambos casos, puede llevar al niño a que cuando sea mayor evite el contacto total con los perros, ya sea evitando calles o incluso negándose a entrar a la casa de alguien que tenga perros. En casos más extremos, puede llegar a sentir odio o resentimiento por estos animales.
Provocar el miedo en los niños, podría tener las siguientes consecuencias:
Que el niño sienta odio hacia sí mismo
El niño puede desarrollar actitudes de odio hacia sí mismo por sentirse de esa forma, especialmente si comienza a notar que le trae limitaciones en diversos aspectos.
Perpetuar miedo a sus hijos a futuro
Este miedo que el niño llevará consigo toda su vida, es muy fácil que pase a sus hijos luego de que tema que sean heridos por ello. En este caso se puede manifestar no sólo con comentarios sino con reacciones exageradas, por ejemplo, si la madre o padre le teme a las alturas y el niño se encuentra en un juego donde tiene que subir escaleras, probablemente hagan todo por bajarlo e incluso podrían reprenderlo.
No poder llevar una vida normal
Lo cierto es que este miedo puede darse en diferentes grados. El ejemplo del perro fue uno de los muchos posibles. Hay quienes se niegan a ir en un automóvil por miedo a tener un accidente, que no se acercan al mar o que se niegan a usar un ascensor por miedo al escenario, por mencionar algunos otros ejemplos.
Tener una regresión
Aunque piensen que el miedo ha sido superado, pueden llegar a tener regresiones, por ejemplo, volver a orinar en la cama por el miedo a la oscuridad.
Merma la capacidad de solucionar conflictos
Si le dices a un niño cosas como “no te subas a la silla, te vas a caer”, seguramente lo dejará de lado dudando de sus capacidades sin buscar una forma de solucionar la problemática, quizá no sea consciente de por qué lo deja de lado, peor como lo dice uno de sus padres, lo tomará como lo correcto.
Disminuye el autoestima
Cuando el niño siente miedo y no viene de forma natural, los padres correrán a salvarlo de la situación, lo que da una señal de que no le tienen confianza para defenderse por ellos mismos. O en otro escenario, si el niño, aún con miedo, intenta reparar el daño y falla para luego ser señalo por los padres por ello con frases como “te lo dije”: