Impacta. El artista callejero retrata su 'rescate por la mano de Dios' desde la cima de un edificio de 33 metros de altura.
"Me di cuenta de que si paro de pintar, mi muerte es inminente". Así describe su relación con el arte el brasileño Eduardo Kobra, referente mundial de la pintura callejera y quien acaba de inaugurar su más "autobiográfica" obra, entregada tras un "momento muy duro" de luto por la pérdida de su bebé.
Nada más al empezar la emergencia de la COVID-19, Kobra perdió a su bebé tan sólo doce horas después de su nacimiento y, enseguida, cayó enfermo por una grave enfermedad en el pulmón.
Ahora, el artista callejero retrata su "rescate por la mano de Dios" desde la cima de un edificio de 33 metros de altura situado en "uno de los puntos más caóticos de Sao Paulo".
"Es muy relevante para mí este trabajo", porque "tuve que tener mucha esperanza, mucha fe en Dios para conseguir superar el luto, retomar las fuerzas perdidas en medio de la pandemia, toda la duda que está en aire sobre esa situación del virus y mi salud totalmente debilitada", reveló el artista.
A los 45 años, Kobra ha superado una infancia de pobreza, violencia y discriminación en la periferia de Sao Paulo para convertirse en uno de los mayores artistas callejeros del mundo.
En sus más de tres décadas de carrera, acumula trabajos realizados en cerca de 40 países, un acervo de casi 3 mil fotografías y un récord Guinness por ostentar el mural más grande de la historia.
Pero su currículo también incluye un largo historial de enfermedades, intoxicaciones por metales pesados, algunos pasos por la cárcel, problemas con el alcohol y un sinfín de superaciones. Fue en la pintura que Kobra encontró el camino para desahogarse, canalizar sus energías y renacer una y otra vez.
"Yo nunca seguí este camino por cuestiones financieras o reconocimiento. Yo continúo pintando porque eso está en mí, es parte de quien soy. Pintar es mi afición, mi pasión, lo que me hace feliz".
Nacido y criado en el Jardim Martinica, un barrio pobre de la zona sur de la capital paulista, Kobra siempre ha visto en los muros de la ciudad su lienzo de creación.
Empezó a arriesgarse en la pintura dibujando cómics y superhéroes, pero fue a través de diseños clandestinos en los edificios y de la cultura del hiphop que se sumergió en el universo callejero. Su aprendizaje, aseguró, ha sido "totalmente en la calle y totalmente ilegal".
"Aunque vengo de un origen pobre, de la periferia, de un lugar simple, con todas las posibilidades que estaban abiertas para mí del crimen, violencia, drogas y varias otras cosas, mi interés en las calles siempre fue en el sentido del arte", expresó.
Pero el trayecto no ha sido fácil. El artista reconoce que, sin el apoyo de la familia y considerado por muchos como "un vago más", los pronósticos eran poco alentadores.
"Por mi historia, yo tuve que ser cinco, diez veces más fuerte. Todo estaba en mi contra, no existía nada que me mostrara que yo podía seguir por ese camino", recordó.
"Muchos de mis amigos que tenían talento fueron para ese camino en teoría más fácil. Tuvieron éxito al principio, pero luego fueron muertos o presos, tuvieron finales muy complicados".
Pese a las barreras, Kobra se asumió apasionado y "grato" a la ciudad megalópolis Sao Paulo,
"Todo lo que soy se lo debo a la ciudad de Sao Paulo. Todo lo que he aprendido, lo aprendí en las calles de la ciudad, recibiendo palizas, siendo detenido, viendo la desigualdad gigante que hay aquí", apuntó.
DERRIBANDO LAS FRONTERAS DE BRASIL
Las cosas empezaron a cambiar en 2011, cuando recibió una invitación de una asociación de residentes de un barrio de Lyon, en Francia, para realizar su primer mural fuera de Brasil, un trabajo que supuso su primer viaje al extranjero y el puntapié de su carrera internacional.
Desde entonces, Kobra se convirtió en el artista callejero más internacionalizado de Brasil, ha dejado su huella en decenas de ciudades de los cinco continentes e inmortalizado figuras como Pelé, Martin Luther King, Nelson Mandela y otros iconos mundiales.
Hiperactivo confeso y desencantado con la política, el muralista no permite que la fama lo deje olvidar sus orígenes y busca siempre incluir su "opinión" en sus creaciones, cargadas de crítica social y que a menudo abordan temáticas como el racismo, la desigualdad, la violencia o la tolerancia.
"Yo utilizo los murales como plataformas para hablar de las cuestiones que yo he vivido", porque "entra gobierno, sale gobierno, el hambre continúa, la miseria sigue, la desigualdad, el acceso a los hospitales, la educación. Hay varios mundos muy diferentes", sostuvo.
Desde el tema del medio ambiente hasta la tragedia en Líbano el pasado agosto, cuando un almacén del puerto de Beirut explotó y dejó casi 200 muertos, Kobra conserva con maestría los principales desafíos de la actualidad a través de una explosión de colores y formas geométricas, sus marcas registradas.
Tras más de treinta años de carrera, el muralista asegura que "parar no es una posibilidad" y tiene claro que el futuro aún le reserva "muchos sueños y proyectos".
El más importante, cuenta, es la fundación de su propio instituto, con el que pretende dar "la oportunidad a los niños que, así como yo, quieren trabajar con el arte y no tuvieron la posibilidad".
"Quiero de alguna forma mostrar que es realmente posible hacer cambios, primeramente en nuestro corazón, en nuestro interior y luego en nuestro alrededor, para así modificar todo el mundo de forma responsable".