Referente. El músico alemán durante su juventud. Años más tarde sería creador de cuatro formidables sinfonías. (ARCHIVO)
Oficialmente, la apertura de su sinfonía empezó a sonar un 7 de mayo de 1833, en Gangeviertel, localidad de Hamburgo, Alemania. La tradición marca que aquel día Johannes Brahms dejó el silencio de la vida uterina para entregarse a la existencia de la realidad. Cuando Brahams nació, recién se cumplían nueve años del estreno de la Novena Sinfonía de Beethoven en Viena. La musicalidad de su camino estaba cantada.
No obstante, el compositor argentino Juan María Solare, en un artículo publicado en 1997, en el número 63 de la revista musical Pauta, afirma que el origen de Brahms pudo ser muy distinto. Solare comienza su texto narrando cómo Johann Jakob Brahms (1806 - 1872), padre del afamado compositor, inició su andar por el arte musical. Relata que a finales de 1832, Jakob partió a Sudamérica, en una gira junto al sexteto del salón del Alsterpavillon, donde tocaba el contrabajo. En el viaje fue acompañado por su esposa, quien estaba embarazada de su segundo hijo.
El artículo de Solare asegura que Johannes Brahms nació el 6 de febrero de 1833, al final de una función en Copiapó, Chile. Fue bautizado en una iglesia local por la fe católica de su familia, por si el bebé no sobrevivía al viaje. Y al llegar a Alemania, fue rebautizado con una "fecha de nacimiento falsa" en la iglesia de St. Michaelis (hoy St. Petri), en Hamburgo.
Solare escribe que la familia Brahms jamás reveló el "verdadero origen" del compositor y justifica su información con las investigaciones realizadas por Iannis Eralos, quien habría interceptado una carta de la madre de Johannes, la cual se encuentra resguardada en la Biblioteca Municipal de Tandil, en Argentina.
Independientemente del supuesto origen chileno de Brahams, lo que es realidad es que pasó los acordes de su infancia en un barrio ínfimo de Hamburgo, inmerso en una humildad que contrastaría más tarde con la majestuosidad de sus obras.
Con apenas 10 años de edad se destacó como un virtuoso violinista. En un recital organizado por su padre, con la intención de recaudar fondos para su futura educación musical, Brahms ejecutó el Quinteto Op. 16 de Beethoven. Los ojos de los cazatalentos voltearon a verlo. Incluso un hombre ofreció llevarlo a Estados Unidos para que diera conciertos en el nuevo continente.
Brahms comenzó a componer desde muy pequeño, durante la época donde tenía que tocar en una taberna para mantenerse, aunque destruyó estas primeras obras por considerarlas de mala calidad. También fue famoso por interpretar piezas de los grandes compositores, sin partituras, totalmente de memoria.
Pero quizá un momento clave en su carrera (y en su vida) fue conocer a Robert y Clara Schumann con tan sólo 20 años.
Respecto a su música, el compositor argentino Alberto Ginastera indica que las cuatro sinfonías que escribió Brahms en toda su vida, son suficientes para mostrar la esencia de su espíritu y la perfección de su arte; "un manantial de agua inagotable". Para Arnold Schonberg, Brahms fue innovador no sólo de la armonía y del lenguaje musical, sino también de la forma. Asimismo sus novedosos métodos de armonización abrieron caminos que fueron aprovechados por sus continuadores.
ADMIRACIÓN MEXICANA
El fallecido escritor mexicano Eusebio Ruvalcaba, hijo del reconocido violinista Higinio Ruvalcaba, publicó en 2014 un libro titulado Amigos casi sólo de Brahams, editado por la Universidad Juárez del Estado de Tabasco. En la obra, Ruvalcaba emite arias personales de su admiración hacia el compositor alemán.
El libro comienza con un recuerdo al lado de su padre. Eusebio le cuestiona a su progenitor la razón de por qué la tercera sonata para violín y piano de Brahams constaba de cuatro movimientos y no de tres, como las dos primeras. Higinio refuta a su heredero, diciéndole que estaba equivocado.
"Fui educado en Brahms. En casa era lo que se escuchaba todo el tiempo. Pero ahora quiero hablar de otra cosa. En Brahms se repite esa extraña ecuación: vida + obra = obra + vida", escribe Eusebio.
Ruvalcaba también hace mención de Brahms en otras de sus obras como Temporad de otoño, Pensemos en Beethoven o El elogio del demonio.