Cosas muy raras suceden en la casona antigua del Potrero de Ábrego. Si las cuento no es porque crea en ellas, sino porque ellas me obligan a contarlas.
En el año 18 del pasado siglo murió en esa casa la hija menor de don Ignacio de la Peña,Tulita. Se llamaba Gertrudis, y tenía 7 años cuando se la llevó la influenza española.
Su atribulada madre hizo poner en la sala un retrato de la niña, y frente a ella colocó a su muñeca en un sillón. Parecía que la pequeña miraba a la muñeca y que la muñeca miraba a la niña.
Pasaron muchos años. Un día a alguien se le ocurrió quitar de ahí a la muñeca y llevarla al cuarto de los triques. Esa misma noche empezaron a oírse dos llantos infantiles, uno en la sala, otro en el cuarto de los triques.
El extraño fenómeno se repitió varias noches más. Entonces quien había quitado de su lugar a la muñeca volvió a ponerla en el sillón, frente al retrato de la niña. No volvieron a escucharse aquellos llantos.
Desde luego yo no creo en cosas sobrenaturales. Pero en la antigua casona del Potrero de Ábrego esas cosas son muy naturales.
¡Hasta mañana!...