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Museo Regional de La Laguna

Arqueólogo Yuri de la Rosa, tras la cosmogonía de ancestros laguneros

En Coahuila, sólo del uno al dos por ciento del territorio se ha explorado

En Coahuila, sólo del uno al dos por ciento del territorio se ha explorado. (SAÚL RODRÍGUEZ)

En Coahuila, sólo del uno al dos por ciento del territorio se ha explorado. (SAÚL RODRÍGUEZ)

SAÚL RODRÍGUEZ

En Coahuila, sólo del uno al dos por ciento del territorio se ha explorado, así lo afirma Yuri de la Rosa Gutiérrez, arqueólogo, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y titular del único proyecto arqueológico que actualmente existe en el estado.

De la Rosa se encuentra en el Museo Regional de La Laguna (Murel). Es martes por la noche y ha presentado su libro Los astros en las rocas de Coahuila, cuyos textos abordan la cosmovisión de las culturas originarias de la entidad, desde la lectura del cielo hasta la intervención en petrograbados y pinturas rupestres.

La presentación se da en el marco del 45 aniversario del Murel e incluyó comentarios del escritor Jaime Muñoz y la arqueóloga Adriana Meza.

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“Desde la creación del INAH siempre se puso enfoque en la arqueología del centro del país y las grandes pirámides. Primero, para construir identidad nacional de las grandes culturas y nuestro gran pasado prehispánico, y en épocas más recientes también ha tenido mucho que ver el turismo. A Mesoamérica siempre se le ha dado gran importancia y relevancia, y se le ha puesto al nivel de Egipto, Mesopotamia y esas grandes culturas. Y bueno, la arqueología en el norte del país empieza tarde”.

La arqueología en el norte de México comenzó en la década de los años cincuenta. Destaca la investigación que el arqueólogo Luis Aveleyra encabezó en la Cueva de la Candelaria, al norte de la Comarca Lagunera, entre 1953 y 1954, suceso que cambió para siempre la historia de la arqueología en Coahuila y que años más adelante propiciaría la fundación del Murel.

“Luego pocos son los arqueólogos mexicanos que han venido a investigar esta zona. Hubo una época, a finales de los noventa, que más bien fueron los arqueólogos gringos quienes vinieron a trabajar. Hubo ese vacío hasta que llegó Leticia González, pero bueno, ella es originaria de aquí, tiene ese interés local y además es especialista en prehistoria. Ella fue la precursora de establecer proyectos arqueológicos cimentados científicamente”.

Aunque Yuri de la Rosa es originario de Ciudad de México, profesa una devoción particular por el cielo y el desierto norteño. Llegó a Coahuila en 2002, casi recién graduado, y desde entonces se ha esforzado por interpretar el territorio norteño a través de los registros dejados por sus ancestrales pobladores.

“Desde que era estudiante siempre le tiré al norte, siempre me gustó el desierto. Siendo estudiante en la Escuela Nacional de Antropología, hice un viaje con mis compañeros para conocer estas regiones. Insisto, ya me gustaba, me gustaba el cielo, tenía interés en venir para acá, pero cuando conocí esta región... (emite un suspiro) fue enamorarse del desierto”.

Mientras en zonas como Teotihuacán existen 20 proyectos arqueológicos, en Coahuila sólo hay uno, el que De la Rosa encabeza.

“Mi labor tiene varias aristas. Una es el registro; cada vez que hay un hallazgo, una denuncia o reportes, porque a veces la gente se encuentra cuevas, nosotros vamos y atendemos todo eso. Tenemos proyectos de salvamento, donde nosotros diseñamos estrategias de recorrido donde habrá obras de infraestructura, nosotros hacemos recorridos previos para evitar que vestigios arqueológicos sean afectados”.

En su libro, Yuri de la Rosa, redacta una propuesta arqueológica accesible al público. En planos generales, aborde el contexto geográfico, la vida de los cazadores-recolectores, la cosmogonía, así como la metodología que emplean los arqueólogos en Coahuila.

El título remite a su contenido. Para los ancestros laguneros, la lectura del cielo era de sumo interés. Este interés traspasa la mera observación y el asombro. Según el arqueólogo, los cazadores-recolectores, marcaban y medían los ciclos del desierto a través de los astros.

“Eso les decía cuándo mover el campamento, por ejemplo. ‘Cuando el sol se pone detrás de cierta montaña y está alineado con un petrograbado, es momento de mover el campamento a la siguiente estación, porque yo sé que aquí ya se acabó la pitaya y cuando cambie el verano va a haber venado en la sierra’. Los astros marcan esos ciclos de vida de los cazadores recolectores y la cosmogonía de fenómenos como eclipses, meteoritos y ese tipo de cosas particulares”.

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