Ingenieros y neurobiólogos de la Universidad Northwestern, en Estados Unidos, han desarrollado un implante inalámbrico que permite programar ratones para que interactúen socialmente entre sí en tiempo real. (ESPECIAL)
Ingenieros y neurobiólogos de la Universidad Northwestern, en Estados Unidos, han desarrollado un implante inalámbrico que permite programar ratones para que interactúen socialmente entre sí en tiempo real.
La investigación, publicada en la revista científica "Nature Neuroscience", es la primera que explora interacciones sociales dentro de grupos de animales mediante optogenética, un método para controlar neuronas a través de haces de luz.
El implante diseñado, delgado, flexible e inalámbrico, permite que los ratones se comporten de forma natural en entornos realistas, un avance respecto a anteriores estudios de optogenética, que requerían cables de fibra óptica que restringían los movimientos de los animales.
"Ahora tenemos la tecnología para investigar cómo se forman y rompen los vínculos entre los individuos en grupos sociales y examinar cómo surgen jerarquías a partir de estas interacciones", explica en un comunicado John A. Rogers, director del desarrollo tecnológico del experimento, diseñado por la neurobióloga Yevgenia Kozorovitskiy.
Los expertos sostienen que la investigación supone un avance importante en el campo de la optogenética, cuyo uso todavía no se ha aprobado en humanos debido a la ingeniería genética que involucra.
"Suena a ciencia ficción, pero es una técnica increíblemente útil", remarca Kozorovitskiy, convencida de que esta tecnología podría usarse "pronto" para corregir la ceguera o revertir la parálisis.
Durante el experimento, cuando los ratones estaban cerca en un entorno cerrado, los científicos activaban de forma inalámbrica sincrónica un conjunto de neuronas en una región del cerebro relacionada con la función ejecutiva de orden superior y, como resultado, la frecuencia y duración de las interacciones sociales entre los animales incrementaba.
Del mismo modo, cuando se desincronizaba la estimulación, la actividad social disminuía rápidamente, un control que los expertos podían elegir aplicar de forma arbitraria a un par de ratones concreto dentro de un grupo.
"En realidad, no pensábamos que esto funcionaría", reconoce Kozorovitskiy, que junto con Rogers lideró el experimento con los ingenieros Yonggang Huang, de la Universidad Northwestern, y Zhaoqian Xie, de la Universidad Tecnológica de Dalian, en China.