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Día de los Humedales: un momento para reflexionar

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Cada año, en la víspera del dos de febrero en que se celebra el Día Mundial de los Humedales, hemos comentado sobre esta efeméride ambiental aprovechando este medio de comunicación para informar a nuestros paisanos laguneros la importancia que tienen para la vida los humedales, ya que en nuestra región tenemos algunos de ellos entre los que destaca el Parque Estatal Cañón de Fernández, en el municipio de Lerdo, por haber sido declarado Sitio Ramsar, es decir, humedal de importancia internacional.

Ayer martes se cumplieron cincuenta años desde que se firmó la Convención Ramsar (denominada así por el nombre de la ciudad iraní, en 1971) sobre los Humedales, en la que un centenar de países acordaron proteger y conservar este tipo de ecosistemas acuático-terrestres. Sin embargo, los esfuerzos para lograr tal propósito no han sido suficientes en la contención de las amenazas que sufren por parte las poblaciones humanas que los están destruyendo.

Un ejemplo claro de lo anterior es lo que sucede en el Cañón de Fernández, que durante el año pasado sufrió prácticamente una invasión de visitantes, desde aquellos que solo buscaban un espacio de esparcimiento en un medio natural con singular belleza escénica, sin alterar el hábitat y la vida silvestre que en él mora, hasta aquellos que desfogaban su energía comprimida por la pandemia en los espacios urbanos, destruyendo todo lo que se les atravesaba.

Esta inaudita invasión provocó reacciones diversas entre los laguneros, las más en contra de la misma y exigiendo se regulara el acceso a este sitio declarado reservorio natural protegido y evitar las alteraciones derivadas de la misma con las emisiones descontroladas de basura, ruido, daño a la flora y fauna silvestre, etc., pero también, insólitamente, hubo quienes buscaron la protección de la justicia que les permitiera continuar la destrucción que estaban provocando, evidenciando el vacío cultural que tienen algunos paisanos.

Esta desafortunada experiencia local nos muestra varias cosas que vale la pena reflexionar. La primera es que no basta con declarar una efeméride y suscribir cualquier convenio, en este caso internacional, si no hay la voluntad política para cumplir los compromisos inherentes, convirtiéndola en una política pública real y no sólo declarativa, lo cual implica asignar fondos públicos (o privados), como debiera ocurrir con nuestro Cañón de Fernández. La suscripción de un convenio por un gobierno o gobernante no exime a los sucesivos de la responsabilidad de cumplirlo, sobre todo si vale la pena hacerlo, como también es el caso de la declaratoria que hizo un congreso y gobierno estatal de esta área natural protegida, los sucesivos gobernadores deben cumplir los compromisos derivados de la misma.

Otro aspecto tiene que ver con la responsabilidad de los ciudadanos. Declarar un sitio como espacio natural protegido no implica solo una decisión política gubernamental, sobre todo si esta tiene un acierto implícito que es la conservación de los ecosistemas y hábitat que albergan singular vida silvestre en estas tierras desérticas, es un asunto que también nos involucra a quienes habitamos en ellas ya que nos prestan invaluables servicios ecosistémicos y recreativos que nos benefician o a los que solo accederemos en otras latitudes; tiene que ver con el conocimiento que adquirimos los laguneros sobre el medio en que vivimos sin el cual careceríamos de identidad como sociedad.

La protección y conservación de la naturaleza de aquellos ámbitos que conforman nuestro entorno local en el que sustentamos nuestra economía y forma de vida, nos involucra a todos, gobierno y sociedad. El incumplimiento o la omisión que adoptemos desde las esferas públicas de la sociedad política o desde la vida privada en la sociedad civil, nos exige demandar y demandarnos un esfuerzo adicional para conservar un ambiente sano que posibilite condiciones para tener una mejor calidad de vida.

Los que visitamos el Cañón de Fernández con esta mentalidad, y aquellos otros espacios locales similares, exigimos a nuestros gobernantes atender y regular la presencia humana en estos reservorios naturales, asignar fondos públicos suficientes, esa parte de nuestros impuestos, para protegerlos y conservarlos, como también levantar la voz ante los inconscientes paisanos que lo hacen con acciones destructivas. Las denuncias que presentan asociaciones civiles como Prodefensa del Nazas son acertadas y debemos respaldarlas, aun cuando piquen las costillas a los gobernantes o provoquen el enojo de los laguneros destructores.

Proteger y conservar parajes como el Cañón de Fernández, nuestro singular humedal de importancia internacional, es algo ante lo que no podemos ser omisos, esa omisión de las poblaciones pusilánimes y timoratas que carecen no sólo de identidad local, sino de sentido de la vida, que no reconocen su propia historia y viven con un futuro incierto. Creo que los laguneros no somos ni debemos ser ejemplo de esto y por ello la celebración es más que una efeméride ambiental que se debe traducir en un esfuerzo, en una lucha compartida de todos.

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