El fenómeno migratorio, la escasez de agua, la salud y los conflictos son algunas de las consecuencias que el cambio climático está desencadenando en la región mediterránea y es por ello que expertos internacionales instan a impulsar políticas globales que lideren “acciones concretas” basadas en la ciencia y la tecnología. (ARCHIVO)
El fenómeno migratorio, la escasez de agua, la salud y los conflictos son algunas de las consecuencias que el cambio climático está desencadenando en la región mediterránea y es por ello que expertos internacionales instan a impulsar políticas globales que lideren “acciones concretas” basadas en la ciencia y la tecnología.
La implementación de estas soluciones centró la inauguración de la conferencia internacional Cassandra, que arranca de manera virtual y está organizada por el Centro Tecnológico de Cataluña, Eurecat, en línea con los desafíos planteados en la COP26.
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Lo anterior, agregan, si no cambia la actual política climática en el planetaLas decisiones acordadas en la cumbre del clima de Glasgow son, según el responsable de la Unidad de Monitoreo del Medio Ambiente Mundial del Programa de las Naciones Unidas, Hartwig Kremer, “bastante alentadoras y un buen comienzo” para contener el reto más importante del siglo XXI aunque, en su su opinión, “no son la solución final”.
“En la tecnología y en la innovación científica tenemos que reforzar un contexto amplio, no se trata de lograr sin más los últimos modelos matemáticos o en Inteligencia Artificial, sino de involucrar los procesos sociales que creen compromiso en la sociedad”, argumentó Kremer.
Respaldado por la Unesco, la Comisión Europea y la Alianza Mundial para la Calidad del Agua, el congreso analizó las consecuencias que el calentamiento global tendrá en la cuenca mediterránea, donde la temperatura está aumentando un 20 % más rápido que la media mundial.
El vicesecretario general de la Unión por el Mediterráneo (UpM), Grammenos Mastrojeni, advirtió de que la región, que concentra más del 22 % del comercio global, es la “segunda zona de calentamiento más rápida” del planeta, donde el nivel del mar ha aumentado “veinte centímetros” desde principios del siglo pasado.
De acuerdo con sus palabras, los efectos del cambio climático “han modificado totalmente los equilibrios del ecosistema del Mediterráneo” a un ritmo que “está partiendo Europa en dos”.
Junto a esta tesitura, la primera mesa enumeró las consecuencias del impacto del clima en el agua de la región con un empeoramiento de su calidad; un incremento de la contaminación y la suciedad; una escasez de agua dulce y un aumento de las inundaciones.
El segundo panel puso el foco en el fenómeno de la migración desde distintas zonas de África hacia el Mediterráneo, mientras que la tercera mesa de debate ha relacionado la crisis climática con los conflictos sociopolíticos, principalmente en Oriente Medio, un drama humanitario que ha repercutido en la vida de tres millones de personas.
La secretaria médica internacional de Médicos Sin Fronteras (MSF), María Guevara, recordó que “no se está respetando” el derecho a la protección de aquellos que se ven obligados a irse de sus países y quienes “solo tratan de sobrevivir”.
Por su parte, la directora legal de Human Right 2 Water, Geraldine Gene, pidió mayor cooperación con el continente africano, así como emplear “todos los instrumentos del sistema político europeo” para poner al ser humano en el centro de las políticas.
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Esto supone que 117 millones de personas en el mundo viven con un nivel de hambre crítico o peorEn la última ponencia, la economista del Banco Mundial, Esha Zaveri, presentó el informe “Flujo y reflujo: agua, migración y desarrollo”, el cual examina el vínculo entre el fenómeno migratorio con el agua y augura que setecientos millones de habitantes podrían verse afectados en el futuro por una sequía extrema.
Según este estudio, la escasez de agua está relacionada con el aumento del “diez por ciento de la migración mundial”, situación que se está acelerando como consecuencia del calentamiento global, puesto que uno de cada cuatro habitantes del planeta se enfrentan ya a niveles extremadamente altos de estrés hídrico.