Obra. La Apología de Sócrates escrita por Platón, describe el pensamiento socrático como el cuidado de sí mismo. (ARCHIVO)
En un muro de las Estancias de Rafael, en el cuarto piso del Palacio Apostólico de Ciudad del Vaticano, gobierna la obra pictórica de la Escuela de Atenas, terminada en 1511 por el artista Rafael Sanzio. Al centro de la obra aparecen los filósofos griegos Platón y Aristóteles. Sus expresiones muestran una discusión, debaten sus puntos de vista.
Platón tiene los rasgos de Leonardo Da Vinci (Rafael era gran admirador del polímata), carga el libro del Timeo y apunta su índice derecho hacia arriba, como si estuviera señalando el mundo de las ideas que impera en toda su obra. Por su parte, Aristóteles sostiene su Ética Nicomáquea, mantiene la palma derecha de cara al suelo, hacia la Tierra, en claro ademán de que lo más real se encuentra frente al ser humano.
A unos pasos de ahí, un anciano de pelo escaso, barba grisácea y envuelto en ropas verde olivo, discute frente a Antístenes y Alejandro Magno. El sujeto hace un gesto con las manos, como si estuviera analizando punto por punto alguna idea o cuestionando las respuestas que posiblemente le dieron sus acompañantes.
El anciano es Sócrates, filósofo que solía andar por Atenas cuestionando a quien se le cruzaba enfrente. Quizá la malinterpretación de los diálogos socráticos puede dibujarlo como un tipo invasivo, pero no preguntaba con el afán de molestar, sino con la encomienda hacia la que se sentía asignado: curar el alma.
El Sócrates platónico
“Una vida sin examen no merece la pena ser vivida”, es la frase que almacena su sabiduría en la Apología de Sócrates, uno de los diálogos escritos por Platón, quien coloca a su gran maestro como protagonista de sus textos.
El profesor Alberto Madero, licenciado en Filosofía por la Universidad Iberoamericana, parte de esta máxima para desarrollar una serie de pláticas en la terraza del Museo Arocena. Allí el ejercicio del pensamiento se separa de lo lineal para adoptar la libertad a través de las cuestiones. Es una búsqueda, sí, una búsqueda donde no hay hecho, sólo interpretación del mismo.
“Esa frase corresponde al oráculo de Delfos, que era como la consigna socrática de conócete a ti mismo. Entonces, “conócete a ti mismo”, pues examínate, ¿verdad? Pero va complementada con otra […] Y bueno, no es de Sócrates, es del oráculo de Delfos, pero Sócrates lo toma y toda su filosofía es eso: buscar el autoconocimiento, pero no un mero conocimiento teórico, sino también cuidado”.
Para Madero, el Sócrates platónico es el arquetipo del filósofo, aunque este jamás escribió una solo línea por su propia mano.
En el ejercicio de cuestionar, su labor más importante era curar el alma. “Cuídate a ti mismo, preocúpate a ti mismo”. Sin embargo, corrientes posteriores del pensamiento como la aristotélica se desprendieron del cuidado y se inclinaron sólo por el conocimiento.
“Quien está como rescatándolo es un poco la psicología moderna, el psicoanálisis e incluso el marxismo, es como una especie de transformación de tu vida. Entonces digamos que la filosofía como una reflexión o un estilo de vida o un buscar la felicidad cuidándote a ti mismo, como que fue descuidada por un conocimiento más teórico que se debió, según Foucault, a Descartes, pero yo creo que es más bien a Aristóteles”.
Occidente prefirió lo racional y el pensamiento científico por sobre la vida misma. “Como que tiene dos corrientes: la filosofía como un conocimiento racional, científico, de causas y la filosofía como estilo de vida, como una salvación, como una transformación, como una iluminación y esa fue la que quedó descartada”.
Es esta última perspectiva de la filosofía la que interesa a Alberto Madero Acuña, pues reconciliarse con la naturaleza humana está más allá de toda teoría. Alguna vez lo escribió Simone de Beauvoir: el hombre no puede escapar a la filosofía porque no puede escapar a su libertad.
Para aproximarse a la filosofía como estilo de vida, el profesor abordará en sus pláticas las obras platónicas del Hipias Mayor, Fedón, Fedro, Lisis, El Banquete y La República. Aunque esto sólo es punto de partida para dirigirse a otros filósofos de pensamiento más reciente como Michel de Montaigne, Michael Foucault, Friedrich Nietzsche, Soren Kierkegaard y los existencialistas del Siglo XX. Sin embargo, todas las ideas regresan a su origen y Sócrates vuelve a tomar el primer plano de la escena.
“Sócrates es el gran arquetipo de filósofo, siempre desembocas en Sócrates. Es una figura muy importante, porque es como un arquetipo: todos somos de alguna manera Sócrates. De hecho, muchos filósofos tienen su propio Sócrates”.
Así se abordan los temas del amor, el alma, la justicia y la belleza, interrogantes vigentes hasta nuestros días, al contrario de los conocimientos científicos que sigue, un sentido más lineal, marcando la diferencia entre las ramas.
El final de Sócrates está enmarcado por el juicio que le hacen sus enemigos tras acusarlo de corromper a los jóvenes con sus ideas. La Apología escrita por Platón es el registro de su defensa y la aceptación para el destino de todo ser humano: la muerte. Pues el lugar donde acaba la vida es el que más interrogantes y temores arroja al hombre. Pero en ese momento de su vida, a sus 70 años, Sócrates estaba en paz consigo mismo y decidió acatar la injusta sentencia tras beber la cicuta.
Así, el punto central es fomentar con humildad el autoconocimiento. La filosofía no dinamita, tampoco destruye; edifica la conciencia. El más sabio entre los humanos es aquel que, como Sócrates, reconoce que su sabiduría no es nada.