La pandemia de COVID-19, las carencias económicas y la falta de herramientas tornaron insuficiente el esfuerzo de Justino Jiménez Martínez para que su hija Dulce se mantuviera tomando, a través de la televisión, las clases de primero de primaria. (EL UNIVERSAL)
La pandemia de COVID-19, las carencias económicas y la falta de herramientas tornaron insuficiente el esfuerzo de Justino Jiménez Martínez para que su hija Dulce se mantuviera tomando, a través de la televisión, las clases de primero de primaria.
Era la única de cinco hermanos inscrita en la escuela durante la crisis sanitaria. Debía tomar las clases a distancia como el millón 840 mil alumnos de primaria en la entidad; sin embargo, las abandonó a mediados del ciclo porque se rompió la única pantalla de televisión que había en casa y aparte no logró concentrarse en clase "nunca", reconoció Justino.
Dulce y sus dos hermanos de 12 y 14 años forman parte de los 45 mil alumnos que abandonaron las clases durante 2020, cuando comenzó la emergencia sanitaria, de acuerdo con datos de la Secretaría de Educación mexiquense, y 70% son alumnos de nivel preescolar.
Esta familia vive en la zona otomí de Toluca, en San Cristóbal Huichochitlán. Enfrenta una vida de carencias y las condiciones económicas actuales son todavía más precarias, dice el patriarca de la familia. Mientras desayuna una taza de café en la única mesa que hay en el cuarto, Justino contó que para él mantener su trabajo el año pasado fue muy difícil, pues se dedica a la albañilería y poca gente lo contrató.
"No hubo opciones, ofrecí de todo, hacer plomería, jardinería, vender chacharas. Hasta de pepenador me fui y no había mucho que traer a la casa. Pagar el internet no fue posible, pero era necesario para que Dulce hiciera tareas y las mandara a la maestra", lamentó el padre.
La vivienda donde duermen los cinco niños, Justino y su pareja está compuesta por tres paredes y una cortina. El techo es de lámina, hay tres camas que son compartidas por toda la familia y la estufa junto con la pantalla recién adquirida son los detalles lujosos de los Jiménez Martínez.
"A mí me ayuda mi mamá con la luz. Ahora es ella la que tiene una toma de la que nos conectamos mi yerno y yo. Con esa electricidad cargo el celular con el que estuve en comunicación con la maestra de Dulce que me enviaba los trabajos y tareas de la niña, que después según tenía que entregar pero no pudimos, no había dinero para materiales ni internet para investigar y aquí no hay bibliotecas", agregó.
"Han sido tiempos muy complicados, y la escuela sí nos importa pero hay que comer primero. Los dos niños más grandecitos ya no van a ir a la escuela, esos ya no me los reciben, no he podido registrarlos y mejor ya van a trabajar conmigo, hay que enseñarlos a vivir de algo. Por eso le apuesto a Marcelino y a Dulce, que ellos este año sí estudien", confió.
Para este ciclo escolar, dijo que está decidido a inscribir a los dos más pequeños de nueva cuenta, Marcelino iría a la primaria y su hija al segundo grado de la educación básica, de lograrlo serán parte de los 198 mil niños que la Secretaría de Educación estatal recuperó para continuar con sus estudios, aunque con sólo una televisión y con pocos recursos económicos, el señor Justino dijo que esperan lograr que está vez alguno termine el año escolar.