Autos modernos: computadoras andantes. (ARCHIVO)
Quienes ya tenemos algunas décadas rodando, recordaremos cuando la única electrónica que necesitaba un Volkswagen sedán era una parte que se conseguía en los supermercados. El juego de platino y condensador, al cual en caso de una descompostura o sobrecalentamiento había que darle atención. Era la única parte de electrónica en el más popular de los productos del momento.
Fuera de la cruda realidad y en el ámbito de la ciencia ficción, gozábamos con las capacidades sorpresivas de KITT, el Auto Increíble. Un auto con inteligencia artificial, de capacidades inimaginables, y francamente fantasiosas, pero que marcaron una pauta en la industria: la computarización al máximo del producto.
Al día de hoy, algunos componentes como frenos, control de estabilidad, faros, incluso activadores que más bien deberían ser meramente electromecánicos son manejados a través de microprocesadores y sensores. Las ventajas de estos componentes son amplias, pues reducen la probabilidad de fallas, disminuyen el peso general del vehículo, y alargan la vida útil del automóvil (en teoría).
Son también elevadamente prácticos, cuando la cadena de suministro está correctamente surtida, pues, en caso de un cortocircuito o la sulfatación de las terminales, lo único que necesitamos es comprar otro juego completo, haciendo obsoleto el reparar los componentes que lo integran. Anteriormente una resistencia eléctrica o transistor debía ser sustituida por un experto, mientras actualmente sustituimos módulos completos.
Sin embargo, hoy en día una de las grandes desventajas de esta digitalización del automóvil está saliendo a la luz: una grave escasez de microprocesadores, derivada por un lado del exceso de demanda de dispositivos provocada por el hambre de entretenimiento de la pandemia. Esto, disparado por la venta de tablets, computadoras y otros dispositivos para trabajar de manera remota. Existía ya de por sí escasez, y para agravar la situación el incendio en la fábrica de uno de los protagonistas de la industria complicó la cadena de suministro.
Por estas razones, las armadoras están considerando hacer downgrades. Es decir, ofrecer el producto actual con características inferiores a las disponibles el año previo a la pandemia. Prescindir de faros LED para ofrecer halógenos, omitir componentes como parrillas activas e, incluso, han considerado darle a los clientes una sola llave. Todo en aras de poder surtir a un mercado que, ante la salida de la pandemia, tiene cada vez más hambre de nuevos y mejores productos automotores.
Este cuello de botella tiende a corregirse con cierta prontitud. Sin embargo, los vehículos año modelo 2022 serán escasos; y la disponibilidad, baja. Como consumidores el rumbo es armarse de prudencia, paciencia y comprensión ante armadoras que no son fabricantes de microprocesadores ni de su tecnología. A continuación, te damos una breve semblanza de la presencia de los microprocesadores en los vehículos actuales.
Esta digitalización además tiende a crecer exponencialmente, tanto por la electrificación de las nuevas plantas de poder como por las capacidades cada vez mayores de autonomía de los vehículos, así como nuestra exigencia como compradores de más y mejores funciones de conectividad.
