La Nueva Agenda Urbana (NAU), aprobada en el 2016 en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible celebrada en Ecuador, es una guía que busca promover "ciudades más incluyentes, compactas y conectadas mediante la planificación y diseño urbano, gobernanza y legislación urbana, y la economía urbana".
México es uno de los Estados Miembros que participaron en la firma de la NAU, y en el compromiso intervienen instancias como la propia Presidencia de la República que en el 2018 ratificó el acuerdo, Infonavit, Sedatu, gobiernos estatales y municipales que han diseñado planes y proyectos para dar continuidad transexenalmente a la implementación de la Agenda, especialmente en zonas metropolitanas.
Se trata de una ruta sugerida para la construcción de ciudades con visión de sostenibilidad y desarrollo incluyente, que coloca en el centro de la planeación y toma de decisiones a la suma de esfuerzos y capacidades de todos los sectores que conforman la sociedad de las ciudades: gobiernos- y sus atribuciones que concurren en el ordenamiento territorial-, iniciativa privada, academia, organizaciones civiles y liderazgos comunitarios.
Sin embargo, la baja participación o involucramiento de la ciudadanía en temas de interés público dificulta la consolidación de este tipo de iniciativas, que terminan en algunos casos adornando informes de gobierno, sin fondo ni incidencia sustantiva. Varios factores intervienen en este escenario que se refleja también en las altas tasas de abstención en las urnas. Digamos, al menos, que el desinterés por la vida pública de parte de la ciudadanía ha sido también alentado por una clase política que le busca hasta la puerta de sus casas en épocas de campaña y suele desatenderle durante todo su gobierno.
Conformar instancias de gobernanza metropolitana implica entonces un reto que va más allá de la voluntad de políticos, partidos y gobiernos. Implica, además, una fuerte dosis de ciudadanía organizada, informada y con voluntad para contribuir con saberes, confiar en procesos y perseverar para alcanzar objetivos en concreto.
El Consejo Cívico ha compartido recientemente, a través del Observatorio de La Laguna, que en Torreón solamente el 5% de la población percibe que su gobierno le toma "mucho" en cuenta a la hora de tomar decisiones; el 43% cree que se le toma "algo" en cuenta; mientras el 52% no se siente representada por sus autoridades. Según datos de la misma encuesta, el 90% de la ciudadanía lagunera no forma parte de asociaciones civiles o grupos organizados. En Gómez Palacio las cifras son similares.
Entonces, ¿qué fue primero: la desconfianza, los malos gobiernos, o la apatía? Habrá expertas y expertos en dar respuestas más claras a esa cuestión para países como México, donde además debemos considerar la condición socioeconómica de la clase trabajadora, que somos mayoría, para explicar también la falta de tiempo para participar activamente en organizaciones sociales. La reflexión a la que quisiera invitar desde este espacio que promueve la coordinación metropolitana en La Laguna, es que independientemente de quién o dónde se haya generado este círculo vicioso, en algún lugar deberá empezar, de manera decidida, el remedio o el cambio de paradigma.
Empecemos hoy a construir la ciudad que imaginamos. Empecemos a leer la Nueva Agenda Urbana, o escribamos una ruta particular para nuestra Zona Metropolitana. Pero entendamos también que de poco o nada servirá proponer o iniciar proyectos de manera desvinculada. Únicamente en la suma de capacidades y esfuerzos encontraremos vías legítimas y transitables hacia la prosperidad, la inclusión y la igualdad de oportunidades.