En lo más alto de la noche nuestra alma sale a caminar cuando el cuerpo está dormido ya.
No es un sueño ese vagar del alma. Es un peregrinaje por mundos que ha conocido ya y por otros que, sabe bien, conocerá después.
Nosotros no nos damos cuenta de los andares de nuestra alma. Estamos ocupados en soñar, y ese ejercicio nos impide ver. El alma, entonces, viaja libremente, sin ser notada, y llega a donde alguna vez estuvo y a donde alguna vez volverá a estar.
¿Qué cómo sé todo esto? Lo sé porque una noche mi sueño se distrajo y alcancé a ver por una rendija de la oscuridad al alma que partía. No me pregunten cómo era: es imposible describir un alma. Tampoco quieran saber a qué hora regresó. Cuando salí del sueño -o cuando el sueño se salió de mí- ella estaba ya en su lugar.
No sé dónde está el alma.
Ella lo sabe porque ya ha estado ahí, y porque aluna vez volverá a estar.
¡Hasta mañana!...