La UNAM ha sido escenario majestuoso donde han concurrido las diversas corrientes del pensamiento; espacio en el que se han dirimido diferentes posturas ideológicas; elevada tribuna académica y política, abordada por hombres y mujeres insignes para debatir cuestiones filosóficas, de la naturaleza y de la cultura, cuestiones polémicas a veces irreconciliables que dieron a la Universidad su perfil científico y humanista, institución que forjó el carácter de quienes tuvimos el privilegio de formarnos en sus aulas, ávidos y entusiastas receptores de la docta palabra, de la magistral enseñanza, de la dialéctica exposición catedralicia de prestigiados abogados que, como profesores eran excelentes y al mismo tiempo autores de los libros de texto con los que accedimos al conocimiento científico del Derecho.
Destacados, brillantes, exitosos catedráticos a los que conocí no sólo en el aula, sino debatiendo sobre temas y asuntos tanto nacionales como internacionales, cuestiones que tenían trascendencia en la sociedad mexicana de aquella época. Maestros que hicieron de la cátedra pasión de su vida y razón de su ser, pero sobre todo el arma y el instrumento para exponer con libertad su pensamiento, la nitidez de sus ideas, la ironía filosófica, la seriedad de sus análisis. Tuve maestros que atacaban en su cátedra el materialismo histórico; otros que consideraban que el mejor sistema político es el socialismo; pero nunca usaron su clase para adoctrinamiento.
“Una cátedra –decía el maestro Antonio Caso- es un coloquio entre maestros y discípulos. Su esencia es el diálogo, la dialéctica. La academia platónica es el modelo de las cátedras universitarias. Peripatéticamente discurría Aristóteles con sus alumnos sobre ciencia y filosofía. Cátedra es comercio mutuo y recíproco entre el profesor y los estudiantes. El maestro es sólo un estudiante que ha logrado por su edad y su saber, alguna ventaja, sobre sus discípulos. La cátedra obedece a un orden; responde a un fin: el fin de la cátedra, en la discusión académica, es la consecución de la verdad”.
A propósito de la polémica que ha generado la declaración del presidente López Obrador en el sentido de que la Universidad Nacional Autónoma de México se ha “derechizado” en los últimos años y que por lo tanto requiere de una “sacudida”, es oportuno y conveniente traer a la palestra el histórico debate que protagonizaron los maestros y filósofos Antonio Caso y Vicente Lombardo Toledano sobre rumbo de la Universidad en el marco del Primer Congreso de Universitarios”, celebrado en la Ciudad de México, los días del 7 al 14 de septiembre de 1933. Que recuerde el señor Presidente este evento, tan importante en la historia nacional. Léalo, señor presidente; si ya lo hizo, recuérdelo.
La polémica fue tan intensa y tan formidables las argumentaciones de estos dos titanes del pensamiento y la palabra, que desbordó los l{mites de los centros universitarios y llegó a los diarios Excélsior y El Universal, en cuyas páginas permeó el debate que interesó la sociedad entera. En esos diarios, a los que puede considerarse representantes de la prensa escrita, los protagonistas de este evento continuaron debatiendo, aun mucho tiempo después de terminado el Congreso.
Al término de su desarrollo, el Congreso universitario anunció haber llegado a una serie de conclusiones, elaboradas con la pretensión de dar a la Universidad, ¡¡a la enseñanza que imparte la Universidad!!, una orientación ideológica de carácter socialista. Estas conclusiones fueron aprobadas y defendidas por Lombardo Toledano, quien se desempeñaba entonces como director de la Escuela Nacional Preparatoria, de la UNAM. Por falta de espacio, transcribo dos de las seis conclusiones:
“Primera.- . . . . .. . . “
“Segunda.- Siendo el problema de la producción y el de la distribución de la riqueza material, el más importante de los problemas de nuestra época y, dependiendo su resolución eficaz de la transformación del régimen social que le ha dado origen, las universidades y los institutos de tipo universitario de la Nación Mexicana, contribuirán por medio de la orientación de sus cátedras y de los servicios de sus profesores y establecimientos de investigación, en el terreno estrictamente científico, a la sustitución del régimen capitalista, por un sistema que socialice los instrumentos y los medios de producción económica”.
“Tercera.- La historia se enseñará como la evolución de las instituciones sociales, dando preferencia al hecho económico como factor de la sociedad moderna, y la ética como una valoración de la vida que señale como norma para la conducta individual, el esfuerzo constante dirigido hacia el advenimiento de una sociedad sin clases, basada en posibilidades económicas y culturales semejantes para todos los hombres.
“Cuarta. - . . . . . - - -
“Quinta.- . . . . . . . . . .
“Sexta.- . . . . . . .. . . . .
Mismas conclusiones que el maestro Caso reprobó y atacó, tanto en el seno de la Asamblea como en los periódicos ya mencionados. La esencia de la cátedra; la esencia de la enseñanza universitaria estriba en la libertad. Sujetar la cátedra universitaria a la propaganda de una teoría política o de una doctrina religiosa es matar la libertad de pensar, es destruir la libertad de expresión. “El maestro necesita libertad para pensar, para investigar, para enseñar”.
“Para el maestro- Caso, (citado por el Dr. Juan García Luna, autor de una interesante monografía titulada “Rumbo de la Universidad”), “pensar sin libertad es una contradicción manifiesta. En la economía del espíritu humano, el pensamiento y la libertad se unifican. El que investiga si piensa, duda, se convence o disuade; y si no fuera libre, ni duda, ni investiga, ni piensa, ni concluye. La libertad es la respiración del pensador; así como es imposible volar sin aire, es imposible pensar fuera de un ambiente de libertad. Ni en las épocas en que se pretendió suprimir la libertad de pensamiento, fue posible lograr el propósito, porque si los labios confiesan la tesis impuesta, la conciencia sigue firme”.
Caso concibió la Universidad Nacional de México como una comunidad de cultura, distinta de las universidades medievales y de la extinta real y pontificia universidad mexicana.
“Nada tiene que ver la Universidad Nacional de México con la filosofía escolástica, con la teología católica y con el pasado de las universidades medievales”…”Nada tiene que ver también con el pasado universitario colonial. Nuestra Universidad es un resultado de la reforma liberal de don Benito Juárez”.
“No se tache jamás a nuestra Universidad –escribió el filósofo educador- de atentado reaccionario ni de resurrección medieval. En ella se agita y vivirá siempre el mismo espíritu liberal que durante la administración de Don Benito Juárez fundó la Escuela Nacional Preparatoria, gracias al poderoso impulso educador de don Gabino Barreda”.
“La Universidad, las universidades no deben, no pueden llevar un sello que las identifique con determinada doctrina política o cierto credo religioso”. Las funciones de la UNAM; enseñanza, investigación y difusión no son dogmáticas no deben ser dogmáticas, concluimos nosotros