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Tormentas invernales atípicas y calentamiento global

A la ciudadanía

MANUEL VALENCIA CASTRO

Tormentas invernales atípicas, extrañas, emocionantes, destructoras y terribles, pero no, no se deben al calentamiento global. Así y de muchas otras maneras fueron calificadas las temibles tormentas que ocurrieron en el país del norte en la segunda semana de febrero, y que al parecer aún no terminan, ya que está pasando un nuevo frente frío ahora con vientos de hasta 80 kilómetros por hora, nuevamente se ha previsto que habrá cortes en la energía eléctrica y disminución de la temperatura.

Esto significa que le llueve sobre mojado a los vecinos del norte, porque aún no se habían resuelto los problemas ocasionados por el anterior frente ártico, particularmente la recuperación de la red eléctrica, pero sobre todo la escasez de agua potable, porque si bien se tiene nuevamente agua en el grifo de sus casas algo han visto que ha provocado desconfianza y se ha optado por el agua embotellada, la cual se terminó muy pronto, provocando la escasez mencionada. Para resolver estos problemas, se han ubicado centros de abasto y las personas acuden con botes para llevar agua a sus casas.

Mientras tanto surge el debate acerca del origen del invierno extremo que se ha presentado en gran parte de los Estados Unidos y de Europa, algunos climatólogos entrevistados no niegan la estrecha relación del cambio climático, pero le sacan la vuelta o se salen por la tangente para no dar una respuesta afirmativa respecto al calentamiento global como causa de las tormentas. No obstante, los científicos de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) han sido claros y enfáticos, afirman que las tormentas invernales ocurridas están estrechamente relacionadas con el calentamiento global.

La primera cuestión que habría que resaltar es que el año de 2020 está considerado como el más cálido de los últimos tiempos, según la NASA. Lo que dejó una condición de aire y agua caliente en latitudes medias y bajas del planeta, que luego se mueven hacia el norte, acelerando procesos como el derretimiento de los polos que ocasionan inestabilidad climática, como el súbito calentamiento que ocurrió en la estratósfera en el Polo Norte, lo cual desestabiliza el círculo polar ártico ampliando la posibilidad de llevar el frio polar a latitudes medias causando el clima extremo que se experimentó en Estados Unidos y Eurasia. De convertirse esto en una tendencia, que todo parece indicar que así será, la probabilidad de que esto se repita con más frecuencia se incrementará.

El círculo polar ártico se conoce así porque sobre el polo norte se presenta una corriente de vientos que más o menos forman un círculo perfecto. Dicha corriente conocida como corriente en chorro contiene el frío del ártico dentro del círculo evitando su movimiento hacia otras regiones. Los vientos de la corriente en chorro alcanzan velocidades hasta de 100 km por hora y alturas que llegan a la estratósfera.

Sin embargo, cuando la corriente en chorro se debilita por efecto del calentamiento de la estratósfera, el círculo se deforma a una serie de movimientos en forma de "v" o vaguadas serpenteantes que se prolongan hasta latitudes medias llevando el frío del ártico a regiones impensables como fue el caso de Texas y a nuestras fronteras con el país del norte.

Cuando es mayor el debilitamiento el círculo polar ártico se puede fragmentar en dos vórtices polares que se mueven de la misma manera que un ciclón, llevando el frío fuera de las regiones polares. Esto pudo haber ocurrido en febrero, ya que las tormentas de nieve y hielo, se extendieron prácticamente en todo el territorio de los Estados Unidos y en Europa desde España, hasta Grecia, Turquía e Israel, y desde luego a las apocalípticas nevadas rusas con casi 60 cm de nieve en un día.

Mucho se habla de las nuevas tecnologías que se desarrollarán para coadyuvar en la fijación de dióxido de carbono, principal gas de efecto de invernadero, pero quizás nos olvidamos de las estrategias que nos ha enseñado la naturaleza, sabemos que las áreas arboladas actúan como esponjas absorbiendo grandes cantidades de dióxido de carbono y generando a la atmósfera oxígeno, entre muchos otros beneficios ambientales. Llevada esta enseñanza a la práctica, tendríamos que acelerar los esfuerzos de reforestación y de restauración de las áreas deforestadas. Y de conservación de la biodiversidad mediante el establecimiento de Áreas Naturales Protegidas que de manera natural y gratuita retiran de la atmósfera nuestras emisiones de carbono a la atmósfera.

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