El ultranacionalismo religioso, un discurso de mano dura contra los palestinos, la defensa de la anexión israelí de Cisjordania ocupada o el neoliberalismo económico marcan la carrera de Naftali Benet, quien previsiblemente será el nuevo primer ministro de un Gobierno alternativo al de Benjamín Netanyahu por primera vez en doce años. (ARCHIVO)
El ultranacionalismo religioso, un discurso de mano dura contra los palestinos, la defensa de la anexión israelí de Cisjordania ocupada o el neoliberalismo económico marcan la carrera de Naftali Benet, quien previsiblemente será el nuevo primer ministro de un Gobierno alternativo al de Benjamín Netanyahu por primera vez en doce años.
Según el pacto de gobierno logrado al filo de la medianoche por ocho partidos de la oposición, Benet -líder del ultranacionalista Yamina- ocuparía el cargo de primer ministro la primera mitad de la legislatura, y luego lo cedería al centrista Yair Lapid; aunque el acuerdo debe ser ratificado en un plazo máximo de doce días por el Knesét (Parlamento israelí).
Benet, nacido en la ciudad de Haifa en 1972 en una familia judía emigrada de EUA, fue cercano aliado del aún jefe de Gobierno: ocupó carteras como Defensa o Educación en ejecutivos anteriores, y pese a sus crecientes reticencias y desacuerdos, resultó clave en muchas de las coaliciones que mantuvieron en el poder a Netanyahu, que integró de 2013 a 2020.
Con la cabeza coronada con una kipá (solideo judío), Benet es un religioso de línea moderada, militar en la reserva y un exempresario multimillonario de perfil ideológico más derechista que Netanyahu, que ha ido virando hacia posiciones más pragmáticas para acabar con el bloqueo político de Israel y aspirar a ser primer ministro.
Su partido, Yamina, obtuvo 7 escaños en los comicios de marzo, y pese a ser una cifra baja en una Cámara de 120 con otras fuerzas con representación similar o mayor, se erigió en actor clave al ser una de las formaciones con capacidad para inclinar la balanza tanto hacia Netanyahu como hacia el denominado "bloque del cambio", que hoy llegó a un acuerdo para formar el próximo ejecutivo.
Tras más de dos meses de idas y venidas y de contactos con ambos lados, Benet anunció el pasado domingo su intención de crear coalición con el centrista Yair Lapid, opositor y líder del amplio conjunto de partidos anti-Netanyahu, a cambio de que éste le cediera los dos primeros años de la jefatura del gobierno.
Lideraría por tanto un ejecutivo de gran diversidad ideológica, incluso antitética, integrado por grupos que van de la izquierda a la extremaderecha, incluyendo partidos árabes.
"Para que el Ejecutivo tenga éxito, necesitamos que todos los socios actúen con contención", dijo Benet el domingo en un discurso de tono conciliador, donde concretó que cada una de las partes de la coalición tendrá "igual poder de voto y veto".
Aún así, remarcó que su ejecutivo "no entregará territorios", en referencia a la ocupación sobre Cisjordania o Jerusalén Este, "ni tendrá miedo de lanzar una operación militar si es necesario", como la última ofensiva del Ejército israelí contra las milicias de Gaza.
El mismo Benet es un viejo veterano en la tradición militar que impregna Israel: en 1990 inició el servicio obligatorio como soldado y ascendió hasta comandante en una de las fuerzas de combate más prestigiosas del país, la unidad de élite Sayeret Matkal. No se trata de un caso único: otros líderes como el mismo Netanyahu o el exprimer ministro Ehud Barak también pasaron por ella previamente.
Al éxito castrense de Benet se suma el empresarial: con solo 26 años fundó una empresa emergente de alta tecnología dedicada al antifraude, Cyota, con la que se hizo millonario al venderla en 2005 por 145 millones de dólares (unos 109 millones de euros).
En 2006 volvió al Ejército para participar en la Segunda Guerra del Líbano y entró en política como miembro del Likud de Netanyahu, de quien fue asesor y estrecho colaborador durante 16 meses, hasta 2008.
Sin embargo, pese a la química inicial y a que Netanyahu fue uno de los primeros referentes políticos de Benet, los desencuentros y la enemistad entre ambos crecieron rápidamente hasta cortar sus lazos.
Benet se volcó entonces en impulsar su propia agenda: entre 2010 y 2012 fue director general de Yesha, órgano que agrupa a los líderes colonos de Cisjordania, y fundó el colectivo ultranacionalista "Israel Shelí" (Mi Israel) con Ayelet Shaked, otra emblemática líder derechista que le acompaña hasta hoy como su número dos.
Tras los comicios de 2013, ambos entraron por primera vez en el Parlamento con el partido Habait Hayehudí (Hogar Judío), que fue cuarta fuerza tras una campaña en la que expuso un mensaje nacionalista y militarista con tono moderno y estrategia comunicativa innovadora basada en medios y redes sociales como Youtube, Facebook o Twitter.
Desde entonces, con su imagen pulcra y un inglés impecable que lo proyectó también internacionalmente, Benet defendió las viejas ideas de la derecha más extrema, como el rotundo rechazo a la creación de un Estado palestino, la expansión de colonias o la anexión de dos tercios de Cisjordania ocupada, un proyecto que el mismo Netanyahu quiso poner en marcha el año pasado y que quedó finalmente aparcado.
Sin embargo, el ultranacionalista -que a diferencia de otros líderes políticos israelíes no vive en un asentamiento, sino en Raanana, una localidad acaudalada cerca de Tel Aviv- deberá moderar sus posturas si encabeza un Gobierno heterogéneo con el fin de no estar "en contra de ningún sector ni ningún grupo", según afirmó él mismo este domingo como credencial para abogar por la unidad.