Apenas diez días después del primer aniversario de la explosión en el puerto de Beirut, una deflagración de un depósito de combustible cuyo contenido estaba siendo distribuido a la población en el norte del Líbano ha dejado 28 muertos, en una nueva tragedia que azota a un país sumido en la escasez de suministros básicos. (ARCHIVO)
Apenas diez días después del primer aniversario de la explosión en el puerto de Beirut, una deflagración de un depósito de combustible cuyo contenido estaba siendo distribuido a la población en el norte del Líbano ha dejado 28 muertos, en una nueva tragedia que azota a un país sumido en la escasez de suministros básicos.
La explosión se produjo alrededor de las 2:00 horas locales (23:00 GMT del sábado), cuando un depósito de combustible estalló dentro de un terreno dedicado al almacenamiento de gravilla en la ciudad de Al Talil, en Akkar (norte del Líbano).
El saldo total de víctimas hasta el momento es de 28 muertos y 79 heridos de diferente gravedad, mientras que los equipos de emergencia están buscando a desaparecidos, por lo que la cifra de muertos podría aumentar.
El Ejército libanés afirmó en su cuenta de Twitter que dos de los 28 fallecidos son militares, mientras que otros once militares permanecen en estado crítico y cuatro están desaparecidos.
Esto se suma a una larga concatenación de desgracias que el Líbano está sufriendo desde que se inició la crisis en 2019, en un momento en el que el carburante se mide con cuentagotas y ni la ciudadanía ni infraestructuras como los hospitales tienen acceso a la electricidad.
INVESTIGACIONES EN MARCHA
Aunque hasta el momento se desconoce qué generó la explosión, el presidente del Líbano, Michel Aoun, urgió a las autoridades pertinentes a llevar a cabo una investigación y esclarecer lo ocurrido, según un comunicado de la presidencia.
El jefe del Estado libanés pidió "no politizar la tragedia", en un momento en el que el país sufre un severo estancamiento político y tiene un Gobierno en funciones desde que el Ejecutivo dimitió tras la explosión del puerto de Beirut, que hace un año dejó más de 200 muertos y la ciudad en ruinas.
En este sentido, añadió que los servicios de seguridad alertaron previamente de "actividades de grupos extremistas para crear el caos" en la región septentrional del Líbano.
Por su parte, el primer ministro interino libanés, Hasan Diab, también urgió a hacer una "investigación transparente y rápida para identificar a los dueños de este depósito, quiénes lo almacenaron, los que se beneficiaron de él y los que les ayudaron".
Una fuente militar dijo a Efe que el deposito que estalló había sido confiscado por el Ejército "para distribuir su contenido entre los ciudadanos".
En su comunicado, Diab resumió: "Esta explosión es el resultado de la corrupción, que se ha convertido en la norma en el país".
SIN CARBURANTE NI ELECTRICIDAD
La deflagración se produjo unas horas después de que el Ministerio de Interior anunciara que enviaría patrullas para inspeccionar los almacenes de carburante en las gasolineras y comprobar que no se estaba haciendo acopio de combustible, un bien del que el país apenas dispone.
La escasez de combustible se traduce en la carencia casi absoluta de electricidad, puesto que el país es incapaz de proveer energía a la ciudadanía, que se ve obligada a utilizar generadores privados. De esa misma forma funcionan los hospitales.
La crisis es tan severa que siete de los 28 cadáveres de las víctimas de la explosión de hoy están siendo trasladados de un centro médico a otro "porque los hospitales tienen un problema con los refrigeradores y la electricidad", dijo a Efe una fuente de la Cruz Roja libanesa.
"Estamos moviendo a los cadáveres. Simplemente trasladamos los cuerpos a diferentes hospitales por culpa de la escasez de electricidad", señaló la fuente.
El acopio de carburante ha crecido exponencialmente en las últimas semanas hasta el punto de que, el sábado, el Ejército libanés anunció que había incautado miles de litros de gasolina y diésel que los distribuidores estaban almacenando en tanques en todo el país.
El gobernador del Banco Central libanés, Riad Salame, había afirmado esta semana que el país no podía seguir respaldando la adquisición de carburantes, algo que supone el levantamiento del subsidio del combustible.
La gravedad de la situación es tal que el principal hospital privado del Líbano, el de la Universidad Americana de Beirut, advirtió de que mañana, 16 de agosto, se vería forzado a cerrar por la escasez de combustible, algo que implicaría que decenas de personas "morirán de inmediato".
En estas dos últimas semanas los apagones han sido todavía más frecuentes en la capital, en un nuevo empeoramiento de la situación por la crisis económica desatada en el país en otoño de 2019 y que es considerada por el Banco Mundial uno de los tres primeros episodios de recesión más graves desde mediados del siglo XIX.