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Rumbo al centenario

'Voy a encender una luz en el corazón de nuestros niños'

Cecilia Marroquín charló sobre su trabajo en Casa Feliz en las entrevistas rumbo al centenario de El Siglo de Torreón 

PATRICIO DE LA FUENTE

Como parte de la serie de entrevistas a personas destacadas rumbo al siglo de El Siglo de Torreón, esta vez esta casa editora tuvo la oportunidad de dialogar con Cecilia Marroquín de Murra, empresaria, filántropa y presidenta del Grupo Encendamos una Luz Casa Feliz.  Este lugar se ubica atrás de la Clínica 71 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y brinda hospedaje a pequeños con cáncer que reciben sus terapias en la Torre de Especialidades. 

-El encanto de la discreción. Yo sé que a Cecilia Marroquín de Murra no le gusta hablar de ella pero la obra queda y permanece. Es un verdadero honor para el equipo de El Siglo de Torreón que hayas aceptado, Cecy, la invitación a formar parte de las Entrevistas Rumbo al Centenario. Muchas gracias.

Muchas gracias a ustedes por esta distinción tan emocionante para Casa Feliz y tan inmerecida.

-Sí es merecida y te voy a decir por qué. Tenemos siempre una lluvia de ideas, esto es consecuencia del trabajo de un equipo de compañeros que le han puesto mucho amor a este proyecto que busca significar a personas, a liderazgos que hacen cosas excepcionales por la región. En esta plática de ir conformando una lista de perfiles a entrevistar, toda la gente con la que hemos conversado habla maravillas de ti. Hay una cosa que es muy difícil de conseguir: el prestigio. Los seres humanos siempre estamos buscando agradar, quedar bien, dejar alguna huella en la comunidad, pero lograr prestigio unánime no es fácil y tú tienes prestigio como filántropa, como presidenta de Encendamos una Luz AC, conocida como Casa Feliz, y en tu faceta de la cual menos platicas, eres una empresaria muy exitosa, madre y abuela.

¿Qué te platico? Estoy muy emocionada, el que nos visites, Pato, y el abrir mi corazón y platicarles todo lo que ha sido este caminar tanto por Casa Feliz, que es el segundo hogar de muchas mamás, de muchos niños que vienen aquí, como también el segundo hogar de nosotros como familia y de todo Torreón que se ha sumado siempre a esta obra porque todas las columnas construidas aquí son con los granitos de arena de muchísimos laguneros que han pasado por aquí.

-Todo tiene un comienzo. Hace rato, fuera de cuadro, Cecy, hablábamos de las experiencias que te hacen crecer. Esto casi nunca lo cuento porque mi rol es el de hacer preguntas, pero hoy me animo porque me llevó a comprender muchas cosas. Mi abuela Olga lo escribió en algún momento, la gente que la conoció sabe la historia. Mi abuela tuvo cuatro hijos y su primera hija, Olga Carolina, murió de leucemia a los casi cinco años. Cuando fui creciendo, entendí que la pérdida de su hija la llevó a ser de cierta manera. Para mis abuelos fue un gran dolor, algo que marcó a la familia, porque la pérdida de un hijo es el dolor más incomprensible que existe, pero yo vi un acto reflejo en mi abuela: el no haber podido salvar a su hija se transformó en un enorme sentido del dar, de siempre ayudar. La marcó el dolor pero también la capacidad de involucrarse: se volvió voluntaria en un hospital, en 1985 participó activamente como brigadista durante el sismo, siempre quiso salvar, hacer algo por los demás: eso marcó a mi abuela. ¿Dónde empieza tu primer encontronazo con el cáncer? Porque esto no es fortuito…

Yo estaba muy chica, muy joven, nada más tenía a Guillermo, mi hijo, y pasaba todos los días por la Clínica 16. Ahí veía a una mamá con un niño peloncito y me conmovía porque siempre estaba sentada en el pavimento. Un día llegué y me paré y pregunté qué tenía su niño y me dijo que tenía leucemia, que lo estaba viendo el doctor Javier Bernal y que ella muchas veces se quedaba a dormir en la calle porque vivía en el ejido La Joya y si no, se iba caminando. Me avoqué mucho a apoyar a ese pequeñito y me lo llevaba a mi casa, ahí le daba de desayunar, de comer, le compraba lo que necesitaba.

Fallece el pequeñito, se llamaba Ricardo, y dije: nunca más vuelvo a apoyar a un niñito porque me desgarró el alma, el corazón, ya tenía a mi segunda hija y dije: ay no, qué difícil. Después forman este patronato, hacen esta casita y me invitan y la pensé mucho. Medité, mis niños están chicos, si entro es para permanecer, lo pensé, pero empecé a involucrarme. Era cuando estaba Casa Feliz en la privada Venustiano Carranza que era una casa chiquita. Ahí me sentí muy acogida, era muchísima gente y yo me concreté básicamente en lo que era la visita al hospital. Me encanta, todavía me sigue encantando, pero por la pandemia ya no voy, el contacto con la mamá y con el niño se me hace una parte superenriquecedora, entonces llegaba yo al hospital, dejo a mis niñas en sus clases, y me paso tres veces a la semana al hospital a hacer la visita. Muchas veces acompañada de alguna amiga, de alguien de aquí mismo del patronato, pero nunca dejé de ir. Me enriquecía tanto que muchas veces llegué a pensar si no estaría yo alimentando. Te voy a hablar desde el corazón, mi ego de decir: híjole qué padre porque se abre el elevador y luego grita la mamá: ahí viene la señora Cecy, ¿y por cuál lado va? ¿por el derecho o por el izquierdo? Entonces yo me sentía muy contenta de que los niños me estuviesen esperando pero me empezó a entrar una lucha interna de decir: no voy a estar nomás alimentando mi ego, entonces tuve que trabajar también esa parte y me di cuenta que lo mío sí era apoyar a un niñito con cáncer, a la mamá, a la familia, a los hermanos que vienen siendo también unas víctimas y dije, híjole: voy a  encender una luz en el corazón de nuestros niños. Es muy difícil, ahorita tú platicabas la anécdota de tu abuela, apagar una luz. Cuesta en el alma, al principio sí podía abrazar a una mamá y decirle ya descansó y luego ellas mismas te dicen: yo no estaba cansada de cuidar a mi niño, o mi niño quería vivir o no se vale, señora Cecy. Cada vez más fui aprendiendo que lo que hay que hacer es abrazar y todo al momento, dar en vida, cumplir los sueños. Esa fue mi entrada en Casa Feliz.

-La vida, las experiencias te van preparando, pero no es lo mismo, se me ocurre, Cecy. Un psicólogo que da consulta tiene que ir a un psicólogo siempre. Y cuenta con una serie de herramientas profesionales para enfrentar y establecer ciertas barreras. Puede haber cariño por el paciente pero tienes que establecer ciertos límites. ¿Cómo le hacías tú? Porque inevitablemente te involucras sentimentalmente pero además estás lidiando con emociones muy fuertes. ¿Cómo fue tu proceso de aprendizaje?

Yo dije: no puedo llevar un apostolado así si no involucro a mi familia. A mi familia la tengo que involucrar, entonces llegaba y les platicaba a mis niños y le platicaba a Guillermo, mi esposo, que ha sido una pieza increíble en este proceso porque siempre me ha apoyado. Ellos han vivido las ausencias por yo tener que ir al hospital aunque he tratado que no les afecte a ellos, pero una parte muy importante fue el ir aprendiendo a través del tiempo que no me debía de llevar ese dolor tan fuerte a la casa. Cuando estaba muy involucrada con un niño o con una mamá, lo compartía en la casa, pero trataba de compartirlo de una manera linda porque si lo compartes de una forma dramática, no iba a lograr acercarlos a Casa Feliz. También para mí era muy doloroso, entonces creo que también mucho con ayuda de Dios, nuestro señor, con la fe, con la fortaleza que las mismas mamás me daban y con el pensar: el niño está muy malo pero el dolor va a pasar, sé que al ratito va a estar bien, y cuando era inevitable pues cargaba con eso.

-Hablemos del proceso. 34 años se dicen fácil, pero es mucho tiempo. Llegas, te empiezas a involucrar, lo que nos has contado. Y luego establecer los procesos institucionales de lo que hoy es Casa Feliz. Platícame un poco esa historia. ¿Cómo te fuiste involucrando? Yo sé que recibes grandes apoyos de la comunidad, que tienes aliados extraordinarios y muchos amigos, pero es un proceso muy largo.

Es un proceso muy largo. Primero éramos un equipo muy padre en el que estaba Norma Franch, Sofi Vail de Kissler, Tulina Ríos que fue una pieza muy importante en Casa Feliz y Lupis Flores. Trabajábamos todas en equipo, muy a gusto porque antes no había ni tanto papeleo ni llevar tantos procesos ni tantas cosas. Llega un momento, mi hermana mayor la Nena, nos llevábamos un año de diferencia, se enferma de cáncer. Me voy a vivir los últimos 17 días con ella y dije: 'no vuelvo a trabajar con el cáncer, ya me quiero retirar y todo eso', entonces empiezo a maquinar, a decir: llegando hablaré con mis compañeras y decirles que me voy a ir de Casa Feliz, entonces llego aquí y digo  que no, tenemos que seguir adelante, todavía no es el momento de dejar Casa Feliz, y nos empezamos a preparar. Antes Casa Feliz no daba medicamentos porque no faltaban, antes los niñitos, las mamás, todo mundo llegaba, era todo mucho más fácil. Empezamos a ver los tiempos cambiantes, la tecnología, y que Casa Feliz requiere de procesos, de estadísticas, de otro tipo de cosas que antes no teníamos. Nos empezamos a preparar para otros tiempos muy difíciles, cambiantes, en la organización.

-El público podrá ver, la gente que nos lee, que sé que será mucha, pero descríbenos un poco el entorno. Ya lo hemos caminado, efectivamente es una casa feliz. Yo el otro día que vine, cuando me invitaste un café, llega uno pensando: a ver, esto involucra una realidad fuerte, pero sí es un entorno feliz. ¿Por qué es un entorno feliz?

Es un entorno feliz porque es una casa con esperanza, es una casa en la que llega la mamá, es gente carente de todo, hasta de la salud, llegan prácticamente con su bolsita de plástico y muchas veces sin un cambio de ropa. Entonces llegan aquí, y por eso estamos capacitando mucho a la gente que entra para que sean empáticos con estas personas. Inmediatamente yo la acojo cuando me toca a mí estar aquí y en ese momento, la mamá entre que quiere llorar, no sabe a lo que se está enfrentando, quiere que la abraces, la abrazamos y le vamos platicando un poquito lo que es el proceso del cáncer, lo que van a vivir y le digo: venga, le voy a enseñar, se va a quedar en esta casita que es muy linda. Les digo: aquí van a comer, van a desayunar, a cenar, van a dormir mientras su niño esté en el hospital. Luego va a traer al niño, ¿y qué cree? Todos los días que usted venga aquí a hacer uso de la casa le vamos a dar su bolo para que le lleve al niño, le vamos a tener el cafecito calientito, todo ese tipo de cosas. Y muchas veces te dicen: bueno, ¿y qué tengo que pagar? ¿qué tengo que hacer? Entonces de ahí nosotros le vamos diciendo, mira tienes que pagar, a ver, ¿te da viáticos el Seguro? Pues me dan cien pesos. Bueno, pues vas a pagar diez pesos. Pero si no tienes eso, ya luego nos arreglamos. El 85 por ciento de las personas no pueden pagar pero muchas veces les decimos: paguen un peso para que ellas sientan que también contribuyen a algo porque ellas saben que ese peso es para otra señora que no pudo pagar ni el peso. Entonces, luego las pasamos y le digo mire, es Juanita que hace muy rico de comer, es Karina que te va a solucionar este problema, mira, esta es tu habitación, ve qué bonitos colores tiene, aquí hay un jardincito. A veces nos ayudas igual a regar, a veces puedes cortar una flor y llevársela a tu niño, y la verdad la gente dice que hay muchas historias que contar aquí, puedes preguntarles y dicen, híjole, fue llegar al cielo. Por eso también nosotros le agregamos un nombre que decimos, es un cachito de cielo. Realmente sí siento que es una casa del milagro, de luz, de amor, toda la gente yo creo que, como mi historia personal, la mayoría de la gente linda que conozco que está a mi alrededor, algo tiene que ver con Casa Feliz. Gente de México, gente de todos lados, gente que he conocido en el avión, a mí me llena hablar y decir que trabajo en Casa Feliz. Tenía una persona que me decía: Cecy, te los vas a sablear. No, no me los voy a sablear, lo que pasa es que me gusta que la gente esté involucrada, me gusta que la gente sea empática con el dolor ajeno, dígase cáncer, dígase lo que sea. Yo sí siento que aquí Casa Feliz sí es la casa del milagro, es un segundo hogar para muchos de ellos.

-Hablando de este círculo virtuoso de enlace comunitario. Platícame un poco de quienes están involucrados, de cómo se va generando este círculo virtuoso, y sobre todo para los jóvenes que nos estén leyendo y viendo, porque hay momentos donde, a mí no me gustan las etiquetas generacionales, mis papás me las aplicaron a mí, por ejemplo, en estas etiquetas erróneas, decíamos: bueno, el milenial está muy en su mundo y no sabe lo que es la solidaridad. Cuando ocurrió el último sismo en la Ciudad de México vi a una generación pujante en serio, que se vuelca a la ayuda. Lamentablemente a veces parece que necesitamos de un cisma, algo que nos mueva, para empezar a pensar en el otro. Háblame un poco de toda esa gente que está involucrada.

A mí me encantan los jóvenes. Yo siempre digo: si no hay jóvenes en Casa Feliz, no hay futuro para nuestros niños y se los vengo diciendo mucho a los jóvenes. Yo siempre involucré mucho a mis hijos, a mis sobrinos, a la gente joven. Estoy a punto de pasar la estafeta pero yo iba al hospital y les podía bailar a los niños y me sentaba con ellos. Los jóvenes son fuera de serie, por eso les hago el llamado. Si se involucran en las causas de las asociaciones, todas las asociaciones tienen futuro. Ahora, hay jóvenes que son muy empáticos para los niños con cáncer, hay jóvenes que son muy empáticos para los adultos mayores, para los niños que no tienen hogar y para todas las asociaciones. En el caso nuestro de Casa Feliz, les vendemos la idea y los tengo conquistados. Y siempre que invitamos a jóvenes, se van felices porque sacan sonrisas. 

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-Claro. De la gran experiencia que tienen ustedes, Cecy, del camino andado. Los jóvenes tienen este capital humano, este potencial de apoyar y no saben cómo. A veces, este ejercicio que yo llamo la praxis ciudadana, de cómo contribuyo, yo le llamo responsabilidad social, que es el devolverle a tu entorno mucho de lo que te ha dado, las oportunidades. A mayor altura, mayor grado de responsabilidad, pero a veces los jóvenes no saben por dónde entrarle.

Yo pienso que es un trabajo que tienen que hacer las universidades, que lo tiene que hacer la familia, es ir encauzando a los jóvenes porque mira, me ha pasado. Algunas mamás que conozco me dicen: Cecy, mi hijo tiene que hacer el servicio social, no seas malita, ¿en Casa Feliz me lo puedes firmar? No sabes cómo me revienta eso. ¿Firmarte el servicio social sin haber hecho servicio social? No sabes de lo que se está perdiendo tu hijo. El joven trae mucho dinamismo, trae muchas ganas de ayudar, por eso sí vale la pena que los encaucemos. Es un trabajo para la familia y los directores, los maestros: que hablen mucho del servicio social y que no digan: híjole, mi niño que ni vaya al hospital para que no se contagie. La verdad, no se contagian, se contagian más sin hacer un servicio social y el dar algo de ellos.

-Inoculamos mucho en nuestra casa. Háblame de tus hijos, porque te vieron en esto. Hace rato me platicabas que buscaste no hablarles de la parte más cruenta, del dolor y la palabra cáncer que inspira respeto, pero inevitablemente vieron a su mamá dedicada a algo que resultó toral en su vida. ¿Cómo se fueron involucrando?

Siempre los involucré desde chicos. Los involucré mucho en los boteos, en que tenían que dar algo de ellos, en que donaran alguno de sus regalos para Casa Feliz y en todo ese tipo de cosas a lo mejor al principio sencillas, pero sí en la parte moral, en la parte emotiva, en la parte de decir: caray, nosotros estamos aquí durmiendo muy a gusto en nuestra casa y cuántos niñitos se regresan a su casa y no tienen ni la cobija ni alimento porque bueno, mientras están aquí están bien alimentados pero se van a su casa y tú sabes que no tienen ni siquiera para comer ni nada de eso, entonces también fui involucrando mucho a mis nietos. Ellos saben que si íbamos de viaje, algo traíamos para un niño con cáncer, para un niñito de Casa Feliz. Norma, que era la presidenta, propuso involucrar a los hijos a ver quiénes querían. Yo llegué y les dije: hijos, ¿quién de ustedes quiere quedarse en Casa Feliz? Inmediatamente Memo, mi hijo, me dijo: fíjate que sí mamá, yo sí me quiero quedar, y luego Cecy y Dany también. Sí nos quedamos mamá, pero como tú. ¿Qué fue lo que pasó? Ellas tenían niños chiquitos, por eso propusieron ayudarme en ciertas cosas, pero me dijeron: tú todavía no te vas. Entre Guillermo, Cecilia y Daniela y muchos jóvenes que se les unieron, los amigos de Memo que siempre habían vivido con todo esto, todos los jóvenes que ya conocían de Casa Feliz, que los habíamos involucrado, pues ya eran, organizan el famoso Día de Pelos, que era cortarle la cabellera a algún famoso, y pudimos construir las cuatro habitaciones con su baño privado para los niños de trasplante. Y empiezan a hacer otro tipo de actividades que la verdad nosotros ya no hacíamos porque no se nos ocurría. Entonces empiezan a involucrarse ya jóvenes y yo dije: padrísimo, porque la gente que antes nos apoyaba, pues ya estamos grandes, no cansados, pero ya tenemos otro tipo de actividades y de ideas y entonces empezamos a hacer un consejo de gente joven, de empresarios jóvenes que son los que se van a hacer cargo de todo esto. Y yo dije, qué bien, ya Casa Feliz tiene futuro. Vale la pena involucrar a jóvenes y saber uno como persona mayor, como muchas instituciones, el cuándo ya saber retirarte. No vamos ni queremos estar para siempre.

-Pero eso del retiro. Vamos a hablar de una faceta no tan conocida, que es tu faceta empresarial. Cecilia se sienta en la mesa de los niños grandes, en la mesa de los hombres, en Japón. ¿Qué pasó ahí? Cuéntame.

Hasta cierto punto muy difícil, te platico. Entro a trabajar a Honda cuando fundamos Milenio Automotriz aquí en Torreón y pues Memo y mis hijos estaban todavía chicos y yo le tenía que ayudar a Memo. No le tenía, le quería ayudar. Empiezo a involucrarme, pero nunca me imaginé qué tan difícil era involucrarme con la gente japonesa. ¿Por qué? Porque ellos son de otra idiosincrasia y ellos todavía a la mujer, te estoy hablando de hace 20 años, pues no la veían como la ven ahorita. De hecho éramos dos mujeres a nivel nacional y nos mandaba decir la gente, te estoy hablando de directores presidentes de Honda de México te mandan decir que entran primero los hombres y las mujeres nos quedábamos atrás. Entonces, para poder sobrevivir a toda esa cultura japonesa tuvimos que echarle muchas ganas y arriesgarnos a todo. Me puse a estudiar realmente el comportamiento, qué les gusta a los japoneses y qué no les gusta y dije: algún día voy a estar allá arriba, algún día. Yo les demostraba. Llegaban los japoneses aquí a Torreón y en alguna ocasión le dijeron a Memo, mi marido: que Miss Murra no entre a la junta, entonces dije, bueno, luego Memo me platicaba cómo le fue y no lo tomé personal, sino que lo tomé como que así son ellos. Me empecé a involucrar mucho en Honda a tal grado que me invitaron a la mesa directiva, que es la MECA a nivel nacional, y empecé a involucrarme más y ahí iba a las juntas, iban puros hombres y yo mujer, a las juntas con los japoneses y trataba de no incomodarlos. Hablaba lo que tenía que hablar y cuando ellos se dirigían a mí, les leía mucho el lenguaje corporal. Yo sabía cuándo estaban incómodos y cuándo no, y ya cuando tendría que ser alguna comida yo decía: regreso en un ratito más porque tengo un compromiso de atender llamadas, para evitarles a ellos incomodidades. ¿Qué pasó después? Ellos ya me ponían mi lugar para que me sentara en la mesa principal. Entonces había momentos en que decía yo, híjole, pensar todo el camino que tuve que pasar para poderme sentar en una mesa, ¿y qué crees? Me sentía contenta. Yo creo que fue también muy enriquecedor en mi vida todo lo de Honda, el haber llegado hasta donde llegué. Ahorita soy vicepresidenta a nivel nacional y también presido el Comité de Eventos y Convenciones de Honda. Tengo ya mucha relación con ellos, son japoneses a todo dar. Me han tocado difíciles y la verdad es que nos los hemos ganado con trabajo.

-¿Cómo se le hace? Qué padre romper brechas y fronteras de esa manera. Fronteras ideológicas, fronteras del idioma, kilómetros que nos separan, pero también mucho de lo que nos une. Tanto que aprenderles, los japoneses para mí son un ejemplo en muchos sentidos. Al final del día lo que me cuentas suena muy fácil pero no lo es, el conciliar todos esos escenarios. Llevas un matrimonio padrísimo, tienes hijos increíbles, nietos, eres empresaria, tienes una labor social y filantrópica importantísima. ¿Cómo vas conciliando todo eso? No sé si los hombres seamos más torpes para la administración del tiempo. Súmale, amigos, problemas...

Yo creo que soy muy bendecida, tengo a mi alrededor gente muy muy buena, mis amigos, la gente de Casa Feliz, las mamás de los niños de Casa Feliz me enriquecen como no tienes idea, son mi mejor ejemplo. La gente que viene aquí, he picado piedra para llegar a algunas personas, forman parte de mi entorno amigable y yo creo que mucho se lo debo tanto a Casa Feliz como a mi trabajo, como al día a día. Mi familia en este proceso ha sido fuera de serie, tener un marido como Guillermo que me apoya y levanta cuando me caigo, tener unos hijos como los míos. Hay veces en que digo: quiero dar más porque Dios me ha dado mucho. Soy muy afortunada, mis hijos son fuera de serie, Guillermo es muy buen empresario, Cecy es también empresaria, tiene su fabriquita, Daniela es fuera de serie, la que une a la familia. Caray, mis papás que han sido fuera de serie, mi familia política, toda la gente de mi alrededor ha sido un eslabón muy fuerte para que yo pueda hacer lo que me gusta.

-Hay otra cosa que venciste. A veces funcionamos como entes separados: sociedad civil, el Gobierno a sus tres niveles, en ocasiones se paraliza una interlocución que estimo muy necesaria. Tú lograste un convenio muy importante, cuéntame de eso y la cobertura que Casa Feliz tiene en cuatro estados.

Casa Feliz, tenemos gente de cuatro estados de la República: Coahuila, Durango, Chihuahua y Zacatecas. Al día de hoy te puedo decir que estamos felices porque hemos logrado muy buena relación con el Seguro Social, que es una parte muy importante. Con los médicos del Hospital Infantil, con el Gobierno. El gobernador ha venido a Casa Feliz, lo he visto conmoverse porque siempre te encuentras con una mamá que te platica su historia. El gobernador nos nombró para que fuésemos entre la sociedad civil y algunas otras asociaciones, tengamos los medicamentos que ellos tienen en su cuadro básico de quimioterapia. Que si alguna señora tiene cáncer cérvico uterino y no tiene acceso a ese medicamento, que no esté sufriendo por eso. Que venga, que haga la requisición. Es un trabajo pesado porque tenemos que hacer desde protocolos, procesos, lineamientos para entregar un medicamento que no es nada fácil. El que Casa Feliz pueda dar un granito de arena a otro tipo de personas está bien padre. Hemos logrado hacer ese enlace, al día de hoy, con el Gobierno y con las instituciones, con los hospitales y algunas asociaciones. Yo creo que vamos a caminar muy padre, de manera que todos estemos juntos. Este es el tipo de medicamentos que tenemos del Seguro Social. Hay medicamentos que no tiene el cuadro básico del Gobierno, que Casa Feliz los tiene que comprar. Esos sí son para los niñitos que están registrados aquí o para los que vienen y se registran porque una cosa son los medicamentos que va a dar el Gobierno para todos los niños y otros son los que no tienen ni el Seguro ni el Gobierno ni nada de eso. Para esos también estamos trabajando mucho y saliendo adelante.

No es fácil decir: 'yo como mamá se me murió mi niño de cáncer y voy a hacer una asociación' o 'yo como esposa de un empresario voy a hacer una asociación'. Tienes que ver qué es lo que hay y unirte. Si quieres trabajar mucho, unirte a las asociaciones que hay o bien pensar en asociaciones nuevas. Hay mucha gente, hay, Casa Feliz quiero que sepas que esta es otra parte, también da alojamiento a niños con enfermedades catastróficas. Esas son peores que el cáncer. Hay muchos síndromes en el cerebro que son terribles, hay muchas enfermedades degenerativas en niños, tenemos a los niñitos de trasplante de riñón, que es terrible, hay muchas más enfermedades que también abarca Casa Feliz. Esto que el Gobierno del Estado hace y dando la distinción a Casa Feliz es muy importante para toda la sociedad lagunera porque nos viene a unir entre asociaciones .

-Cecy, con la pandemia te tuviste que replantear varias cosas. Dada la cercanía de Casa Feliz con la Clínica 71 sale una iniciativa muy interesante. Cuéntanos.

Fíjate que en el mes de marzo de 2020, estando en comunicación con el Seguro Social, surge la inquietud de que habría que darles a los niños las quimioterapias de manera ambulatoria. ¿Dónde iban a meter a los médicos y enfermeras cuando el panorama se venía muy fuerte. Entonces, platicando en una visita al Seguro Social, vi la inquietud que traían médicos y enfermeras. ¿Cómo le iban a hacer con la gente para no irse a sus casas y contagiar a sus familias? ¿Cuántos médicos y enfermeras tienen a sus papás grandes, a sus abuelos, a sus hijos? Tratar con un enfermo COVID y llevar a su casa el contagio era muy difícil. Se me ocurre a mí,  y platico con el consejo y con el patronato y les digo: oigan, Casa Feliz ahorita no va a estar muy ocupada porque hay veces en que está llenísima. ¿No podremos brindar Casa Feliz en solidaridad con los médicos y enfermeras? En un minuto pedimos apoyo y se sumó muchísima gente para tener listos cuartos, aparatos sanitizantes y cada vez que un médico viniera aquí a dormir, a comer, a desayunar, todo iba a estar impecable. Rápido se construyeron dos baños afuera, mesas, otra línea de internet para que los médicos estuvieran muy confortables. Afortunadamente no fue necesario. Vale la pena decirte que en Casa Feliz no hemos tenido ningún contagio.

-Como dice esa canción de José Luis Perales: ¿a qué dedica el tiempo libre?

Soy muy activa, me gusta mucho la actividad. ¿Cómo es mi día a día? Me levanto a las seis de la mañana, hago ejercicio, antes iba al gimnasio, ahora camino por la colonia, vengo a Casa Feliz, a Honda, en las tardes todavía tengo pendientes y le dedico tiempo a mi mamá. En la noche descanso. Las partes familiares no las toco por nada.

-Dirías que además de la familia, Casa Feliz es tu mayor legado?

Casa Feliz ya la tengo heredada a los jóvenes, a quienes quieran participar en esta obra tan padre. Tengo asegurado que mis hijos sí siguen en Casa Feliz y mis nietos también. Me gusta tratar con niños porque son sencillos y te abren el corazón. La partida de un niño, me han tocado siete, me han llenado de fortaleza y servido para darme cuenta que siempre vale la pena hacer algo por los demás.

-Hablando de Dios, algún día dentro de mucho tiempo cuando llegues al cielo, toques la puerta y te abra, ¿qué crees que te va a decir? ¿Qué te gustaría que te dijera Dios?

Que lo que hice estuvo bien hecho. Creo que he trabajado mucho en la herencia, en la mejor inversión para mis hijos y la mejor inversión está aquí. En dar la vida por los demás, en dar todo aquello que no es dinero, que es lo que no se compra. Arriesgarnos en lo que vale la pena, arriesgarte por ayudar al otro vale la pena.

Cecilia Marroquín aseguró que hay un entorno feliz en Casa Feliz porque es una casa con esperanza, 'es una casa en la que llega la mamá, es gente carente de todo, hasta de la salud'.  A los pequeños se les brinda alojamiento mientras se encuentra en tratamiento contra el cáncer. (ÉRICK SOTOMAYOR)

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Escrito en: Cecilia Marroquín Rumbo al centenario

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