En septiembre de 2004, tras un año de lucha, las mujeres mazahuas, armadas simbólicamente con herramientas de labranza y fusiles de madera, formaron el Ejército Zapatista de Mujeres Mazahuas en Defensa del Agua. El sistema Cutzamala -modelo del actual proyecto Agua Saludable para La Laguna en el norte del país-, con 140 kilómetros de canales, túneles, plantas de bombeo y una enorme planta potabilizadora, trasvasaba desde sus territorios 480 millones de metros cúbicos al área metropolitana del centro de México, mientas sus comunidades no tenían agua potable. Un sinfín de marchas a la Ciudad de México, huelgas de hambre, manifestaciones y plantones, siempre con las mujeres al frente, ataviadas con sus hermosos trajes, sus hijos a la espalda y sus fusiles de madera, les dieron tanta popularidad que, finalmente, el gobierno mexicano aceptó negociar sus demandas: agua potable y un plan de desarrollo integral y sustentable. Desde su condición de madre e indígenas, las mazahuas supieron vincular el movimiento de mujeres, el movimiento indígena y el movimiento ambientalista en la lucha por el derecho humano al agua potable.
Un año antes, en septiembre de 2003, el campesinado mazahua de Villa de Allende, Estado de México, sufrió inundaciones en 300 hectáreas de cultivos por el desbordamiento del río Malacatepec, proveniente de la presa de Villa Victoria, del sistema Cutzamala. Esa fue la razón para que los campesinos varones se organizaran para exigir el pago de sus cultivos. Al cabo de tres meses de espera, en febrero de 2004, iniciaron una serie de acciones colectivas y se constituyeron como el Frente para la Defensa de los Derechos Humanos y Recursos Naturales del Pueblo Mazahua.
Después de un año de movilizaciones, nació el Ejército Zapatista de Mujeres Mazahuas en Defensa del Agua para dar un paso al frente y llevar más allá la lucha que los hombres habían emprendido sin éxito.
"Tomamos las armas simbólicas y bajamos a la capital para preguntar a la opinión pública si así teníamos que defender el agua", relató después la comandanta Victoria Martínez, mujer, indígena, mexicana, luchadora por la defensa del agua. Ella junto a otras mazahuas -nombre que significa "gente del venado" en náhuatl-, tomó el mando de la lucha de sus comunidades en defensa de su agua. "Esto provocó un gran impacto. No habíamos calculado la magnitud mediática que iba a alcanzar".
"No sabíamos qué era ser una comandanta ni qué era sentarse a una mesa de negociación", recoge el libro "Agua y desigualdad social. El caso de las indígenas mazahuas en México", de la investigadora mexicana Anahí Copitzy Gómez Fuentes. "Conforme pasó el tiempo nos fuimos dando cuenta y asumimos la responsabilidad".
Venían de muchos años de despojos, pérdida de derechos y de tierras. En territorio mazahua, en el céntrico valle de Toluca, el Gobierno Federal construyó en los años setenta el sistema Cutzamala, una de las mayores obras de ingeniería civil del mundo que sirve para abastecer de agua a la sedienta área metropolitana de la Ciudad de México.
La paradoja era que teniendo la planta potabilizadora más grande de América Latina en su territorio, las comunidades indígenas y campesinas aledañas al sistema Cutzamala no tenían agua en sus hogares.
Pero el agravio era todavía mayor. Antes, el gobierno construyó ocho presas del sistema hidroeléctrico Miguel Alemán en su territorio, que ocasionó la fragmentación de comunidades y la expropiación de terrenos. Pero el orgullo nacional por esta obra hidráulica -base de lo que sería el sistema Cutzamala- ocultó sus impactos sobre la vida del campesinado mazahua, como la contaminación de ríos, desecación de manantiales, desaparición de flora y fauna, enfermedades por aguas contaminadas, además de la mencionada expropiación y falta de reparación y compensación.
No bastó que las vigías cerraran simbólicamente la potabilizadora en febrero del 2004. Las mujeres dieron un paso al frente. Y lo hicieron de una manera única: Armadas con sus coloridas vestimentas típicas, su peinado con raya al medio y sus dos largas trenzas, nombrándose zapatistas, atemorizaron a los gobernantes del Estado de México y de la Comisión Nacional del Agua. También lo hicieron sus armas: rifles y machetes de madera, junto con antorchas encendidas, añadieron drama, seriedad y grandilocuencia a las protestas. Sin olvidar su fuerza de mujeres, su imagen de madres y el impulso de la injusticia. Alzando la voz alcanzaron el triunfo.
En agosto del 2004, las mazahuas anunciaron que abandonarían las acciones pacíficas si sus demandas no eran resueltas. Su protesta más extrema fue bloquear la entrada de cloro en la potabilizadora y la amenaza, nunca ejecutada, de cerrar el bombeo hacia la capital del país.
El acceso al agua es una cuestión de poder -ellas lo descubrieron, pero también encontraron el entramado de intereses. Y lo derrotaron.
Una gran lección, imperecedera.
@kardenche