El Torreón de 1907 contaba con una arquitectura muy parecida a un pueblo del Viejo Oeste (ARCHIVO MUNICIPAL DE TORREÓN)
Septiembre de 1907. La Villa del Torreón contaba con poco más de 30 mil habitantes. Se trataba de un poblado en crecimiento, con arquitectura similar al Viejo Oeste y calles de tierra. Hasta los más habitantes más elegantes cargaban polvo en sus ropas. El Porfiriato presumía a esta villa como uno de sus máximos proyectos urbanos, una hija fruto del ferrocarril y del matrimonio que este transporte ostentaba con el desarrollo económico.
En Torreón lo que sobraba era futuro. Ubicado en un punto estratégico, pronto se convirtió en el nudo ferroviario más importante del noreste mexicano.
Aquí confluían los trenes que dirigían su maquinaria hacia Estados Unidos o Ciudad de México, por eso el pueblo recibió grandes cantidades de migrantes, tanto nacionales como extranjeros.
Las tierras alrededor del río Nazas eran fértiles, pero no sólo para el cultivo. Los inversionistas vieron en la villa una oportunidad de sembrar sus capitales y hacer negocios. El poblado presumía su actividad agrícola y la presencia de distintas industrias que se asentaron alrededor de la vía, mientras su engranaje se aceitaba con buenas inversiones. Tanto apogeo no podía pasar desapercibido y, el 15 de septiembre de 1907, la villa dejó su adolescencia porfiriana para convertirse en ciudad.
"Fue derivado de que propios y extraños veían que el crecimiento de Torreón era imparable, de que aquí ya no era una villa. Había cerca de 30 mil habitantes, prácticamente estábamos a la par de la capital del estado y el desarrollo económico que había en el entorno era notable: la agroindustria, ya estaba la metalúrgica de Torreón, el algodón, empresas como la compresora, las jaboneras, las aceiteras. Había todo un engranaje industrial notable en la ciudad", comenta el historiador Carlos Castañón.
El principal recorrido económico de la naciente ciudad se situaba en el Sector Alianza. Las calles Múzquiz y Ramos Arizpe era un hervidero de gente. Incluso, las primeras oficinas del ayuntamiento estuvieron instaladas en esta zona. La razón era porque allí paraba el ferrocarril, el tranvía y además, era la salida principal hacia Gómez Palacio y Lerdo.
Arquitectura
La ciudad cumplirá 115 años este jueves. Su rostro sigue siendo joven en comparación a otras importantes urbes del país. No obstante, con el gran parte de los años ha desaparecido gran parte de su arquitectura original. Todavía pueden observarse algunos edificios en el centro y en algunas colonias del poniente.
"Por otro lado, la ciudad ya está trazada lo cual contrasta con grandes edificios como el Hotel Salvador, que fue el primer hotel de relevancia en Torreón, con elevador y con un cierto aire a los hoteles modernos de Estados Unidos o de Europa. Estaba también el Banco Chino. Es decir, el contraste no podía ser mayor. Era muy chistoso que en Torreón había gente muy elegante. Muchos hombres usaban saco y traje, y los que no siempre usaban manga larga y sombrero, la mayoría, incluso las mujeres también usaban sombrero. Entonces, era muy chistoso que las personas que andaban de saco y corbata estaban impecables, pero con los pies todos aterrados".
Entre los edificios que sobreviven destaca el Banco de La Laguna, el cual se erigía en plena crisis económica originaria en Estados Unidos. Torreón ya estaba conectado al mercado norteamericano, globalizado. También se puede observar el Banco Algodonero, sobre la avenida Juárez, a un costado del edificio eléctrico.
Otros sobrevivientes son la Casa Mudéjar y la Escuela Benito Juárez. Además, la La Suiza (avenida Juárez), el edificio Doucet (Juárez y Juan Antonio de la Fuente), el templo Metodista San Pablo (Morelos y Leona Vicario) fueron construidos, precisamente, en 1907.
En lo que se refiere a la arquitectura perdida, uno de las edificaciones que contaban con una notable belleza era el Banco de Londres (Hidalgo y Valdez Carrillo), además de la antigua Plaza de Toros ubicada en el sector Alianza.Oficios
No solo algunos edificios han desaparecido, también se han extinguido oficios que eran propios de Torreón. Por ejemplo, el aguador, una persona que se encargaba de sacar agua de los pozos y transportarla en cubetas hacia las casas. Castañón comenta que esto sucedía porque Torreón todavía no contaba con red de agua potable y muchas de las viviendas tenían sus propios pozos.
Otro oficio que existía era el de cargador. Estos eran contratados en el Mercado Alianza o en la estación del Ferrocarril y su tarea era cargar el mandado o el equipaje de las personas. Castañón afirma que estos cargadores estaban certificados, adscritos al Ayuntamiento de Torreón.
Para transportarse, los torreonenses de recursos solían contratar choferes, hombres profesionales en las artes de manejar las riendas y dirigir el galope de los equinos.
"El oficio de cochero también era algo muy común en Torreón. Incluso cochero de primera y segunda categoría. Literalmente era el uber de aquel momento o el taxista de la época, arrastrado por el carro que es la calandría. Posteriormente ya hubo coches (de motor), pero en 1907 van a ser esencialmente de caballos".
En este mapa de profesiones, el boticario interpretaba un papel esencial para la comunidad. Este profesional era químico y médico a la vez, podía hacer pequeñas intervenciones quirúrgicas y fabricaba ciertas mezclas químicas con el fin de paliar dolencias.
"Hoy por hoy, en Torreón queda una sola botica que es la botica De los pobres, la que está en Allende esquina con Blanco. Es la única, todas las demás boticas desaparecieron. La penúltima que quedaba era la botica El Águila, que ahora se convirtió en una cantina".
El historiador indaga en otro de talle referente al paisaje de 1907, y es que muchos de los anuncios de los locales comerciales estaban en inglés. No asegura que la mayoría, pero su presencia era notable. Esto se debía a la gran influencia norteamericana y el mosaico de culturas y lenguas que arribaban a la estación ferroviaria.
"Como Torreón se hizo como una ciudad de migrantes que bajaron del ferrocarril, que venían de Zacatecas, de Guanajuato, de San Luis Potosí, pero que también venían de China, de Líbano, de Estados Unidos, de Alemania, de Francia. Un lenguaje común va a ser no nada más va a ser el inglés. A tal punto que, los comercios mexicanos van a colocar anuncios en español y en inglés. En los hoteles, como el Hotel Salvador o el Hotel Francia, hablaban inglés, francés, alemán y hasta italiano".
Castañón asegura que estas características, aunado al trazo y la arquitectura de la ciudad, provocaron que los extranjeros tuvieran la sensación de visitar una ciudad norteamericana.