Jesús Perches se coloca a espaldas de un antiguo piano Gulbransen de 1911, el cual todos los días cobra vida gracias al virtuosismo de un personaje conocido como ‘el Chino’. Jesús es el propietario del histórico Bar Perches, establecimiento que celebra 90 años de haberse fundado. Lo acompaña el historiador Carlos Castañón, quien asegura que Torreón no se puede concebir sin la historia de sus cantinas.
El apellido de la familia Perches tiene origen en una antigua provincia francesa. Don Jesús Perches Meléndez (abuelo del actual propietario), fundó la cantina el 5 de marzo de 1932 sobre la avenida Hidalgo y calle Leona Vicario. Antes había arribado a Gómez Palacio proveniente de Parras de la Fuente. Era huérfano, pero apasionado al trabajo y más adelante logró contraer nupcias.
“Una familiar llamada la tía Betzabeth, lo apoyó y con el tiempo él adquirió esta cantina, que inició en 1932. Anteriormente, en esta vieja finca era el Salón Cuauhtémoc, que data de entre 1890 y 1900”, comenta el nieto del fundador.
El retrato de don Jesús Perches Meléndez aún cuelga en uno de los muros. Gobierna la tarde entre semana y los parroquianos comienzan a llegar para degustar la tradicional botana lagunera. Hoy se ha cocinado tinga y sopa de arroz blanca. Los comensales acompañan el guiso con tortillas y cada bocado se pasa gracias a un buen trago de cerveza fría. Jesús retoma el relato familiar ante el ruido de los cubiertos y la música de Los Ángeles Negros.
“En aquellos tiempos mi abuelo trabajaba en el ferrocarril y las cantinas eran un buen negocio (no digo que ahora no lo sean, pero no es igual). Entonces, él ve la oportunidad de poner la cantina. Su tía tenía este predio y le facilita ponerse a trabajar aquí”.
El interior del Perches, con su piso ajedrezado, asemeja a un museo. En sus paredes se pueden observar un par de guantes del boxeador José ‘Mantequilla’ Nápoles, la firma de José Alfredo Jiménez, un cartel original de la pelea de Muhammad Ali contra Oscar Benavena, una pelota de béisbol autografiada por Buck Leonard, el traje del torero Ricardo Castro, así como la cabeza disecada del toro que lo mató en 1974, entre otros añejos carteles de la fiesta brava. El bar también conserva una vieja caja registradora de inicios del siglo XX.
“El acceso donde estamos ahorita es únicamente de caballeros, pero también tenemos un área contigua para damas. En la cantina se debe dar la botana, tener un ambiente calmado, de amistad, de plática. Es un ambiente relajado para debatir de cualquier tema después de trabajar. Aquí se pueden arreglar hasta los más difíciles asuntos”.
Frente a la barra de mármol negro que todavía conserva su escupidera, han pasado personalidades como Mario Moreno ‘Cantinflas’, Pablo Montero, Araceli Arámbula, Carmen Salinas, Humberto Zurita y el torero Julián López Escobar ‘El Juli’, entre otros famosos.
Sólo es cuestión de desatar la imaginación para esbozar cómo habría sido la visita de estos personajes, degustando la botana o los tradicionales cacahuates preparados con receta familiar, para después animarse a pedir una ‘percherona’, la cual consiste en una copa ‘chabela’ previamente congelada y llenada con cerveza de barril hasta casi desbordarse.
“Servir la cerveza en barril, requiere de mucha práctica del cantinero para evitar que se genere tanta espuma. Es tradicional en esta cantina, la cerveza tiene casi 90 años sirviéndose de este modo. Seguimos en este camino de servir la cerveza de barril clara u obscura”.
El Perches es la única cantina de Torreón que nunca ha cambiado de familia propietaria. Antes de Jesús, la tuvo su padre don Salvador Perches. El actual dueño lo considera un punto muy importante, pues eso es clave para que mantenga vigentes sus tradiciones, pese a épocas difíciles como la ola de violencia de hace 10 años o la reciente pandemia.
“Es un orgullo muy grande continuar con este negocio después de 90 años. Es difícil, si bien la labor que hicieron mi abuelo y padre fue muy grande para conservarla, inclusive durante los años que la violencia azotó la región, años inolvidables por la dificultad económica y la inseguridad. Ellos hicieron muy buen trabajo y un servidor se encuentra muy orgulloso, con muchas ganas de seguir trabajando, innovando sin perder la tradición”.
Los años treinta
El historiador Carlos Castañón comenta que la década de los años treinta fue maravillosa para la ciudad. En 1932 habían transcurrido ya tres años de la Gran Depresión y la economía presentaba un repunte. El esplendor de Torreón incluía el paso del tranvía, la instalación del alumbrado en las principales calles, la avenida Morelos recién instaurada con sus desaparecidas esculturas y una calzada Colón presuntuosa de sus detalles estéticos ante la sociedad pujante.
“La Gran Depresión afectó en 1929, pero en tres años la Comarca Lagunera volvió nuevamente a sus precios y estamos hablando que en 1931 se repuso y cuando se funda esta cantina, prácticamente vivía nuevamente ese apogeo”.
Castañón vuelve a repetir que la historia de Torreón no se puede entender sin sus cantinas. Al principio del siglo XX, estos lugares actuaban como espacios públicos donde se comía y se sostenían reuniones de trabajo. Esa era también era la forma en que algunos agricultores arreglaban sus negocios o hacían sus labores administrativas. Muchos de los más importantes proyectos para la región fueron concretados de esa forma.
Otro punto relevante es la arquitectura del edificio, pues está construido con muros amplios de adobe y techos altos, lo cual permite que el clima interior sea fresco, para que habite el viejo espíritu de la Comarca Lagunera.
“Todavía se conserva el sentido de la arquitectura original. Como ven, es una cantina muy oscura, como las viejas construcciones de Torreón, para guarecerse o protegerse de tanto sol y, por su puesto, refrescarse con la cerveza de barril”, cerró.
(VERÓNICA RIVERA)