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Carlos III ya fue proclamado este sábado oficialmente nuevo rey del Reino Unido y catorce países de la Commonwealth en sucesión de Isabel II, que falleció el pasado jueves a los 96 años en el castillo escocés de Balmoral.
Sin embargo, su coronación, con todo el boato que conlleva, podría demorar varias semanas, aun meses, en consumarse. La investidura real de su progenitora se retrasó 16 meses.
Hasta su coronación como rey, que será oficiada por el arzobispo de Canterbury en la Abadía de Westminster, tal como ha sucedido en los últimos 900 años, Carlos III tendrá la oportunidad de ensayar su papel como nuevo monarca.
Además, su esposa Camilla Parker Bowles, quien será considerada reina consorte, no ha tenido nunca buena aceptación pública, sobre todo por su rivalidad sentimental con la mítica princesa Diana de Gales, quien falleció en 1997.
En uno de los países más protocolarios del mundo, la sucesión de la reina, al igual que sus funerales, está cronometrada al milímetro.
Luego de su nombramiento y a la espera de su coronación, el estreno regio de Carlos III arrancará con una gira por algunas de las regiones más emblemáticas y conflictivas del país, comenzando por Escocia que cuenta con un potente movimiento independentista. También visitará Irlanda del Norte, que atraviesa por una complicada situación fronteriza luego de la salida británica de la Unión Europea (UE). El recorrido concluirá en Gales.
En los parlamentos locales, Carlos III recibirá la llamada moción de condolencia por la muerte de su madre, además de asistir a servicios religiosos anglicanos en las respectivas catedrales.
El nuevo soberano, bautizado como Carlos Felipe Arturo Jorge, podría haber elegido cualquiera de estos nombres para reinar.
Finalmente, el heredero optó por el nombre con el que ha sido conocido toda su vida.
La llegada al trono de Carlos III, quien heredará el título de gobernador supremo de la Iglesia de Inglaterra que cuenta con casi 100 millones de fieles en el mundo, también tendrá consecuencias en otros ámbitos. Reino Unido deberá cambiar estandartes y banderas que incluyen el acrónimo de la reina, además de la efigie de monedas y billetes, e incluso la letra del himno nacional: God save the Queen por God save the King.
