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Migrantes

Cinco vidas, una historia de migración

Los extranjeros que pasan por México persiguen el mismo fin; llegar a una tierra que les ofrezca oportunidades, mejor calidad de vida, paz y tranquilidad

Autoridades recluyeron a un grupo de indocumentados en un albergue temporal de Saltillo para deportarlos, pero al no ser repatriados, les dijeron que se fueran caminando.

Autoridades recluyeron a un grupo de indocumentados en un albergue temporal de Saltillo para deportarlos, pero al no ser repatriados, les dijeron que se fueran caminando.

SERGIO A. RODRÍGUEZ

Dayerlyn Chanez Guzmán García, joven hondureña soltera de 20 años de edad y madre de tres hijos, llegó a Castaños con sus pequeños, con su hermano y con su madre, procedentes de Monterrey.

La mujer de raza negra dijo que en su país ella era ama de casa, pero los problemas económicos y la falta de servicios de salud accesibles la empujaron a abandonar su nación para buscar un mejor futuro en Estados Unidos. El viaje trajo situaciones de terror pero también de esperanza.

En Veracruz -afirmó- ella y los centroamericanos con los que viajaba fueron secuestrados por un grupo de hombres. No eran policías ni autoridades, eran criminales fuertemente armados que los obligaron a permanecer encerrados en una especie de corral.

"Una semana estuvimos secuestrados por maleantes; no nos hicieron nada pero nos tuvieron secuestrados" sostuvo Dayerlyn. Fueron 10 los indocumentados privados de su libertad y recluidos en lo que ella piensa que es algo como un corral.

Fueron liberados y decidieron trasladarse a Ciudad de México. Se instalaron en el municipio de Tultitlán, en el Estado de México, donde permanecieron cuatro meses, viviendo de pedir dinero en la calle y en las casas.

Finalmente la mamá de Dayerlyn, quien ejerce el matriarcado, ordenó continuar la marcha hacia el norte del país para llegar a Estados Unidos.

De Monterrey a Saltillo, agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) en un retén en Coahuila los bajaron del autobús. Pese a su permanencia de meses en México, nunca tramitaron una visa o permiso para estar en el país. Las autoridades los recluyeron en el albergue temporal de Saltillo para deportarlos; pero finalmente no los repatriaron y les dijeron que se fueran caminando. Como eran una familia compuesta por tres niños pequeños, un joven, Dayerlyn y su enferma madre no los retornaron a Centroamérica.

Aclaró que en el Estado de México buscó ayuda para arreglar su situación migratoria, pero las autoridades que le apoyaron, quizá por no ser de Migración y desconocer las instancias, sólo les gestionaron una cédula del CURP y les dijeron que buscaran a unos elusivos, desconocidos y casi míticos representantes de una Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR por sus siglas en inglés), pero nunca pudieron encontrar a su madre, de quien no dijo el nombre, tuvo muchos problemas para viajar, sobre todo en la marcha caminando de Saltillo a Monclova, porque padece de insuficiencia renal y anemia.

Siendo de escasos recursos no tenían acceso a los servicios médicos y sabían que la jefa de la familia estaba enferma, pero no podían hacer nada para ayudarla. "Esa -dijo la joven- fue la razón por la que decidieron abandonar Honduras".

Señaló desconocer cuándo pudieran llegar a la frontera para cruzar "al otro lado". Explicó que va con el grupo (la caravana) y depende de cómo se mueva éste. Lo importante -insistió- es llegar a Acuña. Indicó que si los detiene Migración "será lo que Dios quiera, regresar a Honduras o lo que Dios decida".

Para ella, sobrevivir al secuestro en Veracruz, mantener viva y con fuerza a su madre, seguir con sus tres hijos y su hermano toda esta odisea de miles de kilómetros, y el hecho de que el INM no los haya deportado, es porque Dios los protegió.

UN TÍTULO PROFESIONAL Y UNA CARRERA EN LA INDUSTRIA DEL PETRÓLEO NO FUERON SUFICIENTES PARA VIVIR

Tatiana Katherine Andrade Antúnez estudió la ingeniería en Geología en el reconocido Instituto Universitario de Tecnología de Maracaibo (IUTM), más comúnmente llamado Instituto Tecnológico de Maracaibo.

Egresó con su título profesional y trabajaba en una industria petrolera, pero en 2019 cerró por cuestiones del gobierno de izquierda que encabeza Nicolás Maduro, y tuvo que emigrar a Colombia, sostuvo la desplazada, una mujer fuerte, de cuerpo macizo, tonificado y de piel de color.

En su país dejó a su hija, hoy de 14 años, bajo el cuidado de la abuela; Tatiana es madre soltera y su familia esta formada por su mamá, ella, una hermana que está con su madre, y su hija.

Afirmó que después de algunos años la situación en Colombia cambió y se puso más difícil. Fue en ese momento, hace poco más de dos meses, que decidió dejar Centroamérica para buscar suerte en Estados Unidos.

El 26 de mayo inició su nuevo viaje, ahora al país de la divisa verde. No recuerda el dato preciso en el que ingresó a México, pues los días de viaje le hacen confusas las fechas, aunque cree recordar que llegó a la capital azteca hace unos 10 días, y de allí viajó a Monterrey después de tramitar en las oficinas de Migración un documento que le permite estar legalmente en esta nación.

Cinco días tardó en obtener la llamada visa humanitaria, una tarjeta verde que le da derecho a estar, permanecer y transitar por México de manera legal.

De Monterrey viajó en la caravana hasta Monclova, a pie. "Mi intención es validar mi título (en Estados Unidos), legalizar mi situación migratoria, conseguir un empleo y mandarle dinero a mi familia para que se sostenga y después llevármela" expuso.

"Mi meta es que estén conmigo, que estén en una mejor situación económica" dijo que en su país no hay servicios públicos, hay inseguridad y hay escasez. Y cuestionó "¿Qué haces con tener un salario de diez bolívares allá actualmente, cuando te vas a comprar una harina y te vale 20? ¿Cómo sobrevives? ¿Qué le vas a dar a tu familia? ¿Qué calidad de vida puedes tener para ti y para los tuyos? ¡Ninguna!" expuso.

Afirmó que en Panamá la trataron muy bien, el paso por Guatemala fue muy rápido, pero las personas en Honduras son muy cordiales. "Y la verdad, acá en la Ciudad de México no me puedo quejar… lo mejor. Allí recibí mucha ayuda que la verdad no me la esperaba. No me lo imaginaba, esto es una buena lección de vida que nos está dando la gente" externó.

En un recuento dijo los mexicanos han apoyado a los migrantes -sobre todo a los niños- con alimentos, con hidratación, con ropa… "mejor no ha podido ser" afirmó. Sostuvo que en diferentes poblaciones los alcaldes los han apoyado y se han enfocado en asistir prioritariamente a los pequeños.

Este jueves por la noche está Tatiana a unas horas de su sueño, a 299 kilómetros del Río que separa a México de Estados Unidos y que es la última línea para llegar a su esperanza de una mejor vida para ella y su familia.

CRUZAR LA SELVA FUE TERRORÍFICO

Atravesar la selva de Panamá y Colombia y el Tapón del Darién, fue para el venezolano Isidro León y su familia lo más traumático que han vivido.

Para el sudamericano, doctor en pedagogía de 44 años de edad, atravesar la jungla significó permanecer permanentemente mojado, dormir a la intemperie y estar a merced de depredadores, animales carroñeros e insectos ponzoñosos.

"No te puedes imaginar, subir montañas, cruzar ríos, estar en la selva, permanecer en riesgo de que te pique algún animal, hallarse siempre mojado, encontrarse cuerpos humanos muertos en el camino… fue horrible" externó el pedagogo.

Casado y con tres hijos, el profesionista decidió abandonar su país por la situación política y económica de Venezuela. Viaja con su cónyuge y sus hijos y con tres sobrinos, hijos de una cuñada que murió hace ocho meses. El papá los abandonó hace muchos años, explica Isidro.

Sus hijos, dos mujeres y un varón, aún resienten su paso por la selva del Darién. Las dos chicas tienen pesadillas por los días vividos hace más de un mes en la jungla. "La menor antes dormía bien. Pero desde que cruzamos la selva se mueve mucho cuando duerme, y grita, y se despierta" afirmó. Le dice que tiene malos sueños de la selva.

Advirtió que México está en peligro que convertirse en otro Venezuela, por la amistad que lleva el presidente Andrés Manuel López Obrador con el mandatario Nicolás Maduro y con los regímenes de Cuba y Nicaragua.

"Así comenzó Panamá: metieron a doctores cubanos -como ya empezó en México- y muchos médicos se quedaron sin trabajo" comparó el doctor en pedagogía.

Recordó que Venezuela hace más de 20 años era un país que ofrecía una gran cantidad de opciones para vivir.

"Antes yo tenía un solo trabajo. Tenía mi carro, mi casa, viajaba, hacia el mercado para mi y para mi familia y hacía el mercado para mi suegra también. Vivíamos bien… pero luego llegó (como presidente) César Chávez y todo cambió. Y con (Nicolás) Maduro fue mucho peor" sostuvo.

Después de la muerte de la hermana de su esposa, y de pasar a ser una familia con tres hijos a un núcleo familiar con tres hijos más, decidieron migrar a Estados Unidos.

En abril salieron de Venezuela, y en ese mismo mes llegaron a México, pero desde entonces y hasta la fecha no han podido llegar a la frontera con Estados Unidos.

Afirmó que las instituciones mexicanas en Chiapas son malas, pero México como país y su pueblo son nobles "y no les duele dar".

Platicó que estando en la Central de Autobuses de Monterrey, los mexicanos llegaban a darles de comer, ropa y medicamentos.

"Un señor llegó y compró un montón de hamburguesas enfrente (de la central) y nos entregó unos vales; nos dijo que eran para hamburguesas del Burger King. La verdad pensamos que serían esas chiquitas que venden económicas… ¡pero no! Cada vale era para una Whopper con papas y refresco", expuso.

"No se cuantas hamburguesas eran, pero todos los que estábamos ahí, que éramos muchos, alcanzamos" dijo. En la central camionera se asentaron más de 500 migrantes.

Agregó que otra persona llegó con dos torres de pizzas de Domino's para repartirlas entre todos los desplazados. "Esas pizzas valen unos 200 pesos cada una pero a ese señor no le importó: compró muchas y nos las llevó y todos comimos" relató.

Un matrimonio llevando comida vio que una migrante llevaba a su bebé en brazos y le preguntaron si necesitaba algo; la extranjera les dijo que una carriola.

"Se fueron a un supermercado y yo creo que compraron todas las carriolas que encontraron, porque regresaron con muchas, y las fueron regalando a quienes llevaban bebés" sostuvo conmovido el maestro.

Agregó que los alcaldes de mina, Abasolo y el Carmen, en nuevo León les gestionaron autobuses para que no tuvieran que caminar por la carretera 53 hasta Monclova. Fueron llevados los extranjeros hasta los límites con Coahuila, para acercarnos más a su meta.

En Castaños fueron recogidos por otros autobuses y llevados a la enorme carpa en la que ofrece servicios religiosos la iglesia cristiana la vid, donde les dieron de comer, los dotaron de ropa, atención médica, medicamentos, masaje en los pies y les dieron también un espacio con cartones y cobijas donde pasar la noche.

A temprana hora del jueves los migrantes reiniciaron su marcha al norte, enfocando su destino en ciudad Acuña principalmente.

Tatiana, Jean Carlos, Isidro León, Dayerlyn y José no se conocían, llegaron a Monclova en la misma caravana. No se conocieron en el albergue temporal porque fueron asignados a áreas diferentes para dormir, tuvieron horarios dispares para comer y para asearse y por la mañana siguieron su rumbo en diferentes tramos de la misma caravana.

Quizá nunca lleguen a conocerse, o tal vez si. Pero compartieron el mismo sueño americano, el mismo viaje por el continente, cruzaron México en el mismo convoy, pernoctaron en el mismo campamento la misma noche, y aunque vivieron y viven diferentes experiencias, persiguen el mismo fin: llegar a una tierra que les ofrezca oportunidades, mejor calidad de vida y paz y tranquilidad.

10

MIGRANTES

Fueron privados de su libertad y recluidos en lo que es "algo como un corral".

20

AÑOS

Atras, Venezuela era un país que ofrecía una gran cantidad de opciones para vivir.

En la Central de Autobuses de la ciudad de Monterrey, los mexicanos llegaban a darles de comer, ropa y medicamentos.
En la Central de Autobuses de la ciudad de Monterrey, los mexicanos llegaban a darles de comer, ropa y medicamentos.

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