Héctor Campos es uno de los tantos trabajadores que día con día se enfrentan a los incesantes rayos del sol de la Comarca Lagunera. (FERNANDO COMPEÁN)
Su nombre es Héctor Campos y es orgullosamente un "trabajador del sol". No hay una sombra que lo cubra de los intensos rayos del sol, por lo que cubre su rostro con un gran sombrero de paja y sus manos con unas mangas elásticas, para ofrecer sus artículos como cada día desde hace 40 años.
Es el cruce de la avenida Hidalgo y bulevar Miguel Alemán en Gómez Palacio, el que lo ha visto crecer y adaptarse a cada temporada, pero nunca "rajarse".
Diariamente, Héctor ahora de 52 años de edad y padre de tres hijos ya profesionistas, sale de casa para estar en su "puesto de trabajo" a las 7:00 u 8:00 de la mañana. Después coloca su mercancía en un par de hilos gruesos para poder exhibirla.
Aunque inició vendiendo de 100 hasta 200 periódicos al día, ahora además de ofrecer El Siglo de Torreón y La i, también ofrece agua embotellada, así como parasoles para los automóviles.
"Yo amo el Sol. Los que nos fuimos habituando a este trabajo comprendemos que gracias a Dios, nos dio este clima para ir solventando nuestro trabajo diario", dijo emocionado.
Y es que para él un día nublado pudiera mejorar su condición de trabajo, pero un día de lluvia sería un día menos por trabajar.
Así es que a diferencia de cientos de laguneros que "lloran" y sufren por las altas temperaturas, Héctor agradece cada día soleado porque es una oportunidad más para salir adelante.
A PUNTO DE SER MÉDICO
Pero no todo ha sido fácil. Héctor cuenta que uno de sus más grandes anhelos, fue ser doctor, traumatólogo específicamente. Hace poco más de 30 años, estuvo a punto de lograrlo.
Y es que gracias a su esfuerzo, pudo ingresar a la Facultad de Medicina en la Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED), alternando sus días de trabajo con estudio.
Debido a su situación económica, comprar los libros no estuvo a su alcance, por lo que tenía que pasar horas enteras en la biblioteca para poder cumplir. Y lo hizo.
Tanto fue su amor a la carrera y su esfuerzo, que logró llegar hasta el tercer semestre como el mejor de su clase. Pese a ello, renunció a su sueño para regresar al mismo crucero y continuar trabajando.
"Verdaderamente porque se me acabó mi dinero que tenía ahorrado, el libro de fisiología, quisiera habérmelo comido... fui un estudiante de Medicina, pero de biblioteca, donde me iba a estudiar, esperaba a que cerraran la escuela para entregar mi credencial y me dieran los libros. Todo eso me fue generando cansancio y como ya no había ingresos porque ya no venía a trabajar, por eso decidí yo, sin reprobar ni una materia y siendo el mejor de mi clase, decidí dejarla", dijo visiblemente triste.
Pero Héctor siempre luchó por lograr lo mejor. Gracias a sus horas enteras bajo el sol padeciendo temperaturas superiores a los 40 grados, pudo dar alimento y una profesión a sus tres hijos, ahora de 26, 25, y 24 años.
Todos heredaron su gusto por la medicina, pues lograron graduarse de enfermeros y de alguna manera hacer el sueño realidad de su padre.
Y es que aunque pudiera regresar a la facultad, considera que por su edad, no sería posible terminar.