
(CORTESÍA FIL MONTERREY)
Nació en Guadalajara, pero el pueblo nayarita de Acaponeta es su verdadero lugar de origen. Consuelo Sáizar de la Fuente se crio en la imprenta de su abuelo, entre papel y encabezados entintados. El mundo de las letras fue su territorio lúdico y entre las prensas pudo conocer al poeta Alí Chumacero. Consuelo tenía tan sólo siete años, fue admiración a primera vista.
“Este hombre edita, escribe y lee libros”, le comentó su abuelo. La imagen del poeta abrió un mundo para Sáizar, quien desde ese momento supo que sería editora, que se entregaría a una carrera nómada y que leería su destino en el horizonte de los libros.
Consuelo Sáizar está en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), al centro-sur de la capital neoleonesa. Ha presentado el programa para la Feria Internacional del Libro Monterrey 2022, la cual ahora dirige y se efectuará gratuitamente del 8 al 16 de octubre en las instalaciones de Cintermex. La feria tendrá a Coahuila como estado invitado. Se trata de la trigésima edición de este importante evento para el norte del país.
Sáizar aclara, desmiente lo publicado en una entrevista que le realizó un diario español. Reafirma que su infancia en Acaponeta (de donde salió a los 14 años) fue plena y feliz. No sufrió discriminación, pero estaba consciente de que era una persona atípica, poco común.
“Soy una mujer de libros”. La exdirigente del Fondo de Cultura Económica y del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) entrega quince minutos de su tiempo a la grabadora. Entre sus lecturas actuales sobresale Corazón tan blanco de Javier Marías (autor fallecido el pasado 11 de septiembre). Además, ha terminado Olvidarás el fuego de Gabriela Riveros, interrumpió la lectura de una biografía de don Eugenio Garza Sada y prospecta leer novelas de autoras regiomontanas.
Es una mujer de libros y, por ende, de reflexiones. Apenas el 27 de noviembre de 2021 obtuvo su doctorado en sociología por la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, y hace unos días dio una conferencia en la FIL Coahuila, donde reflexionó en el papel social de las ferias del libro alrededor del mundo.
Sáizar ha sido una nómada del territorio literario. Desde las prensas periodísticas se trasladó al mundo editorial. Fue gerente de Editorial Jus antes de dirigir a las instituciones culturales más importantes de este país. No escribe, pero el libro es su vida, el relieve sobre el que planea a cada instante y en el que es capaz de romper la barrera del tiempo y del espacio. En su amplia carrera sólo le faltaba una demarcación por recorrer: dirigir una feria del libro.
¿Cuál fue la máxima lección que Alí Chumacero le dio en torno a la literatura?
Ser un editor riguroso. Me dio muchos consejos, porque cuando yo llegué a dirigir el Fondo, yo era muy joven. Tenía 40 años. No sé qué edad tendrá en este momento el director Paco Ignacio Taibo II, pero en general eran hombres de 60 años quienes lo habían dirigido. Yo he sido la única mujer que lo ha dirigido. Entonces, lo primero que hice fue conversar algo con él (Alí Chumacero). Me dio muchas sugerencias en términos, sobre todo, para la parte gráfica. Él era un extraordinario tipógrafo. Me acuerdo cuando le di a diseñar una colección nueva que, le platico, entre paréntesis: cuando se hace la colección Tezontle, originalmente se iba a llamar Cenzontle. Eran los cincuenta, sesenta tal vez y los editores se habían ido a comer y luego a una cantina. Hablaron a la imprenta para saber si ya estaban las pruebas, les dijeron que ya, pero que tenían que mandar a imprimir. Los editores eran refugiados españoles. Entonces les dicen: “Nos hacen falta el nombre de la colección”. “Cenzontle”. “Pero, ¿cómo?”. “Cenzontle”, así con acento español muy marcado. “¿Cómo? ¡No entiendo?”. “Cenzontle”. “¡Ah! ¡Tezontle!”. Cuelga y la colección se llama Tezontle, una colección emblemática del fondo. Cuando llego quiero hacer una colección de ensayitos, algo en lo que apenas empezaba a incursionar el fondo y entonces decido tomar el nombre de Cenzontle para retomar aquel desafortunado nombre que nunca había llegado. Lo que hago es ponérselo a la colección y le encargué a Alí que diseñara la colección. Entonces me acuerdo con su tipómetro midiendo la interlinea, los espacios, cómo iba a ir la caja. Él siempre estaba con un tipómetro en la mano y con un catálogo de pantone.
Otra figura literaria que también apreció mucho fue Carlos Monsiváis. Hay una frase suya que usted ha repetido en ocasiones: “Lo menos que le debes a tu biblioteca es una revisión de cada uno de los títulos y que sepas de qué va”. ¿Cómo se transporta al ejercicio de dirigir instituciones como el Fondo de Cultura Económica?
El Fondo de Cultura Económica es una casa que es una tradición. Es la gran institución con la que dialogó México durante el siglo pasado. La única institución del estado mexicano que se creó con dimensión internacional. […] Yo conocía muy bien el Fondo, porque siempre quise ser su directora. Desde los 17 años conocía muy bien el catálogo, sabía muy bien cuál era la propuesta intelectual de cada una de las colecciones, leía con enorme atención la gaceta, fui asidua del edificio que fue, por cierto, la primera editorial que se construyó exprofeso, un edificio exprofeso para una editorial que es el edificio de Universidad. Entonces, conocía muy bien el catálogo del Fondo y pude hacer algunas colecciones. Alí Chumacero me recomendó que no hiciera más de cinco a lo largo de mi gestión. Y efectivamente, no hice más de cinco. Pero sí hice la de Obras Reunidas, que fue una colección muy relevante para hacer un nuevo canon, para hacer un estudio sobre algunos autores canónicos de México. Y algunos otros que regresaron a esa colección y otros que se inauguraron como actores del fondo. Yo creo que lo que pasó ahí fue como… ¿cómo le diré?… ¡Además me rodeé de los mejores! Estaba conmigo Ricardo Nudelman, que venía de la dirección general de Gandhi; Martín Soler, que había sido el director editorial de Siglo XXI; Joaquín Díez-Canedo, quien luego fue mi sucesor. Entonces era una ambiente, una atmósfera de gran nivel de ilustración.
Usted también ha mencionado que la cultura es una ventana para conocer un pueblo, pero ¿qué sucede en el caso de México, que es un pueblo tan multicultural?
Imagínese cuando usted diseña la política cultural de este país. Siempre le aconsejé a cada uno de los gobernadores (cuando hablaba con ellos) que definieran su vocación cultural, que vieran cuál era la vocación cultural de su estado. En ese sentido, hay estados que tienen clarísima su vocación cultural, pero otros no.
¿Y qué papel juega el libro en esta ventana?
El libro es el espejo. El libro es la conversación global, una de las industrias anticipadamente globales. Yo, por ejemplo, empecé a viajar en 1985 a las ferias del libro. Tenía 23 años. Nos íbamos por todo el mundo. Luego fui a Chicago, luego fui a Frankfurt (una feria a la que los editores viajamos muchísimo). Y el libro viaja más, porque además quien lee tres o cuatro idiomas puede leer a cualquier latitud, lo que encuentre, en cualquier librería. El libro es la posibilidad de romper la barrera del tiempo y del espacio.
Ahora dirige la FIL Monterrey, ¿por qué ver a las ferias del libro como una posibilidad de diálogo?
Fue un poco lo que traté de explicar ahorita con la pregunta que me hicieron sobre los libros electrónicos. Lo que decía era que es muy claro que el libro electrónico tiene una gran ventaja: es oblicuo, pero el libro de papel nos permite las ferias del libro. Nunca va a ver una feria del libro de electrónicos, porque hay una cosa de materialidad, de encontrarse con el texto, de traerlo, de abrazarlo. El libro electrónico a mí me fascina. Yo soy totalmente electrónica, leo toda la vida. Si usted revisa ahorita mi portafolios va a encontrar un Kindle chiquito, porque siempre lo traigo, porque siempre estoy leyendo, en donde sea. Por eso me parece su feria del libro que encontré hermosa, que me fascinó y por eso estoy trabajando en una. Era el único territorio del libro que me quedaba por habitar.
¿Hacia dónde se dirigen las ferias del libro en la actualidad?
Creo que las ferias del libro van a potenciarse más, como dije en el texto, ¡la gente las extrañaba! ¡La gente extrañaba sus ferias del libro! Era una cita, era un encuentro, era la posibilidad de reunirse con espíritus afines, similares al de uno. “¿Leíste esto? ¿Ya viste que está aquel? ¿Ya viste que salió la nueva edición de otro?”, porque eso es lo que se tiene. Por ejemplo, Julia (mi esposa) encontró un libro que estuvimos hablando con la secretaria de Cultura de Guanajuato, que nos decía: “¿Ya vieron que está este texto sobre el avionazo donde murió Jorge Ibargüengoitia, Ángel Rama y varios escritores que iban a un congreso de escritura en España?”. Ese tipo de recomendaciones no las encuentra usted en ninguna librería ni en ninguna revista. Es la conversación: “¿Ya viste este libro?”.
´Dentro de la industria editorial en México, ¿qué posicionamiento tiene la mujer?
Está en un segundo nivel protagónico, escaso en un primer nivel. ¿Por qué? No lo sé y no lo he pensado suficientemente, pero es una buena pregunta y una buena propuesta reflexiva la que usted me hace. Aventuro que porque es un negocio que ha dado, en las últimas décadas, más preeminencia a los números que a las letras.
¿Y eso qué consecuencias traería?
Creo que, en mi caso, cuando llegué a dirigir el Fondo, claramente, como lo que hice hoy, fue una declaración y establecer un compromiso con mi género y mi generación. Hay una mirada diferente por parte de las mujeres. No digo que sea mejor. Lo que digo es que, prácticamente, todo el siglo XX tuvo un tipo de liderazgo y ahora empiezan a venir otros que vuelven híbrida y enriquecen la propuesta editorial.